El futuro de la Comunitat visto por los arquitectos: «Valencia ha perdido la escala humana y hay que recuperarla»
Cuatro jóvenes profesionales debaten sobre el papel de la profesión, la necesidad de planificación y de afrontar el gran problema del siglo XXI, el acceso a la vivienda
Hay una mirada fresca en los jóvenes que hay que escuchar. Una generación que quiere renovar ideas y tomar el mando de un futuro que les incumbe, y mucho. LAS PROVINCIAS ha puesto en marcha, con motivo de su 160 aniversario, una iniciativa para dar voz a quienes van a liderar la Comunitat Valenciana de las próximas décadas, a quienes se van a convertir en los protagonistas de esa sociedad que siempre queremos que vaya a mejor. Y, en este caso, lo hemos hecho con cuatro arquitectos, en un sector, el inmobiliario, que está inmerso en uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta el siglo XXI, el del acceso a un lugar donde habitar, pero también con la mirada puesta en retos como la movilidad, la despoblación de las zonas rurales o el cambio climático, y que inciden directamente en la manera de entender la forma de vivir.
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Así, los cuatro jóvenes arquitectos que se han sentado en el sofá que simboliza el análisis sereno hacia el futuro son Sara Portela, directora de Open House, Marina Victoria, arquitecta al frente de su propio estudio y que ha realizado el proyecto de Casa Axis; Ester Blasco, fundadora con su pareja de HB Arquitectura y profesora de Secundaria en Algemesí, donde ha vivido en primera persona los efectos de la dana, y Adrián de Arriba, socio fundador de SahuquillodeArriba, después de haber pasado por estudios de renombre como el de Ramón Esteve.
Los inicios de un arquitecto fue uno de los primeros temas que se puso sobre la mesa, las dificultades para encontrar un discurso propio. Ester Blasco lo dice claro: «Al salir de la carrera estamos un poco perdidos». Es en los primeros encargos cuando se comienza a transitar un camino, y «casi sin querer, te vas autoconociendo, definiendo una identidad».
Adrián de Arriba cree sin embargo que en la universidad se pone demasiado énfasis en ese tema de la identidad, en buscar quién eres. «Mi socio Guillermo y yo venimos de dos estudios con un estilo muy claro; nosotros intentamos huir de este modo de entender al arquitecto y apostamos más por la técnica en vez del estilo». Marina Victoria añade: «en mi caso necesité varios años para formarme técnicamente y ganar seguridad en las obras».
El proceso de Sara Portela fue algo distinto, ya que ha encontrado en la vinculación entre el mundo de la arquitectura con la sociedad una vía donde se ha encontrado muy cómoda. «La arquitectura está en el centro y la gente no es consciente de hasta qué punto el diseño urbano y arquitectónico influyen en sus vidas».
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Sara Portela habla así de concienciar sobre la importancia de la figura del arquitecto, en una sociedad que tiene desafíos importantes por delante. «'Sapiens', de Yuval Noah Harari, habla de cómo se ha construido la sociedad basada en pequeñas comunidades autónomas; ahora, de repente, vivimos en un mundo globalizado. Pero debido a la situación geopolítica actual nos hemos encontrado más desubicados, y empezamos a sentir la necesidad de volver a lo local».
La directora de Open House cree que también la arquitectura y la planificación urbana han sufrido esta corriente globalizadora, «como si todas las ciudades tuvieran que ser iguales o como si todos los materiales y técnicas constructivas tuviesen que ir en la misma línea. Y creo que debemos volver a entender nuestras raíces y pensar en lo local». Pone como ejemplo la directora de Open House la barraca valenciana. «¿Por qué tiene esa orientación y esas ventilaciones? Porque responde a su entorno más inmediato. Nos habíamos olvidado de esa idea y nos habíamos ido todos a hacer lo mismo».
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Ester Blasco añade un fenómeno que también es característico de las últimas décadas, y es el traslado de la población de los pueblos a las grandes ciudades. «Esa masificación está perjudicando la calidad de vida de los ciudadanos a costa de una despoblación que tiene además un coste en la identidad. «Nos podríamos preguntar por qué ahora la gente prefiere las ciudades. Nosotros somos de pueblo y eso lo vemos en nuestro día a día. Que vengan a trabajar a Algemesí cuesta mucho más».
