Ya es julio. El cambio de mes no implica nuevos hábitos: se mantiene la distancia social, se convive con la mascarilla, se desconfía de los extraños. A estas alturas del año lo único que hacemos bien, por destacar algo positivo, es lavarnos las manos. En julio la calle arde, el cuerpo lo nota y las cabezas apenas responden. Que sí, que igual son días en los que no procede que cunda el desánimo pero continuamos como en marzo: de lo que va a pasar este verano o el próximo otoño seguimos sin tener ni idea. Los planes permanecen confinados y el futuro en barbecho. Todo el año esperando las vacaciones para esto. Toda la adolescencia estudiando idiomas para acabar hablando con los de siempre. Toda la vida buscando nuestro lugar en el mundo y resulta que está en el sofá de casa, que sigue siendo el mejor sitio desde el que echar de menos la vieja normalidad o, al menos, el más cómodo para aguardar tiempos mejores.