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En la gran pantalla. Una escena de 'El Cid', la película protagonizada por Charlton Heston, y con Sofía Loren en el papel de doña Jimena, estrenada en 1961. ARCHIVO EFE
La huella de un mito (I)

Juicio al Cid: ¿héroe de la Reconquista o mercenario?

Nuevo libro. La reciente aportación de la catedrática de Cambridge Nora Berend reabre la polémica sobre una figura histórica cuya vida estuvo muy ligada a Valencia

Pablo Salazar

Valencia

Viernes, 4 de julio 2025

Atención, pregunta (yo diría del 'Un, dos, tres' pero va a quedar muy 'boomer'). Imaginemos la escena, un concurso televisivo y el presentador dirigiéndose a una concursante: «¿Qué personajes de la historia de España han servido como argumento principal de películas de Hollywood? Por 26,547 euros es el turno de Manoli, de Plasencia». Y Manoli, empleada de banca, casada y con dos hijos, respondería: «Isabel la Católica, Hernán Cortés, el Cid, Cristóbal Colón...». ¡Tolón, tolón, tolón! Suenan las campanas de los supertacañones (otra vez el 'Un, dos, tres', he entrado en bucle): «Aunque Colón participó en una expedición española y el éxito del Descubrimiento pertenece a España, está generalmente admitido que el marino nació en Génova, por lo que no puede considerarse español. Respuesta fallida». ¡Ooooooohhhhh! (lamento del público ante el error). En realidad, sólo la reina Isabel y Rodrigo Díaz de Vivar pueden presumir del honor de haber merecido la atención de guionistas y productores de la meca del cine.

Hollywood, obviamente, no es un criterio de legitimidad. Y mucho menos si tenemos en cuenta los prejuicios ideológicos aplicados a nuestro país y que tan magistralmente diseccionó y denunció Esteban Vicente Boisseau en su imprescindible 'Hollywood contra España'. Pero sí que indica la popularidad de los personajes. Especialmente la del Cid, que en realidad es el único al que se ha dedicado enteramente una película. Y encima, protagonizada por el gran Charlton Heston.

Pero yo no he venido a esta sección a hablarles de una película de los sesenta sino de un libro de reciente aparición: 'El Cid. Vida y leyenda de un mercenario medieval', de Nora Berend, catedrática de Historia Europea en la Universidad de Cambridge. Una aportación polémica a una figura muy ligada a la historia de Valencia. De hecho, es la ciudad con más referencias en el índice alfabético. El título ya nos indica por dónde va la autora, el uso del término 'mercenario' no engaña.

Berend: «Era un guerrero excelente pero había otros como él. Creó una base de poder independiente para sí mismo»

Pero ¿quién fue el Cid? ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda en su historia y, sobre todo, en 'El cantar del Mío Cid', lectura obligada en la EGB de esos 'boomers' anteriormente citados? El libro de Berend narra cómo prácticamente desde su muerte se construye el mito: «(...) Rodrigo se ha convertido en un defensor del cristianismo, designado por Dios y siempre victorioso» (p. 90). El mito llegará hasta el siglo XX y encontrará en la figura de Menéndez Pidal (asesor histórico de la película) el rigor académico del que carecía el relato. La historiadora sentencia que fue «un hombre de su tiempo, y los hombres de ese tiempo vinculaban el honor a las victorias y a las ganacias». Para concluir: «En el siglo XXI no tenemos por qué aceptar esa perspectiva y seguir adorándola». ¿No es ese el pecado del presentismo?, me pregunto a mí mismo (sabiendo la respuesta).

Es una opinión, por supuesto, bien fundamentada históricamente (una no llega a catedrática de Cambridge tan fácilmente como a ministra portavoz del Gobierno), aunque trufada de ciertos tics y prejuicios muy de nuestra época. No hay más que ver, en la bibliografía, que al hablar del siglo XX español, de la Guerra Civil y el franquismo, su referencia es Julián Casanova, historiador de cabecera del régimen sanchista. Con lo que las izquierdas son buenísimas y las derechas terribles. Berend no puede evitar ciertos estereotipos 'woke' («Las mujeres siguen mostrándose sobre todo pasivas, como las antiguas princesas de Disney») y despelleja la película por considerar que exalta a Franco.

Por medio del correo electrónico la autora responde a algunas de nuestras dudas. La primera tiene que ver con la Reconquista. ¿Fue un plan preconcebido o más bien una sucesión de hechos inconexos?:

«Yo no lo llamaría Reconquista pero creo que hubo dos procesos paralelos. Uno consistió efectivamente en diversos acontecimientos fortuitos que finalmente condujeron al control cristiano de la península. Incluyeron multitud de guerras entre cristianos, planes para conquistar y dividir las tierras cristianas tanto como las que estaban en poder de los musulmanes. Desde luego, no existía un gran plan para 'reconquistar' toda la península. El otro proceso era una conceptualización retórica de lo que estaba ocurriendo, inspirada por los eclesiásticos y asumida por los reyes. Retóricamente, existía la idea de la herencia visigoda; de reyes como Alfonso VI siendo emperador de Hispania; y la noción de que 'los moros' habían sido enviados por Dios como castigo a los cristianos, pero si éstos se arrepentían, Dios les liberaría y les devolvería territorios. Es importante distinguir claramente entre ambos procesos».