Marina Victoria cree que se trata de una realidad mundial. «Hay estudios que dicen que en 2050 el 70% de la población va a vivir en las ciudades. En España, el 88% de la población española ya vive en el 27% del territorio, y no creo que se pueda cambiar. Lo que hay que intentar es dar con la escala humana de las ciudades». Con respecto a Valencia, cree que ha mutado muchísimo en estos últimos quince años. «Estamos en un momento en el que la ciudad puede perder esa calidad de vida, esa escala tan buena que siempre ha tenido, y es lo que ha atraído a muchísima gente, con el riesgo de convertirse en otro Barcelona o Madrid. Por ello es un momento muy importante para trabajar por evitar perder esa escala».
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Adrián de Arriba coincide con Sara Portela en ese concepto de la arquitectura como sentido de pertenencia. «Ahora mismo, la misión del arquitecto ya no es tanto de forma ni de técnica, sino que más bien es un generador de emociones». También está de acuerdo en que Valencia adolece actualmente de una escala humana, «debido a que quizás su infraestructura verde es poco eficiente. La ciudad está gentrificada; no vamos a intentar volver al pueblo, sino que las políticas de planificación urbanística tienen que ir tendentes a que la ciudad se convierta en pueblo, que adquiera una escala muchísimo más humana».
Las nuevas generaciones han cambiado la forma de socializar, según Ester Blasco: «Somos una generación con más planes de los que tenían nuestros padres o abuelos, y necesitamos esos espacios verdes, pero también sociales y culturales que nos generen tranquilidad, calma, bienestar personal. Podría ser la marca Valencia. E identificar la ciudad con salud, con tiempo».
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Marina Victoria apunta a los hitos que sí se hicieron bien en Valencia, como el cauce del Turia. «Hay un eje verde que no tienen muchísimas ciudades, así que lo que hay que hacer es seguir trabajando en este sentido, como en la Marina». Apunta Sara Portela que Valencia tiene un problema con la planificación urbana por el desfase temporal con respecto al avance de la sociedad, y recuerda una frase de José María Tomás. «Dijo que los grandes proyectos urbanos toman treinta años desde que se empieza a hablar de ellos hasta que finalmente se ejecutan, y hay ejemplos tan claros como el del Parque Central, pero también la desembocadura del Turia».
Adrián de Arriba incide en la importancia de esa planificación para saber hacia dónde vamos. «Valencia tiene una identidad muy marcada, que es la huerta, el río, su ubicación, el mar... Pero a día de hoy no se acaba de entender. Sí a nivel turístico pero, ¿cuánta gente participa de esta idiosincrasia?».
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Sara Portela apunta además a la necesidad de que para planificar es necesario que haya más cooperación y menos confrontación, y habla del papel de Open House. «Es una de las claves para que los proyectos, las ideas o la pedagogía pueda llegar, porque si no vamos todos a una, al final se genera la ley del más fuerte, ventajoso para el más fuerte pero totalmente destructivo para la sociedad». Ester Blasco suma al debate el concepto de movilidad, no sólo en la Valencia más urbana, sino en su conexión con el área metropolitana y la provincia. Dónde aparcar, cómo moverse, la aparición de otros medios de transporte y la necesidad de ordenarlo todo debe, según Ester, marcarse como objetivo en ese futuro planeamiento. Y en este punto Marina Victoria lanza una pregunta. ¿Cuanto ha crecido en diez años Valencia? «Hace una década, salir del centro de Valencia hacia la universidad era fácil. O llegar a la pista de Silla. Ahora es un problema que incide en la manera de relacionarse de dentro hacia afuera y al revés».
Sara Portela apunta a que existen estrategias para ello, basadas en un buen sistema de transporte público. «La ciudad ha crecido exponencialmente en vitalidad, en población, en movimiento y en actividad. Pero el transporte público se ha quedado en el aire». Y pone como ejemplo viajar desde Algemesí, como lo hace Ester Blasco. «Si tuvieras una bolsa de aparcamiento conectada con el centro de la ciudad a través de transporte público mucha gente lo usaría. El transporte público es más económico pero los tiempos siguen siendo insostenibles».
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Como buena profesora, Ester Blasco trae al debate la necesidad de la educación para que las futuras generaciones cambien su manera de vincular, de moverse, mientras que Marina Victoria, sugiere cómo el transporte puede llegar a ser un tema cultural. «En Madrid te metes al metro sin pensarlo». Coincide Sara Portela en esta idea, que completa Adrián con el concepto de educación que permitiría, por ejemplo, que la cultura del diseño estuviera tan asentada en España como en otros países. «La gente no busca un arquitecto por lo bien que diseña, sino porque necesita construir. Se debería entender lo que podemos llegar a aportar los arquitectos con nuestra formación y con nuestros diseños, ya no sólo a nivel territorial, sino también en todo lo que se refiere a vivienda, espacio público o infraestructuras». Es esta, la de buscar un arquitecto únicamente para firmar un papel, una realidad con la que se han encontrado en demasiadas ocasiones.
