Felipe y Constanze, con su casa medio derruida. Iván Arlandis
LA GRAN TRAGEDIA

Un año sin soluciones para los vecinos de la calle Almassereta: «Sólo queremos dignidad»

El Ayuntamiento de Picanya suspendió las licencias de obra a las viviendas junto al barranco y los vecinos exigen una «justa» solución: «Lo peor no es lo que sufrimos la riada, es lo que nos están haciendo pasar»

Gonzalo Bosch

Valencia

Martes, 21 de octubre 2025, 00:19

La calle Almassereta, en Picanya, ofrece una de las mejores instantáneas para entender los efectos que produjo la riada del 29 de octubre en ... media provincia de Valencia. Unas viviendas en pie. Otras apuntaladas. Algunas directamente derruidas. Vecinos que no han podido volver un año después y otros tantos que no se quieren marchar. Casi 365 días sin que las administraciones esclarezcan cómo pretenden solucionar su situación, con una realidad sobrevolando que es capaz de hundirles psicológicamente: «lo que está claro es que la calle desaparecerá». Los afectados reclaman que se aclare su futuro y «que sean justos con nosotros».

Publicidad

Los vecinos de esta calle junto al barranco del Poyo en Picanya supieron en mayo de este año (siete meses después de la tragedia) que la intención de su Ayuntamiento era eliminar la vía como medida de seguridad ante nuevas avenidas. Con el paso de los meses y la presentación de los parques inundables de la Generalitat, todo parecía encajar. Por dicho motivo, el Consistorio negó la licencia de obras a cualquier vivienda de la calle con daños estructurales. De esta manera, varios vecinos no volverán nunca a su hogar. Otros, con la casa en pie, se las han arreglado para adecentar de nuevo las cuatro paredes que les cobijan.

Felipe y Constanze Vecinos sin casa

«No queremos más de lo que hemos perdido, pero tampoco menos»

El matrimonio junto al olivo que sobrevivió. Iván Arlandis

Después de casi un año, la situación de cada vecino es un mundo. Como en el caso de Felipe y Constanze, un matrimonio de jubilados cuya vivienda se ha derribado parcialmente por seguridad. Hoy sigue siendo un montón de escombros, y lo que es peor, un horrible recuerdo de aquella noche del 29 de octubre. «A nosotros nos pilló fuera de casa. Cuando quisimos llegar un Policía nos cortaba el paso. Dimos la vuelta a la manzana y el agua empezó a venir, así que acabamos pasando la noche en el piso alto de unos vecinos», explica la mujer.

«Desde entonces, vivimos en un piso de los Servicios Sociales del Ayuntamiento, por lo que a ese respecto estamos muy agradecidos», explica Constanze. Sin embargo, tanto ella como su marido apenas pueden soportar la situación actual. «Vivimos en un limbo. A los siete meses nos informan que no podemos rehacer nuestra casa. Nos dicen que por seguridad nos debemos trasladar unas calles más arriba. ¿Quién va a pagar esas nuevas casas? ¿Cuánto nos van a dar por nuestra casa actual? ¿Cuándo tendremos nuestra propia casa de nuevo?», se preguntan.

Publicidad

Felipe explica a este diario que desde el Ayuntamiento de Picanya ya se le ha hecho una oferta por su terreno a cambio de 800 euros el metro cuadrado. «Por supuesto me he negado. Nosotros no queremos más de lo que hemos perdido, pero tampoco menos», explica el hombre mientras enseña lo que queda de su hogar. En el patio interior, entre escombros de las paredes derruidas, se mantiene en pie un olivo. «Este árbol nos ha acompañado desde que lo plantamos hace años. Aguantó la fuerza del agua. Si me van a quitar mi casa por un parque fluvial, ojalá se pueda quedar y pase a formar parte del entorno», desea Felipe. Porque el hombre sabe que su casa no volverá a estar ahí nunca más, pero sabe que su olivo «es un símbolo de cómo los vecinos de la calle aguantamos lo que pudimos».

La mujer se ha resignado a aceptar que su calle, tarde o temprano, desaparecerá. Por ello, pide que «sean justos con nosotros para buscar una solución». Los vecinos aseguran sentirse «a favor del parque fluvial para proteger a los pueblos», pero exigen una mayor comunicación acerca del plan que tengan las administraciones con su situación. «Hemos perdido la visión de futuro y el tiempo pasa. El tiempo no pasa igual para nosotros que para gente joven. Hemos perdido nuestro estilo de vida, y sabemos que no nos queremos ir de Picanya. Necesitamos saber qué van a hacer con nosotros», terminan Rafael y Constanze.

