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El abuelo del CAU es de Transilvania

Silviu Lazar, que con 44 años juega a rugby a primer nivel, llegó a Valencia hace 20 | «El secreto está en entrenar más. Quiero ascender a División de Honor y participar en un partido, aunque fueran sólo diez minutos», dice

Miércoles, 6 de noviembre 2019, 23:11

Silviu Lazar no posee el elixir de la eterna juventud ni es un vampiro, aunque naciese en Brasov, en el corazón de Transilvania, hace ya 44 años. «Mi ciudad está a 20 minutos del mítico castillo», precisa. Pero su secreto para seguir jugando a rugby de alto nivel en el CAU Valencia es otro. «Me toca entrenar más. Hacía diez años que no iba al gimnasio. Quiero que logremos el ascenso a División de Honor A y participar en un partido, aunque sean diez minutos», comenta. En ese objetivo de alcanzar la máxima categoría, el equipo entrenado por Ricky Andrew afronta este sábado (16 horas) como local un trascendental encuentro contra un rival directo, el Universidad San Jorge Fénix de Zaragoza.

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"En años anteriores, cuando llegábamos a los playoff se notaba el físico. Lo pagábamos ahí. Esta temporada hay más competencia. Antes no había nadie que me dijera: '¡Abuelo, aparta de ahí!'. Ahora tenemos jóvenes fuertes y con buena técnica", comenta Silviu, que juega como pilier. "Es una posición básica en el rugby donde cuenta mucho la experiencia. Yo soy mejor que años atrás. También es cierto que he tenido suerte con las lesiones. La peor fue una triple fisura de tabique y algún dolor de rodilla", enumera.

Disfruta y se resiste a ponerse fecha de caducidad, aunque admite que esta cada vez se acerca más. "¡Que si no mi mujer me mata!". Pero es que el rugby le ha dado tanto... Silviu llegó a Valencia hace 20 años y le debe casi todo al CAU. "Mi primer trabajo fue aquí", señala en referencia al restaurante El Pederniz, que regenta el presidente del club, Fouad Osseiran. "Es un hermano para mí. Cuando llegué, vivía en una habitación de alquiler. Además, tenía que comer y pagar el autobús. Subsistía con 200 euros", precisa: "Yo no sabía ni una palabra de español pero en la vida, como en el rugby, hay que tirar hacia delante".

En el trabajo lavaba platos, colocaba copas o repartía publicidad. Todo lo que no requiriera hablar. "Al principio me comunicaba con señas, pero aprendí pronto. El rumano tiene 3.000 palabras idénticas al valenciano. En Italia –donde también estuvo–, tardé dos meses y aquí entres ya me expresaba en castellano", señala: "Vivía en Alfafar y a los entrenamientos iba caminando".

Ahora ya no. Reside en Valencia con su mujer. "He trabajado montando casas de madera, de seguridad por las noches, montando alarmas... soy encargado de obra de una empresa de telecomunicaciones. Compré un piso y digamos que mi situación económica es mejor", proclama Silviu. "En el rugby, más que amigos he conseguido una familia. Cuando no tenía un edredón con el que taparme en invierno me lo compraron", precisa. Por eso sigue en el CAU. Y continuará cuando se retire, transmitiendo a nuevas generaciones su amor por este deporte.

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