Ver 17 fotos
La noche en que Elvis se enamoró de la Lonja
Miles de personas acuden a los actos de la Gran Nit de Juliol en el centro, con conciertos al aire libre y museos abiertos
Él lleva una camisa a cuadros y unas bermudas verdes a juego con los ojos. Ella, rizos y una blusa negra. Se hacen arrumacos mientras sobre las terrazas y la fuente de la Plaza Redonda flotan los acordes de 'Can't Help Falling In Love' de Elvis. Termina la canción y ella aplaude tímidamente mientras él la besa casi en un ojo, con uno de esos besos que da igual donde se den mientras se dan. Son poco más de las 20 horas de la Gran Nit de Juliol en la ciudad de los mil acentos, una Valencia que ha salido a la calle para celebrar horas de música y cultura. Antes de alejarse del concierto a la luz de las velas, ella le pregunta si le molesta que coma algo. Él le dice que no, pero claro, están en ese momento en que no molesta nada.
Publicidad
Porque estamos en los meses del año en que sólo importa que nada importe. Esta es la noche en que Elvis se enamoró de la Lonja. No puede evitarlo, como cantó en su mítico tema. Los turistas siguen a lo suyo, con relaciones intensas con las sangrías y las paellas, pero miles de personas deciden llenar el centro para visitar museos o asistir a conciertos una vez que las temperaturas bajan. La música del Rey y de los Beatles flota en el ambiente mientras una riada de visitantes cruza hacia la Lonja, sus altas columnas impertérritas a la fiesta que se desarrolla a su alrededor. Han abierto también el resto de museos municipales, pero a las tres turistas rubias que se comen una focaccia en la plaza del Doctor Collado (una lleva una camiseta en la que se leía I Love Paris) solo les importa la Lonja.
Antes, el Parc Central se había llenado de niños que disfrutaron de un espectáculo circense en el que los animadores decían gracias, gràcies y 'thank you', en el que los payasos han tenido que reaccionar rápidamente cuando los niños, rubísimos también, respondían a la flexión claramente simulada del animador con una serie rápida que enorgullecería a Ragnar. Hay una ciudad nueva y está en la ciudad de siempre.
Pero volvamos a la Lonja. «Amor, que se vea el naranjo», le dice una chica a su novia en el patio homónimo del centenario edificio. Es verdad que el encuadre no era el mejor, aunque ellas sonreían con la sonrisa de quien sabe que su amor no tiene fecha de caducidad. Son cerca de las 21 horas y sobre todo son locales quienes se han refugiado del calor en la joya del gótico valenciano. Bajo el artesonado de la Sala de la Contratación se hace el silencio, roto solo por una chica que lee bajito una guía del palacio. Aquí se respira calma, tranquilidad. Aquí Elvis se enamoraría.
Avanza la noche. La ciudad nunca está más guapa que cuando está de fiesta, cuando hace cabriolas sobre la música y se sacude de encima el frío y la tristeza. Falta le hace en su año más negro. En la calle Cordellats un grupo de turistas mira sus vasos de Aperol a la sombra del que fue el epicentro del comercio en la Edad Media sin demasiada conciencia de dónde están, como suele pasar siempre que viajas. En la plaza del Patriarca termina un espectáculo infantil y las familias salen a buscar algo fresco, mientras los más pequeños se mueven entre el cansancio y la emoción. No se quieren ir a casa. «¿Ahora qué, ahora qué?», pregunta un niño a su padre, que tiene quemaduras del sol bajo la camiseta y que antes de contestar pone cara de «ahora sofá, por Dios».
Publicidad
Al filo de las 22 horas, el cielo está morado como si estuviéramos debajo de un arándano y en la plaza del Patriarca Premier Chic Musique tiran de jazz para refrescar la noche con versiones, entre otras, de Taylor Swift, Amy Winehouse o Meghan Trainor. ¿Y por qué no? «Quan siga l'hora de sopar poder traure els entrepans, eh», dicen desde el escenario, mientras en las sillas siguen el ritmo casi un centenar de personas. Si no estuviéramos en el mismo centro de la ciudad parecería que estamos en una verbena, porque hay madres que bailan con sus hijos y hasta un grupo de niñas pequeñas que se pelean por ver quién es Elsa y quién Anna. A 35 grados a ver quién canta 'Hazme un muñeco de nieve'.
Llegamos a la plaza de la Reina tras atravesar la llena de terrazas Tapinería, sobre la que cuelgan lucecitas que ambientan las cenas. En la plaza de la Reina, hay señoras que ya están sentadas en las sillas preparadas porque a las 22.30 horas hay un concierto de homenaje a la inolvidable Rafaella Carrà. Pocos minutos antes, la plaza se arranca con 'Volare'. A la sombra de la Catedral, en el que es probablemente el corazón litúrgico y emocional de la ciudad, se cantará «para hacer bien el amor hay que venir al sur». Valencia es esto. En la plaza de la Virgen, cerquita de la Basílica y de la Mare de Déu, Francisco se subirá al escenario y cantará aquello de «latino, tengo el color de una copa de vino». Será a las 23.30 horas. «No por casualidad nací al lado del Mediterráneo», atronará en la noche. Por casualidad, por suerte o por el destino, hay noches en que damos gracias por vivir en la ciudad de la que uno no puede evitar enamorarse.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión