El president es, junto al defensor del pueblo valenciano, (Síndic de Greuges), el único miembro de la Generalitat mencionado personal y singularmente. Todo lo ... demás son instituciones. El Estatut lo señala así: «El conjunto de las instituciones de autogobierno de la Comunitat constituye la Generalitat». De ella forman parte Les Corts, el president y el Consell. Además, están las instituciones: Sindicatura de Comptes, Síndic de Greuges, Consell Valenciá de Cultura, Acadèmia Valenciana de la Llengua, Consell Jurídic Consultiu y Comité Econòmic i Social. El jefe del Consell no es cualquier cosa. Tampoco lo son, en la Comunitat, los fenómenos climatológicos. También en el Estatut, en un lugar preferente (en ese mismo artículo, el 14, que en la Constitución se reconoce derechos fundamentales), se indica: «Los poderes públicos velarán por los derechos y necesidades de las personas que hayan sufrido daños causados por catástrofes naturales y sobrevenidas».
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Tenemos una figura de la máxima relevancia política e institucional para los valencianos. Y tenemos un asunto, el de las catástrofes naturales, muy destacado en la arquitectura legal del autogobierno. Por algo será. Cantaba Raimón que en la Comunitat «no sap ploure: o plou poc o plou massa; si plou poc és la sequera, si plou massa és la catàstrofe». Aunque nos olvidamos rápido, está cantado y legislado. Y hasta leído en las noticias de aquel 29 de octubre.
Me sorprende que el president, en la extensa (y buena) entrevista que concedió a este periódico, así como en la de À Punt, se otorgue a sí mismo un papel tan poco determinante en una situación histórica. Desgraciadamente histórica, de esas sobre las que, pasado el tiempo, a la gente se le interroga dónde estaba. Y te acuerdas. «¿Dónde estabas cuando mataron a Kennedy?», pregunta un personaje en 'Night Moves' ('La noche se mueve', de 1975). Al margen de dónde estaba Mazón, que él ya lo ha explicado, la cuestión es si él debería estar en ese momento en un lugar distinto al que estaba y en el que permaneció: o sea, en el Cecopi, y no comiendo en calidad de dirigente del PP. El jefe del Consell explica que su presencia en L'Eliana no era necesaria y que su papel durante horas fue ir dándose por enterado de lo que ocurría, que no era poco, por cierto. Sin embargo, parece que solo hubiera podido cambiar su criterio (y su ubicación) la información de Aemet o la CHJ. Y no lo que transmitieron miles de vecinos que llamaban al 112, las imágenes de À Punt, o las decisiones planteadas por su propio personal de Emergencias. De rebajar la importancia de la presencialidad a defender la ausencia en el lugar más relevante y en el momento más crítico, hay una gran distancia. Y junto a su presencia como líder, está el asunto de su papel en la toma de decisiones.
«Las responsabilidades políticas existen, y el máximo responsable, porque es un asunto de la máxima gravedad, es el president de la Generalitat». Así lo consideró Mazón en 2022 cuando ocurrió lo del tren de Bejís, una negligencia monumental que generó daños físicos y psíquicos a varios viajeros. Una mujer murió un año más tarde. Nadie asumió ninguna responsabilidad, y eso se criticó aquí mismo. Diluir la relevancia del papel de Mazón el 29 de octubre no es sólo rebajar su rol, sino también el de la figura del president, que puede adelantar las elecciones por ley pero que dice no tener misión determinante el día de una alerta roja. En situaciones extremas, si no eres esencial, eres residual. O prescindible, para alegría de Vox, tan poco amigo de los presidents autonómicos.
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