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Una escultura, una avenida. En el acceso al túnel de las Grandes Vías, medio oculto, el principal recuerdo al Cid, cuya avenida es la continuidad de la A-3. IRENE MARSILLA
La huella de un mito (Y II)

¿Qué queda del Cid en 'su' Valencia?

Poco valorado La ciudad que durante un tiempo llevó el nombre del guerrero apenas guarda vestigios ni elementos urbanos que lo recuerden. ¿Por ser castellano o porque se le aplica el presentismo histórico?

Pablo Salazar

Valencia

Sábado, 5 de julio 2025

Una isla de contenedores a pocos metros, tráfico intenso a la entrada y salida de un túnel, peatones que pasan distraídos, muchos mirando el móvil ... y sin fijarse en la majestuosa escultura ecuestre que corona (nunca peor dicho) la plaza de España. Que más que una plaza es un hueco, un punto de encuentro de varias calles. Ahí, en ese enclave tan poco lucido podemos encontrar la estatua dedicada al Cid, el signo más visible de una figura histórica cuya vida estuvo íntimamente ligada a la ciudad. La conquistó en 1094 y desde aquí cimentó su dominio sobre una parte del territorio circundante. Aquí murió y fue enterrado, en 1099, aunque ante el asedio y posterior reconquista por parte de los almorávides (1102), su cuerpo fue trasladado a Burgos. La obra escultórica, por cierto, es de Juan de Ávalos (nada que ver con el ex ministro Ábalos, éste con b, ni con sus 'sobrinas'; no son familia), aunque se trata de una reproducción de la original, de la norteamericana Anna Hyatt Huntington, que se encuentra en los jardines de la Hispanic Society of America, en Nueva York.

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Una estatua mal situada, el nombre de una avenida, el de un instituto, alguna referencia (no muchas) en los museos y los restos de la muralla musulmana, la fortificación defensiva que se encontró en el siglo XI. Esto es todo lo que queda del Cid en una ciudad que durante muchos años llevó su nombre. Ni un foro, ni unos premios. En 1994 y 1999, el noveno centenario de la conquista y de su fallecimiento pasó completamente desapercibido, ¿Por qué? ¿Por motivos ideológicos? ¿Por ser castellano? ¿Por el presentismo histórico que condena al olvido, cuando no a la condena, a este tipo de guerreros medievales?

Regreso a Nora Berend, la autora de 'El Cid. Vida y leyenda de un mercenario medieval', y le pregunto a través del correo electrónico: ¿Le ha sorprendido que en Valencia apenas se recuerde esta figura histórica?:

Josep Vicent Boira, geógrafo: «Es verdad que está poco valorado, es una figura a la que se podría sacar más provecho»

«No, ¡me sentí aliviada! Hay un museo maravilloso con restos arqueológicos, algunos del siglo XI, que es mucho mejor que los engañosos y a menudo horribles monumentos. Valencia es una ciudad bonita e interesante, no necesita al Cid». (Hummm, me digo, nuevamente el presentismo. Si a todos los personajes históricos les aplicáramos los criterios morales que actualmente rigen nuestra sociedad, pocos pasarían el listón).

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Por el «museo maravilloso» se refiere al de Historia de Valencia, en la antigua sala hipóstila. Que, en efecto, es maravilloso por su continente, el edificio, el espacio que almacenaba el agua. Pero no así por el contenido. De hecho y por increíble que resulte, hay muy poco dedicado al Cid, no es un elemento principal de la exposición.

Por contra, el geógrafo Josep Vicent Boira ratifica que el Cid está «poco reconocido» en Valencia. Y aporta material bibliográfico para destacar la trascendencia del personaje: «Hay una novela histórica, 'La conquista de Valencia por el Cid', de Estanislao de Cosca Bayo, que se publica en 1831, el mismo año en que se edita el mapa 'Plano Geométrico de la ciudad de Valencia llamada del Cid', del académico Francisco Ferrer (1828-1931). Un mapa que en 1845 Richard Ford usaría para su manual de viajeros por España donde habla de Valencia del Cid. Curioso triángulo». De aquella Valencia del Cid, pienso, a una Valencia sin Cid.

