Bochorno en el Johan Cruyff
El miedo domina a Corberán y el Valencia sale humillado del campo del Barça tras un pésimo rendimiento individual y colectivo
El miedo es mal compañero de viaje en el fútbol y el planteamiento de Carlos Corberán, que había sufrido 12 goles en los dos ... partidos anteriores frente al Barça, encogió tanto al Valencia que dio muchísima pena en el Johan Cruyff. Todos atrás a evitar justo lo que sucedió: la goleada. Y abrió otra vez las dudas sobre la calidad de la plantilla, pues el rendimiento colectivo fue malo, pero el individual más, calamitoso. Ni siquiera el capitán José Luis Gayà dio la talla. Nunca antes en la historia el Valencia había recibido 18 goles del Barça en un solo año. Hasta este punto de degradación ha llegado la gestión de Peter Lim al ir descapitalizando progresivamente al Valencia de sus mejores talentos dentro y fuera del terreno de juego.
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Johan Cruyff habría buscado otra solución. LaLiga volvió a arrodillarse ante uno de los grandes, el Barcelona, y le ha permitido jugar en el estadio del filial barcelonista, el Johan Cruyff, ante 6.000 espectadores, cuando el aforo mínimo admitido era de 15.000, como consecuencia de las obras en el Camp Nou. La obsecuencia de Javier Tebas con Joan Laporta es muy reiterativa, y dañina para la la competición.
Mosquera, titular. Entre las calamidades de Peter Lim y su secretaría técnica, una de las más irritantes es la venta de sus jóvenes estrellas: la penúltima, Cristhian Mosquera, de 21 años, por 15 millones al Arsenal, que pagó 55 millones al Crystal Palace por Eberechi Eze, por ejemplo. El central Mosquera cubrió la baja de William Saliba y se marcó un partido notable en la victoria de los gunners el sábado frente al Nottingham Forest (3-0). Peor es el caso del otro central y canterano Yarek Gasiorowski, de 20 años, vendido por nueve millones al PSV, titular desde su llegada este verano en el conjunto de Eindhoven.
La mejor Vuelta en años. La ronda española languidecía en los últimos tiempos a falta de grandes ciclistas españoles y del brillo siempre opacante del Tour de Francia. Era como la hermana pobre del ciclismo internacional, escondida al acabar el verano. Y, de repente, se ha convertido en noticia en todo el planeta, no por sus hazañas deportivas sino por sus protestas contra la participación de un equipo israelí, cuyo dueño, el canadiense Sylvan Adams, está vinculado al primer ministro, Benjamin Netanyahu. Lamentando, por supuesto, el miedo y la tensión sufrida por los ciclistas, me sumo a las palabras de Borja Iglesias, delantero del Celta: «Me sorprende que demos más importancia a parar una carrera que a un genocidio». Hablamos de más de 60.000 gazatíes muertos según los expertos y de más de 12.000 niños por parte del ejército de Israel. El deporte siempre ha sido, a través de su enorme valor simbólico y de los vetos a los criminales, un impulso para frenar las matanzas. Ojalá la Vuelta haya puesto la primera piedra.
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Honor a María Pérez. La atleta granadina María Pérez no solo ganó en los 35 kilómetros marcha el sábado en el Mundial de Tokio sino que se esperó en la línea de meta a la segunda clasificada, la italiana Antonella Palmisano, para fundirse en un abrazo e incluso ayudarla a descordarse las zapatillas, un ejemplo de compañerismo y humildad. Un oro todavía más valioso.
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