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t Homenaje. Enrique y Pep a la izquierda, junto al resto de la plantilla del 71 en un homenaje en Mestalla. JESÚS SIGNES

La mejor cosecha de Puçol

Pep y Enrique, de familia de labradores, lograron en Sarrià la inédita imagen en la Liga de dos hermanos campeones. El primero fue un líder y el segundo, que subió del filial esa temporada, el mejor revulsivo

LOURDES MARTÍ

Domingo, 11 de abril 2021, 00:27

La historia de Pep y Enrique Claramunt es la de dos aficionados del Valencia que llegaron a defender el escudo del club de sus vidas. Quizás no pueda ni calificarse como que aquello era un sueño. Ni siquiera imaginaban, dando pelotazos entre los naranjos de su localidad natal, Puçol, que su destino no iba a ser el campo. Ellos consideraban que los Pasieguito y demás estaban muy lejos de unos chicos humildes.

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Pep (10 de julio de 1946) anhelaba ser Antonio Puchades: «Palabras mayores». Lucía el dorsal 6, el mismo que él llevaría con igual respeto. Dicen los que lo vieron jugar que era clase pura. Lo hizo de casi todo: «Empecé de extremo derecha con Mundo, también lo hice por la izquierda y de interior. Me gustaba apoyar al medio del campo y más por el interior. Al final acabé por el centro y fue donde dicen que completé mis mejores años». Sin embargo, la calidad era independiente de su posición, fue internacional con 22 años.

Del Valencia que ganó la Liga recuerda «la ilusión y las ganas». Como todos, recibió como una sorpresa ser la mejor escuadra en una temporada en la que su hermano Enrique (12 de julio de 1948) subió al primer equipo. La ajustada economía provocó que Claramunt II, como se le bautizaría en las crónicas de la época, que había ofrecido un gran rendimiento con Manolo Mestre en el filial, diese el salto.

Pep jugó más de media temporada con el dedo roto y una lesión de Valdez llevó a Enrique a ser titular en Sarrià

Dice Pep que Enrique no tuvo el reconocimiento que merecía como futbolista por ser su hermano: «Lo perjudiqué más que beneficiarlo». El pequeño de los Claramunt anotó 5 goles esa campaña, como Valdez. Se convirtió en un gran revulsivo en una delantera que en total anotó 41 tantos en un equipo caracterizado por la solidez defensiva.

Pero en Sarrià, en el día que el Valencia tocó el cielo 31 años después, fue titular, cosas del destino. Valdez se lesionó en la penúltima jornada de la temporada. «Quiero jugar aunque sea con una pierna», dijo el argentino tras el encuentro frente al Elche. Pero aquello era grave y Enrique compartió once junto a su hermano, quien jugó demasiados partidos por empecinamiento de Di Stéfano. En la jornada 14, el fin de semana del 20 diciembre de 1970, Pep se rompió el dedo pequeño del pie.

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No se entrenaba entre semana para estar a punto para cada partido. Siente esa espinita porque considera que su rendimiento se «notó». Pisaba mal y cree que el Valencia habría logrado más victorias con un Claramunt I al cien por cien. Lo jugó todo, tenía 24 años y poco o nada se notaba. De su bota abierta para facilitar que se le durmiera el maltrecho dedo, poco se hablaba en la época. El pasado 28 de marzo, los hermanos Claramunt se marcharon a Almenara para sorprender a Forment. Allí, en la calle Mayor de la localidad castellonense, se rememoró el 50 aniversario del que cuentan que es el gol más celebrado de los 102 años de historia del Valencia. El encargado de prender la traca fue Antón, cuyo tanto en Sabadell una semana después también fue trascendental para lograr la Liga, pero no está envuelto de tanta épica porque éste fue a domicilio y aunque miles de valencianistas se desplazaron, el estruendo no puede compararse al de un estadio de Mestalla lleno hasta la bandera. Compartieron cuatro temporadas vestuario, en los que además uno de ellos jugó con su referente: «Para mí, mi ídolo era mi hermano». Siempre ha reconocido Enrique que Pep refleja el sentimiento valencianista más puro.

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