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Para Boira habría que destacar «más la relevancia literaria que la propiamente histórica del Cid. Como si fuera una especie de Ivanhoe» (el joven caballero que protagoniza la famosa novela de Walter Scott.

Federico Martínez Roda, historiador, opina que la escasa huella del Cid en Valencia tiene que ver con su origen castellano: «Si su conquista se hubiera consolidado, Valencia habría acabado en la órbita de Castilla, en lugar de en la del Reino de Aragón». Y señala que para determinados sectores políticos, culturales e incluso académicos «no forma parte de los elementos identitarios que definen la Valencia contemporánea». Y a través del Whatsapp me envía fotos del conocido como 'Palacio del Cid' en el barrio medieval La Villa en Requena. Donde, al parecer, se acuerdan más de él que en 'su' Valencia.

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Tres libros

En su libro 'València. La ciudad', Josep Vicent Boira recuerda que Valencia aparece citada un centenar de veces en el 'Cantar del Mío Cid'. Y reproduce una parte del poema, cuando Rodrigo Díaz de Vivar «se regocija de lo conquistado junto a su familia»: 'Se dirigió mío Cid con ellas al alcázar/allí las subió al más alto lugar./Ojos hermosos miran a todas partes,/miran a Valencia, cómo se extiende la ciudad,/y por la otra parte/tienen a la vista el mar,/miran la huerta, frondosa es y grande;/alzan las manos a Dios para alabar...'.

También consigna la visión de los vencidos por el Cid, como la del poeta Ibn Jafacha (1058-1138) «que compuso un bello poema donde se dolía por la caída de la ciudad»: «Cómo se queman los aceros/en los patios de tu alcázar (...) ¿Qué mal, qué espanto, qué miseria traspasan tus murallas?».

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En cuanto a la huella del Cid en Valencia, Boira destaca la muralla musulmana. Y citando a Josep Montesinos, profesor de Historia del Arte, señala que hay que tener en cuenta que los restos visibles de la muralla de época islámica son las construcciones erectas más antiguas de la ciudad (en torno a los mil años). «Los fragmentos de aquella muralla nos acompañan en nuestros paseos por la ciudad, nos escuchan, nos acogen y reciben la luz de la misma luna que los alumbró desde un lejano siglo XI».

Por su parte, en su monumental 'Valencia', Teodoro Llorente rememora la imagen idílica de aquella ciudad, de aquellas tierras: «'Paraíso terrenal por el agua de sus ríos y la sombra de sus árboles' llamábala el ya citado poeta Jafacha, y el célebre Al-Makkarí, aunque no era valenciano, decía: 'Por la abundancia de jardines denomínase Valencia Ramillete de España; su Ruzafa es tenida como una de las mansiones más deliciosas de la tierra; el sol, al nacer, se mira en las aguas de su Albufera; en sus talleres se fabrican los artísticos brocados, que tanto se estiman en Occidente, y presta honor a la ciencia de sus sabios, el ingenio de sus poetas y el valor de sus guerreros».

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En la página 95 aparece la referencia a la denominación de la ciudad: «El héroe burgalés ha dado su nombre a la ciudad del Turia. Valencia del Cid la han llamado y aún la llaman muchos, para distinguirla de otras poblaciones tocayas.. En la epopeya del Campeador, la conquista de Valencia es el coronamiento de todas sus hazañas».

Las referencias al Cid en el clásico 'La ciutat de València', de Manuel Sanchis Guarner, no parecen muy favorables hacia el personaje, del que se destaca su ferocidad: «El Cid (...) reaccionà rapidament i atacà la Rioja (Castella), que devastà amb la seua severitat habitual» (página 56, quinta edición, 1989) o «En la seua politica d'expoliació i terror (...)», (página 59).

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Berend narra que el esplendor de Valencia «fue celebrado por los autores musulmanes incluso cuando se lamentaban por su caída» (página 69). Aquella ciudad recuerda hoy más bien poco a un héroe de leyenda cuya vida fue llevada al cine. Curioso.

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