Ocho meses viviendo sin ascensores para bajar a la calle
Los mayores son los que más sufren el aislamiento por el retraso de las reparaciones mientras la empresas dicen que el millar que queda por arreglar son los más difíciles
Carmen Bellver, de 81 años, recibe a LAS PROVINCIAS con una sonrisa en lo alto de la escalera donde vive en un apartamento en Massanassa. ... Baja a la calle con mucha dificultad sentada en una silla oruga que les ha «salvado la vida», según relata su hija Anna, desde que decidieron comprarla a pesar de costar 3.000 euros. La ayuda del aparato es esencial porque la finca carece de ascensor en servicio, al igual que ocurre todavía con un millar de edificios cuando se han cumplido ocho meses desde la terrible dana.
«¡Uy! dicen que a finales de año», responde la hija sobre la fecha de la sustitución del elevador, estropeado sin remedio al quedar la maquina enterrada en lodo y agua el 29 de octubre. Carmen vive en un segundo piso y necesita cuidados diarios por la diabetes que padece y una rotura de pelvis que sufrió hace meses. Otros achaques de la edad hacen que su caso esté en revisión para la dependencia.
«Me gustaba comprar, hacía de todo en la calle», responde mientras mira desde su sillón hacia el balcón del comedor, por donde asoma un día caluroso. «Me la llevaba a la piscina, al spa, para que moviera las piernas», dice su hija. La rotura de pelvis lo complicó todo aunque a la tercera semana ya pudo levantarse de la cama. Pero desde ahí hasta la calle hay un mundo lleno de barreras, para los que necesita la ayuda continua de su familia.
Con la silla oruga ha podido más o menos volver a su vida anterior, paseos y piscina para fortalecer las piernas, aunque con mucha mayor dificultad y con la necesaria participación de dos personas. Carmen echa en falta «todo» de su vida anterior, cuando tenía la movilidad más accesible ayudada por un andador.
Sobre el ascensor, todo son retrasos. «Hasta esta semana no han ingresado el dinero del Consorcio», destaca acerca del peritaje y pago del Consorcio de Seguros. Otro problema son los precios que están recibiendo para las reparaciones del garaje y el ascensor, que no paran de subir.
«El ascensor sería una maravilla», dice mientras su madre se ríe al recordar las situaciones complicadas con la silla eléctrica, que no es fácil de manejar. «Son muchos meses sin poder bajar a la calle con normalidad», destaca Anna, mientras su madre asegura que cuando esté reparado lo primero que hará será «salir a pasear». De momento se entretiene con películas y el programa «de las parejas».
La dana inutilizó unos 7.500 ascensores, según recordó recientemente el secretario de Estado de Política Territorial, Arcadi España. De esa cifra, ocho meses después todavía queda un millar por reparar y la previsión es acabar los trabajos a finales de este año, con lo que muchos vecinos cumplirán doce meses sin elevadores disponibles.
De ahí que se haya pedido a los Ayuntamientos una lista de prioridades, pensando en las personas mayores y residentes de movilidad reducida. De momento hay un listado de 125 casos, aunque la cifra no para de subir. ¿Se puede acelerar el proceso de reconstrucción? ¿Es posible controlar los precios para evitar abusos a las comunidades?
El presidente de la Asociación de Empresas de Ascensores de la Comunidad Valenciana (Ascencoval), Emilio Carbonell, dice sobre lo segundo que es un asunto entre la empresa contratada y el administrador de la finca, aunque anima a comparar precios. «Siempre comento lo mismo, somos muchas empresas en el sector, alrededor de 50 en Valencia, y muy diferentes, desde locales hasta multinacionales. Cada uno tiene su tarifa y su manera de hacer las cosas, sus procesos», explica sobre la disparidad de precios. «Siempre animo a que, aunque sea un mercado regulado con mucha normativa, es un mercado libre que se pueden buscar otras ofertas», concluye.
Otro de los problemas para agilizar los plazos de las reparaciones es que no hay un modelo estándar de elevador y prácticamente están personalizados. «Al final es como las casas, que no son iguales. Los huecos son de medidas diferentes o unos ascensores tienen una puerta y otros dos. También depende del sistema de tracción si es eléctrico o hidráulico porque no sirven las mismas piezas», cita.
En otras ocasiones, la reposición de una puerta dañada por ejemplo da pie a toda una investigación. «Hay que ver si el fabricante todavía existe para pedirla y en caso contrario, entonces hay que hacerla nueva», dice sobre las piezas a medida para esa instalación. Es una de las explicaciones que da Carbonell para la demora actual.
«Ahora son las reparaciones más complicadas, las de antes eran más sencillas, pero ahora estamos en piezas especiales o ascensores completos», señala sobre aquellos casos donde la renovación debe ser completa.
El intrusismo es un problema residual en el sector, comenta el responsable de la asociación. «Estamos muy regulados y con formación específica. Tampoco se puede coger gente de fuera; el mejor mecánico alemán de ascensores no puede trabajar en España porque tiene que convalidar el título. Estamos muy vigilados y hay mucha responsabilidad», señala.
Acerca de las lecciones que arroja esta dana, demanda que el sector sea considerado «esencial», al contrario de lo que pasó en el Covid. Eso permitirá que las personas con movilidad reducida tengan una respuesta más rápida cuando sucede una catástrofe de este tipo. Y en la parte técnica, que las instalaciones estén situadas en la parte superior.
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