Benidorm, el milagro del bikini y el turismo
El dinámico alcalde Pedro Zaragoza Orts viajó al palacio del Pardo con su Vespa, y la leyenda dice que logró detener la cruzada del arzobispo contra el bañador dos piezas
La veintena larga de pruebas nucleares que Estados Unidos realizó entre 1946 y 1958 en el remoto atolón de Bikini, en el Pacífico, logró que un tipo de bañador femenino de dos piezas, que existía desde muchos años atrás, quedara bautizado como bikini en su regreso, en los felices 50. En pocos tiempo se convirtió en una pieza clave en los años iniciales del turismo español y benidormí. El famoso viaje que el alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza Orts, hizo con su Vespa hasta el palacio del Pardo, para convencer a Franco -o mejor a su esposa, Carmen- de lo razonable que era hacer 'la vista gorda' con el traje de baño que las turistas quisieran lucir, tiene aires de leyenda; pero todo indica que fue un viaje verdadero; y además muy útil para el desarrollo de la entonces pequeña localidad costera.
El arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, fue muy estricto en cuestiones de vestimenta para el baño público. En 1951 ya se celebró en Valencia un primer congreso nacional de Moralidad en las Playas, con aportaciones muy rigurosas que, durante unos años, fueron aplicadas en la costa valenciana mediante bandos y normas de los gobernadores civiles respectivos. Pero la avalancha del bikini fue imparable y, a finales de la década de los años 50, el turismo exterior, singularmente francés e inglés, se unió a los veraneantes procedentes de Madrid, y de Valencia misma, para transformar el aspecto, la vocación y la forma de vida de una aldea de pescadores, hasta hacer de ella lo que hoy es: una metrópoli turística única en el mundo.
En 1952 la prensa describía a Benidorm como un paraje idílico; un lugar de arenas limpias y aguas tranquilas, con vecinos dedicados a la pesca y -alguna vez- al inocente contrabando de tabaco. El hotel Planesia era su principal recurso turístico, aunque se estaban terminando las obras del hotel Costa Blanca, que presumí de «estar a 40 metros de las olas». Sus cincuenta habitaciones iban a tener «agua corriente, cuarto de baño y agua caliente»; pero es que además «muchas de sus habitaciones gozan de terrazas individuales con vistas al mar, es decir que sin salir de la habitación se disfrutan todas las delicias de tan magnífico lugar».
El alcalde fue un pionero. Viajaba a Londres con periodistas alicantinos y valencianos a publicitar su playas y la gastronomía
Por esa época, el alcalde, nombrado por el gobernador en 1950, ya era Pedro Zaragoza; e informaba a la prensa que, dado el incipiente tirón de visitantes, el principal empeño municipal era «la ampliación del abastecimiento de aguas, lo que se efectuará en breve tiempo con ayuda de las autoridades provinciales, aumentando el caudal de dos litros a 25 por segundo». También se proyectaba, en 1952, «un mercado central de abastos», mientras se procedía a pavimentar «la alameda del Generalísimo Franco», principal vía urbana de la población. Además del nuevo Hogar del Camarada y del centro rural de Higiene, Benidorm proyectaba construir una nueva escuela.
En el año 1956, sin embargo, Benidorm llegó a los 12.000 veraneantes, que era mucho para solamente 3.000 vecinos. La población, olvidada ya la vieja vocación marinera y pescadora, estaba decidiéndose por la tabla de salvación del turismo. Consuelito García, una madrileña de apenas 20 años, fue elegida Miss del Verano en el curso de una fiesta que organizó Álvaro, el popular barman valenciano. El alcalde, siguiendo su costumbre, lo hizo todo de un modo ampuloso y festivo: el promotor de Chacalay y Capri, en Valencia, dispuso de una terraza asentada en la misma playa, con profusión de adornos y luces. La presencia en la fiesta de periodistas y fotógrafos, procedentes tanto de Valencia como de Madrid, puso el resto de cuanto don Pedro necesitaba.
En los años 50, el turismo exterior se unió a los veraneantes españoles para transformar el aspecto de la aldea
Planos y planes
Con todo, el verdadero 'descubrimiento' del concepto de Benidorm se produjo en el verano de 1957. Fue el año del viaje del alcalde al palacio del Pardo, pero, según publicó LAS PROVINCIAS, fue también el de la aprobación de un primer plan urbanístico que permitió transformar en solares todo el territorio del término -almendros, olivos, viñas, algarrobos, pinos- lindante con el mar. Alejandro García Monerris fue el joven periodista encargado de dar a conocer lo que hoy ya es historia en nuestras páginas: el gran plano rector de las alineaciones urbanas sobre bancales y curvas de nivel.
«Pueblo claro y recogido. Casas volcándose sobre cantiles color limón; casas con lomas de faluchos. Pasa la brisa sobre el mar como una gaviota deslumbrante…» García Monerris hizo poesía en su reportaje; pero también dijo que Benidorm, que describió como una población en crisis, había cambiado de repente para estar de moda. Y ello gracias a un alcalde que hacía cosas como ir a Londres, con periodistas alicantinos y valencianos, a hacer publicidad de su playa y a llevar de paso naranjas y limones de la tierra a la reina Isabel, una noticia que salió publicada en los tabloides sin coste alguno. El alcalde era un hombre listo, emprendedor, y no se detenía ante la costumbre.
«Quien vaya a Benidorm después de algunos años de ausencia, quedará asombrado», escribió García Monerris en nuestro periódico, que dedicó sus páginas de huecograbado a publicar imágenes, ya anticuadas, de un Benidorm que se estaba perdiendo. «Existen cafeterías, boleras, cines al aire libre y tiendas de lujo». En su reportaje contabilizó 22 hoteles nuevos «y vi los esqueletos en construcción de otros seis». Las construcciones privadas que estaban en marcha suponían una inversión de 70 millones de pesetas. Mientras tanto, aquella idea de los 25 litros de agua, se había transformado en la búsqueda afanosa de caudales de los ríos Algar y Guadalest, para abastecer a una población futura de unas 60.000 personas. El plan ya era algo serio: valorado en 10 millones de pesetas, estaba en marcha mediante la suscripción de obligaciones y cuotas anuales de los usuarios.
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El festival de la canción
'El Tío Quico' era un popular quisco del Benidorm de los tiempos pioneros. Pues bien: allí nació el concepto de celebrar un festival musical parecido al de San Remo, entonces la más popular playa de la Riviera italiana. El insustituible Pedro Zaragozá y el periodista Juan Carlos Villacorta fueron quienes trazaron la idea, junto con el también periodista Teodoro Delgado. La reunión tuvo lugar en el año 1958; y en julio de 1959, en el Manila Park benidormí, se celebró la primera edición del Festival, acogido al patrocinio de la Red de Emisoras del Movimiento (REM). La canción ganadora fue la pegadiza 'Un telegrama', que cantó la chilena Monna Bell; el segundo premio se lo llevó otra canción de melodía muy pegadiza en el momento: 'Amor calladito'.
En todo caso, los sucesivos festivales contribuyeron de modo extraordinario a divulgar la imagen de una ciudad que creció y creció hasta convertirse en una metrópoli gigantesca, cuajada de rascacielos, que todavía está muy lejos de poner punto final a su crecimiento.
En la actualidad, Benidorm, al margen de los apartamentos, dispone de unas 41.000 plazas hoteleras en 141 establecimientos. Ese parque, atendido por más de 6.000 empleados, permite atender, según cifras de 2024, a 2,8 millones de visitantes, que supusieron 15,4 millones de pernoctaciones.
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