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'LA TRANSFORMACIÓN DE VALENCIA 1886-2026'

La llegada del AVE a Valencia

2010

Iñaki Zaragüeta

Periodista

Jueves, 6 de noviembre 2025, 18:52

Un gran avance a pesar del retraso

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Aquel 18 de diciembre de 2010 fue histórico para los valencianos. No solo se acortaba el tiempo de viaje por ferrocarril entre Valencia y Madrid -de más de tres horas en tren convencional a apenas una hora y cuarenta minutos en alta velocidad- sino que se corregía un agravio simbólico: la tercera ciudad de España quedaba finalmente conectada a la red de alta velocidad con Madrid y la costa mediterránea se acercaba como nunca a la capital de España. Y viceversa. Se ponía en marcha una de las conexiones ferroviarias más esperadas en España, no solo porque unía la capital del país con la tercera ciudad más poblada, sino porque representaba un paso fundamental en la vertebración territorial y económica del eje centro-mediterráneo.

Fue un acontecimiento largamente esperado. Se conectaba a una ciudad de las más dinámicas en lo económico y cultural, se subsanaba un error y se daba respuesta a la pregunta que durante casi dos décadas se habían repetido los valencianos: ¿cómo es posible que Madrid estuviera unida por AVE con Sevilla desde 1992 o con Valladolid desde 2007, y no con Valencia, que está más cerca, tiene más peso demográfico y es la puerta natural al Mediterráneo?

El impacto fue inmediato y los efectos fueron visibles desde el primer momento. El tráfico de viajeros creció con fuerza, impulsado tanto por los viajes de negocios como por el turismo. El AVE convirtió a Valencia en una escapada de fin de semana para muchos madrileños y en un destino aún más atractivo para congresos, ferias y eventos. Los hoteles y restaurantes lo notaron enseguida, al igual que el sector cultural. Además, desde el punto de vista estratégico, la línea tenía un valor obvio: permitía a Madrid disponer de una salida rápida hacia el mar, un factor económico y logístico de primera magnitud que hasta entonces no se había aprovechado. Y por supuesto Valencia se aprovecharía de su unión a Madrid.

¿Por qué esta infraestructura llegó tan tarde? Sevilla tuvo AVE en 1992, coincidiendo con la Expo y con un fuerte impulso político. Recordemos, gobernaba España el sevillano Felipe González que tuvo en aquel evento la excusa perfecta para barrer para casa. Al igual que José María Aznar la tuvo para lo mismo, barrer para casa, en haber sido presidente de Castilla-León para poner en funcionamiento en 2007 la línea Madrid-Valladolid. La necesidad de cohesionar la Meseta con el resto del Estado, expuesta a modo de argumento, sonaba a milonga. Hasta Barcelona tuvo que esperar un año para ver la suya. Pero todos por delante de Valencia, que tuvo que esperar.

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Y aquí entra en juego el eterno debate sobre la escasa influencia de la Comunidad Valenciana en los gobiernos centrales. A diferencia de Cataluña, el País Vasco o incluso Andalucía, en Valencia no hemos sabido o no hemos podido, por más que lo hemos intentado, ejercer presión suficiente en Madrid.

Las causas, múltiples. Por un lado, nuestros políticos han actuado con frecuencia más como delegados de los partidos estatales que como defensores de una agenda territorial propia, limitando su capacidad de negociación. Por otro, los empresarios, pese a su peso en sectores clave como la agricultura, la cerámica o la automoción, no han desarrollado un lobby sólido y cohesionado como lo han hecho en Cataluña o el País Vasco. Ni la sociedad valenciana ha mantenido una presión sostenida: las protestas han existido, pero sin la continuidad ni la contundencia necesarias para obligar a los Gobiernos a acelerar las inversiones. Es verdad que tampoco hemos tenido Gobiernos capaces de enfrentarse como han hecho en ocasiones los de Castilla-La Mancha, por poner un ejemplo. Recordemos la eficacia en ese sentido de José Bono para la construcción de la autovía de la Nacional III o incluso la del AVE.

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Causas del retraso

A diferencia de Cataluña, País Vasco o incluso Andalucía, en Valencia no hemos sabido o no hemos podido ejercer presión suficiente en Madrid

El resultado ha sido un retraso que, a todas luces, carecía de justificación técnica. Si había una conexión lógica para desarrollar pronto era precisamente la de Madrid con Valencia: por proximidad, por densidad de población y por ser el corredor natural hacia el Mediterráneo.

Hablando de corredor, este déficit de influencia no solo se refleja en la tardanza del AVE, lo comprobamos en la del corredor mediterráneo, una infraestructura que avanza a trompicones. Conectar Almería, Murcia, la Comunidad y Cataluña con Europa a través de alta velocidad y ancho internacional sería un salto histórico en competitividad, facilitaría exportaciones, reduciría costes logísticos y reforzaría el papel del litoral mediterráneo como motor económico. Sin embargo, la ejecución avanza lentamente, fragmentada en tramos inconexos, mientras otras zonas ven priorizadas sus demandas. No se trata solo de Valencia. Está en juego la competitividad de España en su relación con Europa. Por ahora el Gobierno central no corresponde al esfuerzo titánico en la reivindicación de Vicente Boluda, Juan Roig y demás empresarios con el apoyo de todos nosotros. Así es la vida.

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