Publicidad

Manuela Vecina de la calle Almassereta

«Lo peor no fue lo que pasamos el 29-O, es lo que nos están haciendo pasar»

Manuela, frente a su casa en la calle Almassereta. Iván Arlandis

En el caso de Manuela, afortunadamente su vivienda aguantó la embestida del tsunami que arrasó casi toda la calle Almassereta. «Mi casa está reconstruida sobre el lugar donde ya vivió mi familia. Al tener buenos bloques de hormigón mi casa aguantó, aunque todas las cristaleras que tenía reventaron», explica. La mujer recuerda grabar la entrada de agua a su salón desde los primeros escalones de su casa. Cuando la cristalera cedió y entró la gran ola de golpe, subió rápidamente al piso más alto. Como ya hemos escuchado en muchas ocasiones, Manuela pronuncia la frase que muchos vecinos de l'Horta Sud sentirán propia: «Estoy viva de milagro»:

Al no tener daños estructurales, ella sí ha podido recuperar su casa y sigue viviendo en una calle que pretenden tirar abajo: «Lo único que hacen es desgastarnos. Nos enteramos extraoficialmente del plan de los parques inundables, para los cuales nos tienen que sacar de aquí».

Publicidad

Manuela asegura estar «agotada» con la situación. «Siempre nos dicen que es por nuestra seguridad, pero no nos dicen nunca la verdad. Dicen que nos ayudarán en todo y un año después la calle está igual. Yo tengo mi casa arreglada gracias a voluntarios. Me he peleado con el Ayuntamiento y hasta con otros vecinos de la calle por quedarme en mi casa. Entiendo que haya gente que esté dispuesta a marcharse, pero yo siempre defenderé mi calle», indica Manuela.

La vecina se muestra cansada, resignada y abatida. Considera que su Ayuntamiento «no ha sido sincero en ningún momento. «Tardaron casi 100 días en darnos una cita para hablar. Tuvimos que ir nosotros varias veces sin cita para expresarles nuestro enfado. Siento que nos engañan constantemente», explica la vecina, que asegura que la situación habría sido distinta «si hubieran ido de cara desde el principio. Nuestro drama (el de los vecinos de esta calle) no es lo que hemos pasado o pasamos aquel día, si no lo que nos están haciendo pasar con tanta incertidumbre».

Publicidad

José María y Elena Vecinos afectados

«Ojalá supieran lo que ha sufrido mi madre el último año sin su casa»

José María junto a su madre, Elena. Iván Arlandis

«Elena. Com està la teua casa?» pregunta amablemente el periodista a la residente de la calle Almassereta. «La meua casa? Ara bé que ja l'han arreglat. Falta saber quant me durarà fins que en facen fora d'açí», dice tratando de reír pero con lágrimas en los ojos. Elena es una mujer de 80 años que nació en la misma casa en la que vive ahora. Su vivienda, sin daños estructurales, también se ha podido reformar. «Después de lo que ha pasado mi madre, yo no le tengo que pedir permiso a nadie para devolverle su casa», asegura José María, su hijo. Pese a que las licencias de obra en la calle se suspendieron, él arregló el lugar donde creció para que su madre recuperara su vida.

«Mi madre los primeros meses pasaba tres días con mi hermano y otros cuatro con mi hermana. Ahora con la casa arreglada a recuperado su vida. Mete la llave en su cerradura y vuelve a sentirse en su hogar. Eso es lo que le quiere quitar este Ayuntamiento a mi madre», asevera con rabia contenida José María. «Esta situación genera una molestia incalculable. Si gran parte del pueblo se inundó, ¿por qué los vecinos de esta calle tenemos que irnos y aqellos a 200 metros que también se vieron con el agua al cuello se pueden quedar? A mí alguien me tiene que explicar el interés que hay detrás», continúa José María.

Noticia Patrocinada

El vecino explica que el Ayuntamiento pretende convertir el polígono detras de su calle en un barrio residencial, asume que si siguen adelante la calle Almassereta desaparecerá, pero no está conforme con las condiciones. «Mi madre tiene aquí una casa de 80 metros cuadrados por dos pisos. A mi no me pueden ofrecer 800 euros por el metro cuadrado por el terreno. eso son unos 70.000 euros. ¿Qué va a hacer mi madre con ese dinero?» lamenta José María.

«Ojalá todos los que van a tomar esta decisión tan a la ligera sufrieran durante una semana lo que lleva sufriendo mi madre desde la riada», indica y añade, «si es verdad que los quieren trasladar aquí detrás, que les den lo que ya tienen aquí: una casa en la que vivir y que sea su hogar», termina antes de volver dentro, con su madre, y disfrutar lo que les queda en esa vivienda.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio

Publicidad