La necesidad de poner en valor a los profesionales ya en el papel que ejerce en el diseño de una vivienda es el siguiente tema que aparece en el debate. Marina Victoria apunta una idea, la de la neuroarquitectura: «Se ha comprobado que ayuda al bienestar de las personas. Y no es lo que nos han enseñado en la carrera, más centrada en la estética; lo más importante es trabajar en lo cotidiano, en que las personas se sientan mejor y conseguir regenerar la ciudad para que sea más inclusiva y más amable».
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Ester Blasco habla la necesidad de concienciar a los clientes, que no saben hasta qué punto los arquitectos pueden llegar a trabajar por ese bienestar, calidez y calidad humanas al habitar una vivienda, «buscando materiales lo más locales y ecológicos posibles para volver a aquella idea inicial que hablábamos como la identidad del espacio». Adrián de Arriba apunta a esa falta de conexión entre arquitectos y sociedad que Open House intenta mitigar. Para Marina Victoria, educar al cliente es muy importante, aunque añade una función a otro nivel: «Intentar cambiar ese modelo especulativo que hay ahora mismo, con un Estado del Bienestar que en Europa está desapareciendo». Propone en este sentido el modelo de cooperativas, que puede ayudar a crear una ciudad mejor. «Ahora, al crear un edificio, estás pensando en el promotor, en quien te va a pagar. Pero es una idea equivocada porque hay que pensar en quien va a vivir ahí. Y ahí también nosotros nos equivocamos».
Ester Blasco está muy de acuerdo con Marina, y habla de proyectos de cooperativas en Barcelona y el País Vasco. «Es cierto que se trata de un proceso mucho más largo, de conocimiento, no sólo de quien va a habitar allí, sino también de cómo se gestiona, cómo se relacionan entre ellos y incluso sobre la manera de vivir». Sara Portela recuerda el ejemplo en Valencia de Espai Verd. «Es muy interesante el modelo y está fenomenal que se promueva, pero también es verdad que no todo el mundo puede involucrarse tanto en esos procesos tan largos». Marina le responde: «Si las instituciones ayudaran sería mucho más sencillo». Coinciden en que en realidad hay que ir más allá y «revisar los modelos especulativos y capitalistas que invaden el sistema. La vivienda es un bien de primera necesidad y actualmente hay un problema habitacional. ¿En manos de quién acaban las viviendas que se construyen? Hay que estudiar mejor quién es el destinatario final al que está llegando, porque gentrificamos las ciudades».
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Habla Sara de que ya se está regulando el mercado de viviendas vacacionales, pero hay que trabajar mucho más en que el sistema esté equilibrado». Adrián asume que el mayor problema al que ahora mismo se enfrenta Valencia es la vivienda. «La gente de nuestra edad no puede acceder en unas condiciones dignas, y habla de soluciones, además de cooperativas: ayudas a la rehabilitación, dar una solución a las viviendas y solares vacíos y regular mucho más el alquiler turístico y vacacional. Las viviendas públicas es otra opción que aparece en el debate, y Ester Blasco propone que se destinen a jóvenes.
¿Y si hablamos de cómo van a ser las viviendas del futuro? La realidad ya apunta, sobre todo después del Covid, en la necesidad de la sociedad de mirar hacia adentro, de cuidar el lugar donde se habita, de pensar en terrazas, jardines y espacios polivalentes porque el modelo de familia y de trabajo ha cambiado. «Nos hemos encontrado que el mundo puede ser un lugar inhóspito por pandemias, riadas, cambio climático... Y nuestra forma de vivir y de relacionarnos cambia. Junto a los retos climáticos, como la necesidad de protegerse ante el calor extremo, se suman nuevas necesidades de las personas que viven solas, acompañadas, con familia, sin hijos. Y creo que ahí pues hay todo un debate todavía por desarrollar».
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Adrian de Arriba concluye: «Nos gustaría que se nos escuchase más, sobre todo en las instituciones». Seguir poniendo en valor el papel de los arquitectos es una de las tareas de futuro, para los cuatro. «La sociedad tiene que confiar más en nosotros».
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