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EFE

Quién susurra a un president

Un Molt Honorable siempre tiene alrededor personas que pugnan por ser su 'influencer' de cabecera, incluso en horas bajas o en tiempos de afines y desafines

Burguera

Valencia

Domingo, 21 de septiembre 2025, 23:44

Andaba un día Alberto Fabra por los pasillos del Palau de la Generalitat y alguien muy influyente de su equipo se quejó: «Flota. El ... Síndrome del Palau». Era un lamento. Se sentía relegado. Pocas semanas después, defendía a capa y espada al popular, tras recuperar la atención presidencial. Desde que el mundo es mundo se pugna por el liderazgo y, también, por influir en el líder, sobre todo si está en su apogeo, pero no hay que despreciar los enfados y recelos que se generan también en tiempos de glorias menores.

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Mazón protagoniza un gráfico con pronunciados picos de sierra desde que llegó al Palau: dependiente de Vox, independiente, aspirante a mayoría absoluta y, a partir de la dana, muerto en vida, agonizante, noqueado, recuperándose, amortizado, pujante, en el precipicio, sobre la ola... No hay cuerpo que resista tanto ir y venir, pero ahí está. Y hasta se da el lujo de anunciar que hará cambios en su Consell con dos meses de antelación. Por si no hay suficiente especulación diaria.

La confirmación de que el Molt Honorable barrunta su quiniela para un futuro Consell dispara algunas de esas pasiones políticas que a la ciudadanía le importan un pito y que en nada aprovechan para la gestión. Sin embargo, tanta intriga y conspiración son la sangre en las venas de la política entendida como un contubernio vaticano. Triste pero cierto. Si a eso, al cambio de consellers, se suma la alternancia en el signo de las acciones de Mazón, a veces al alza y otras a la baja, pues no hay quien viva tranquilo. Ni él ni los que pugnan por acompañarle en la vagoneta de Indiana Jones y el Templo Maldito

Por un lado, los que teóricamente influyen y los que aspiran a hacerlo. Lo que se conoce como núcleo duro, durísimo, el sanedrín de Mazón, que va variando en función, también, de la posibilidad de que algún mencionado deje de ser cooperante del presidente para suceder al presidente. Poco gusta en Presidencia oír nombres como el de Susana Camarero, Juanfran Pérez Llorca o María José Catalá para un eventual relevo, pasado, presente o futuro. A alguno de ellos tampoco le resulta cómoda la situación, y la susceptibilidad se dispara. Sumen a los consejeros de toda la vida, a los nuevos, a los politólogos profesionales, a los bienintencionados pero no bienvenidos... Todo eso circula por un Palau. No seguir una sugerencia, una llamada no atendida, una reacción pública descarrilada del argumentario, una noticia atribuible a pocas fuentes... todo eso aleja y acerca al personal, de forma que el núcleo primigenio, se achica. En días claros y con el viento de popa, pelillos a la mar. Sin embargo, el aislamiento, la bunkerización y la desconfianza propia de las vacas flacas propicia, precisamente, que, si te llega la hora y Ferraz o Génova te quieren decapitar, te has quedado tan solo con los 'muytuyos', y son tan pocos los que deben irse contigo que, como decía el tango, sus ojos se cerraron... y el mundo sigue andando. Chau, pibe.

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Por otro lado, los consellers y conselleras. Mus, Cano y Nuria Martínez llegaron con salvoconducto o han ido creciendo, según; Ruth Merino ha entrado en fase tiritona; Camarero no sabe si le removerán la silla o si mantendrá tantas y tan variadas competencias; Valderrama cotizaba al alza pero habrá que ver si se aclara con los protocolos; Barrachina sobrevive a las lenguas viperinas; Rovira tiene bula y Marciano Gómez va por libre. Mañana en Les Corts, todos escucharán a Mazón hablar del futuro Consell sin saber si seguirán en él y si volverán a susurrar al oído del president.

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