¿Guerrero excepcional?

¿La mejor definición del Cid sería decir que fue un guerrero excepcional que se vendía a quien le hacía una mejor oferta, fuera cristiano o musulmán?, pregunto a la catedrática de Cambridge:

«Incluso discutiría lo de 'excepcional'; era un guerrero excelente, pero había otros como él, y sí, era un oportunista que aprovechó las posibilidades de su época. No se limitó a servir a diversos señores, al final creó una base de poder independiente para sí mismo, pero eso también formaba parte de ser un oportunista pragmático».

Leyendo la obra de Berend se llega a la conclusión de que el personaje del Cid fue mitificado y engrandecido. ¿Es un proceso habitual en la Historia?, le pregunto. Y le recuerdo que en el texto cita otros casos, en otros países, como Juana de Arco:

«Es un proceso recurrente, pero sólo afecta a determinadas personas históricas, no a todo el mundo. Esta distorsión mítica depende menos de la persona y los acontecimientos históricos y más de lo que ocurrió después: que alguien pase a formar parte del mito nacional depende de las necesidades de las generaciones posteriores».

La historiadora dedica un capítulo a cómo El Cid fue idealizado por el franquismo pero también explica cómo la izquierda ha tratado de hacer de él un icono de la resistencia contra el poder absoluto, por la leyenda. Pero ambas manipulaciones carecen de sentido, ¿no?, le pregunto. Porque ni fue caballero de la Reconquista ni mucho menos un republicano (en el siglo XI...) que puso límites a la Corona.

«Históricamente, en efecto, no tiene sentido, como intento demostrar en mi libro. El Rodrigo histórico no fue nada de eso. Puedo entender el impulso de 'recuperar' una figura que muchos consideran una parte tan importante de la historia de España, y no cederla a la derecha política. Sin embargo, creo que es una respuesta errónea intentar blanquearlo de otra manera».

Es evidente, le digo, que si aplicáramos al Cid los criterios morales del presente saldría mal parado, como tantos otros personajes históricos. Sin embargo, hay países, o culturas, que evitan este revisionismo histórico. Estoy pensando en Inglaterra y en una figura como Sir Francis Drake, que al fin y al cabo era un pirata. ¿Por qué esta doble vara de medir?

«Creo que la verdadera cuestión no es aplicar los criterios morales del presente», me responde, «sino eliminar las técnicas de blanqueamiento que intentaban crear una supuesta figura histórica que se ajustara a los criterios morales del presente de quienes creaban esos mitos. Por eso es mejor llamarlo desmitificar y no revisionismo histórico, porque mucha gente piensa que el revisionismo histórico es simplemente imponer criterios morales modernos. En cambio, los historiadores que insisten en contextualizar figuras históricas que habían sido mitificadas están restaurando la historia. No es lo mismo que aplicar normas morales actuales. Así, por ejemplo, no estoy diciendo que Rodrigo Díaz debería haberse comportado de otra manera; estoy diciendo que la forma en que se comportaba la gente de la época no es un modelo para nosotros, y blanquear ese comportamiento para convertirlo en alguien distinto de lo que era es ahistórico, es la creación de mitos. Los historiadores pueden estar más atentos a desmitificar figuras que se utilizan en el presente para legitimar algo, y no siempre pueden escribir sobre todos. El hecho de que Drake fuera un pirata es bien conocido, e incluso hay un libro que lleva ese título, 'Sir Francis Drake: the Queen's Pirate', de H. Kelsey».

Boira y Martínez Roda

Hablo también con dos referentes valencianos, dos viejos conocidos, el historiador Federico Martínez Roda y el geógrafo Josep Vicent Boira. El primero, catedrático de Historia Contemporánea en la Cardenal Herrera CEU, ante la pregunta de si El Cid es un héroe o un mercenario, responde rápido que esos son conceptos actuales «que hay que poner en su contexto histórico. Idénticas palabras no tienen el mismo valor en un momento de la historia que en otro. Hoy, 'mercenario, es un concepto desprestigiado, pero entonces no lo era». Y me aclara: «Fue víctima de una afrenta y se convirtió en un caballero de frontera que estuvo al servicio de quien le pagaba. Y por ser tan eficiente en lo que hacía llegó a conquistar Valencia, lo cual tiene mucho mérito». Añade un factor clave: «Es la política la que agranda o empequeñece a los personajes históricos».

Josep Vicent Boira es geógrafo (además de. en la actualidad, comisionado del Corredor mediterráneo). Autor del libro 'València. La ciudad', en el que aparecen referencias de El Cid. Ante idéntica cuestión -¿héroe o mercenario?- aclara: «Las categorías de los personajes históricos son muy variables. En aquella época había alianzas de cristianos contra musulmanes, pero también de cristianos contra cristianos y de musulmanes contra musulmanes. Las identidades eran menos categóricas. Más que de un mercenario hablaría de él como un condotiero italiano, un guerrero que se hace responsable de unos grupos familiares y que prestaba sus servicios a quien le pagaba».

Con ambos profesores, con Nora Berend y con diversas referencias bibliográficas analizaremos en el siguiente capítulo por qué hay tan pocas huellas del Cid en la ciudad que conquistó, en la que vivió y murió.

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