Urgente Largas colas en la V-30 entre Mislata y Vara de Quart en la mañana de este viernes
El doctor Javier Sanz, junto a su coche con el que tantos kilómetros hace al día. LP

Cuando el trabajo está a más de cien kilómetros

Muchos valencianos tienen que desplazarse largas distancias desde su casa, lo que conlleva un considerable gasto en combustible y revisiones del coche

José Molins

Valencia

Miércoles, 7 de junio 2023, 00:41

Lo de trabajar a cinco minutos andando de casa hace ya tiempo que quedó atrás con el crecimiento de las ciudades. Pero entre eso y ... las palizas de carretera que muchos valencianos tienen que hacer cada día va un trecho. Y es que cada vez hay más gente que tiene su lugar de trabajo a una larga distancia de donde vive. Hay casos que incluso tienen que cambiar de provincia cada día y que deben recorrer más de 200 kilómetros entre ida y vuelta para cumplir su jornada en la oficina.

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Uno de ellos es Javier Sanz. Trabaja como médico de familia en el centro de salud de Muro de Alcoy, donde ya lleva cinco años. Vive en una urbanización de Bétera y tiene que recorrer cada día 115 kilómetros hasta la población alicantina. Cuando regresa a casa ha hecho 230 kilómetros, lo que suponen 1.150 cada semana. En una jornada emplea dos horas y media en la autovía, tiempo que no puede aprovechar para conciliar ni para descansar. «Antes vivía en Orihuela, que me quedaba más cerca, pero por motivos familiares decidimos mudarnos a Bétera, cerca de mis padres», explica Javier.

Pero además de ese tiempo perdido, está el factor del coste económico. «Son unas 12 horas en el coche a la semana, en función del precio del diésel me gasto cerca de 500 euros al mes en combustible». Y eso sin contar las revisiones, que con esa cantidad de kilómetros son muy frecuentes. «Necesito pasar dos revisiones al año, a unos 300 o 400 euros cada una, y las ruedas hay que cambiarlas cada año, porque yo 50.000 kilómetros me los hago en 13 meses», explica.

Javier admite que el «desgaste» de viajar tantas horas «se hace pesado» con el paso del tiempo. «No me veo jubilándome allí», expresa el médico. Por supuesto tiene un coche diésel que se compró hace cuatro años y al que tiene que llenar el depósito cada tres días. A las 6:50 de la mañana sale de su casa para estar sobre las 8 en el centro de salud. «Lo bueno es que, aunque sea tarde, llego a comer a casa sobre las 16 horas y recojo al niño del colegio», cuenta. De hecho, uno de sus trucos es no comer antes de salir para evitar dormirse en la carretera. En los viajes de ida suele escuchar la radio, música o algún podcast, pero a la vuelta prefiere hacer llamadas desde el coche a amigos, familiares o a compañeros para hablar de asuntos de trabajo o congresos médicos.

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Lo de hacer kilómetros en esta familia es casi de récord, porque su mujer, también médico, se desplaza hasta Alcoy, a 131 kilómetros de distancia de su casa. Pero desde que nació el hijo de ambos tiene reducción horaria y sólo va uno o dos días por semana. Para Javier «el límite para ir a trabajar a diario es sobre una hora, otra cosa es que sea algo puntual, pero para ir todos los días, hay un desgaste físico, mental y del vehículo muy importante». Por este motivo, el galeno opina que la Administración debería dar ayudas a los profesionales que hacen muchos kilómetros para trabajar. «Estamos abandonados, nadie se ha preocupado por nosotros. Además, en zonas semirrurales, como donde yo estoy, son de difícil cobertura. En mi centro, de 15 médicos, tres hacemos más de 100 kilómetros al día, si no fuéramos allí a trabajar sería un drama porque no hay médicos», destaca.

Javier Sanz, médico en Muro de Alcoy. LP

También en una zona rural trabaja la valenciana Raquel Andrés. Es veterinaria en una empresa de avicultura en Sinarcas que está a sólo tres kilómetros del límite con Castilla-La Mancha. Hace 208 kilómetros cada día hasta que llega a su casa en Valencia. «Es mi primer trabajo, llevo tres años y medio yendo allí cada día de lunes a viernes. Son 45 minutos de autovía hasta Utiel y luego unos 25 minutos más de carretera nacional, una hora y algo de viaje en total. Y volver me cuesta un poco más por el tráfico de la entrada a Valencia», dice la joven.

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«Al ser el mismo trayecto siempre hace que sea más pesado, monótono, porque hay gente que incluso hace más distancia pero viaja a sitios diferentes y eso permite que la cabeza lo vea de otra forma», argumenta Raquel. También opta por la radio a primera hora y a la vuelta llama por teléfono para que se le haga más ameno el viaje. Esos mil kilómetros que recorre a la semana le obliga a hacer revisiones al coche y cambiar las ruedas cada año. «Me lo compré hace siete años y llevo casi 200.000 kilómetros, pero en los últimos tres años le he hecho 150.000», dice. Además, no puede compartir coche con ningún compañero porque nadie vive tan lejos. «Entre el mantenimiento del coche y la gasolina son entre 400 y 500 euros al mes, es dinero. No todos los meses, pero en el cómputo anual puede salir eso». Y además, recientemente se ha independizado, por lo que también debe hacer frente a un alquiler de piso.

Pero no se plantea marcharse de Valencia. «La mayoría de mis compañeros y amigos me dicen que hago muchos kilómetros, pero ya me he acostumbrado y prefiero vivir en Valencia, porque aquí está mi familia, mi pareja, los amigos están aquí, y de momento lo puedo compaginar», expresa Raquel, de 27 años. «Cuando me ofrecieron el trabajo acababa de terminar la carrera y quería empezar en el sector. No pensé en el trayecto diario. Al principio tuve en mente mudarme cerca de allí pero vino la pandemia, lo fui posponiendo y ya no lo voy a hacer», explica la veterinaria.

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La veterinaria Raquel Andrés. LP

El que más tiempo invierte cada día en el trayecto es José Ramón Soler, ingeniero que trabaja en la central nuclear de Cofrentes desde hace 16 años. Son 102 kilómetros desde Valencia, pero casi nunca los hace seguidos porque la empresa da facilidades a los trabajadores. «Si vas directo tardas una hora y cuarto, pero Iberdrola pone autobuses desde Requena, así que conduzco desde Valencia hasta Requena y allí cojo el bus hasta el trabajo». Ahorra en gasto de su coche y puede descansar, pero tarda más en llegar. «Aprovecho para leer, ver alguna serie, dormir, pero si sumas todo, es una hora y 40 min y otro tanto para volver cada día, tres horas y media que pierdes cada día en la carretera», explica. Eso sí, se evita un tramo complicado de la carretera Nacional-330 con muchas curvas.

En la central nuclear trabajan al menos 20 compañeros de José Ramón que también viven en Valencia. Con algunos comparte coche hasta Requena, por lo que los gastos son mucho menores, pero aún así suele gastarse unos 200 euros al mes en combustible. Intentó vivir en la localidad requenense, pero no se adaptó. «Al principio estuvimos un año y medio allí, pero a mi mujer no le gustó y nos volvimos a Valencia». Y ese sacrificio de horas le obliga a salir de casa a las 6 de la mañana y llegar cerca de las 16:30, con tiempo para hacer algo de deporte y recoger a su hijo del colegio.

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José Ramón Soler, ingeniero en la central nuclear de Cofrentes. LP

Y a falta de sólo cinco años para tener la edad de jubilación, la médico Leonor Sardón es otra de las que se pega palizas de coche a diario. Vive en Valencia y trabaja en los centros de salud de Las Cuevas y Benagéber, dos pueblos de Utiel. Va dos días a la semana a cada uno y ya no sólo es la distancia, sino la mala carretera que hay hasta allí, la CV-390. «Especialmente para ir a Benagéber es carretera comarcal y está llena de curvas. Cuando voy tengo que almorzar en el coche porque sino no me da tiempo», dice la doctora. En total desde Valencia hay 108 kilómetros, pero tras dejar la autovía en Utiel, Leonor tiene que tomar el desvío durante 30 kilómetros más hasta el centro médico. Los días que va a Las Cuevas el trayecto es un poco menos incómodo, con 93 kilómetros de distancia, los últimos por la N-330.

Su reivindicación es similar a la de Javier. «Los médicos que trabajamos en poblaciones rurales hacemos muchos kilómetros, ocupamos puestos en difícil cobertura, aunque estamos luchando para que se reconozca, porque no quiere venir nadie aquí», dice Leonor. Lleva seis años trabajando en Utiel, y en los últimos meses ha empezado a visitar a diario estas dos aldeas. «Tantos kilómetros cada día es una rutina que no se puede mantener mucho tiempo. Además, nosotros hacemos guardias de 24 horas y cuando acabas te tienes que volver, aunque estés muy cansada te quedan 100 kilómetros por delante», lamenta la mujer. Un peligro al que se le añade un factor personal importante. «Mi marido se mató yendo a trabajar a Cofrentes, cada vez que cojo el coche es muy duro mentalmente para mí», se sincera la médico.

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La médico Leonor Sardón. LP
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