De souvenirs chinos a recuerdos con ADN valenciano

En Ciutat Vella el auge de visitantes está modificando el mapa de los comercios, que ahora se concentran en esas millas de oro del turismo, y comercios tradicionales se transforman para ser más del gusto de los extranjeros.

Tal como se recoge en un libro presentado esta misma semana por el concejal de Comercio, Santiago Ballester, como resultado de un estudio realizado por Esic Business & Marketing School, el distrito en el que hay más cierres de establecimientos se han realizado en Ciutat Vella (un 17,7%), en muchos casos por la conversión de bajos comerciales en apartamentos turísticos, por la subida de los precios del alquiler y también porque cierran para mudarse a las calles con más tráfico de turistas.

Muchos comercios de toda la vida se reinventan y hay hornos tradicionales que se convierten en cafeterías gourmets, droguerías que pasan a vender café o que permiten hacer una parada para degustar un batido o un café con leche y locales como la antigua tienda de guantes Piqueras donde ahora se venden alpargatas, pero sobre todo, lo que más se expande son las tiendas multiproducto para vender souvenirs a los visitantes.

En muchos casos los pocos vecinos de toda la vida que van quedando en la zona tienen complicado tener un comercio de toda la vida para hacer sus compras diarias porque los negocios buscan gustar a los extranjeros.

Dentro del objetivo de llamar la atención del turista, también empiezan a surgir tiendas que reducen a la mínima expresión los souvenirs 'made in China' para ofrecer la mejor artesanía valenciana y, entre ellos, está la tienda Mediterráneo, Market & Co.

Situada en la plaza de la Virgen, donde muchos turistas acuden a diario con sus guías para que les expliquen cómo el milenario Tribunal de las Aguas se reúne cada jueves a la puerta de los Apóstoles para impartir Justicia sobre el reparto del agua en las acequias que riegan la huerta valenciana, este comercio es una nueva ventana al mundo para los artesanos locales.

Sonia Pérez y Yanina Demarchi son las impulsoras de esta iniciativa. «Llevamos sólo dos meses pero tenemos regalos y objetos de 30 firmas de artesanos diferentes para que la gente se lleve un recuerdo con ADN valenciano». Sonia detalla que participaba en el mercado de artesanía del Mercado de Colón «y como conocemos muchos artesanos, decidimos montar esta tienda en un punto tan céntrico como la plaza de la Virgen».

Antes de que abrieran el negocio, justo al lado de las cafeterías de la plaza de la Virgen, en el local había un cajero y un negocio de monedas virtuales. Ahora los mostradores están repletos de ideas que despiertan los sentidos. Hay figuras hechas de crochet de Ecolandy; pequeñas figuritas de falleritos de 'Mi ninot'; pendientes y collares hechos con arena y objetos marinos; camisetas de algodones orgánicos con dibujos del Miguelete, de la Albufera o de barrios como Ruzafa que pueden combinar con gorras que llevan dibujos de los tomates de El Perelló o símbolos de localidades como Xàbia o Alboraia... Lógicamente no falta la cerámica valenciana, con incluso rascadores de ajos; litografías que muestran escenarios de la 'terreta', como las que plasma Leritbi con imágenes del Mercado de Colón, de la plaza de la Virgen, de floristerías y también de Guillem, dibujante que retrata paisajes variados, como unas barracas. Y no faltan prendas de ropa pintadas a mano por Matonquiquí (Castellón).

En la plaza de la Reina se combina un negocio de la firma Alpargatus con una tienda de souvenirs donde antes había un restaurante mexicano. Si bien se venden recuerdos como imanes o abanicos, también destacan alpargatas de todo tipo y menorquinas, algunas incluso muestran a una fallerita a su paso por la Ofrenda a la Mare de Déu.

En esta tienda no faltan muñecas de falleras, turrones, botellas de aceite de oliva y unas graciosas botellas pequeñas de sangría vestidas con el traje de andaluz y no faltan pequeños toritos, como los que se ponían antaño encima de la televisión y en su versión cerámica más moderna.

En la calle Correjería 23, hace años estaba la droguería F. Cordellat. Luego pasó a ser una tienda de antigüedades, una galería de arte y ahora es una tienda para hacer una parada rápida para tomar de pie un café o comprar especialidades de café, arroz o tomar unos batidos.

En la calle de la Mar, cerca de la plaza de la Reina, está la tienda que lleva por nombre 'La presencia mágica'. Antes fue una tienda de venta de vinos, una floristería mucho antes una panadería. Ahora es un comercio donde se venden minerales, inciensos, amuletos y tarot. «Llevamos ya cuatro años y nos visitan muchos extranjeros de Italia, Londres, Francia, alemanes y latinos», indica Marlene González.

Muy cerca de la calle Caballeros se encuentra el antiguo local del horno de San Nicolás. Este negocio cerró y va a tomar el relevo Micaela Tassara. «Será un horno más moderno, con cafetería, bollería casera, pan, sandwiches, galletas cookie, cruasanes. La idea que tanto el público local como el turista estén cómodos», indica. Le pondrá de nombre 'Nico', en honor al antiguo horno de San Nicolás y abrirá en unos 20 días con sorpresas, ya que mostrará algunas de las máquinas que se utilizaban antes para hacer el pan.

Los negocios dedicados a los turistas también hace años que llegaron al Mercado Central. De hecho, hay cuatro o cinco paradas con souvenirs.

En una de ellas, por ejemplo, antes había una parada de venta de setas, pero se jubiló la mujer y la tienda de recuerdos ya lleva diez años en marcha. En otra parada que hace décadas fue una charcutería ahora también hay souvenirs y en una vecina, de nombre 'Torero y Vino', antes también funcionaba como charcutería, pero desde marzo es un puesto gourmet con productos como brochetas de carne o pescado, vieiras, montaditos de salmón o pulpo o vasitos de gazpacho para consumir allí o llevar (take away).

Un caso llamativo es el de Cerámicas Ferriols del Mercado Central, ya que en mitad de la parada vende cazuelas de barro o botijos y en la otra mitad souvenirs. Su propietaria, Isabel Ferriols, detalla que «mi abuela ya vendía cazuelas en la calle, cuando aún no estaba inaugurado el Mercado Central y tengo una foto en la parada de ella, mi abuelo y mi padre cuando era un bebé, ya en el Mercado Central». Argumenta que «mantengo la parte de las cazuelas y artesanía y por sentimiento, para conservar los orígenes, pero tuve que dedicar la mitad de la parada a los souvenirs, porque es realmente de lo que subsisto».

Cabe destacar que en el Mercado Central hace ya siete años decidieron limitar las paradas que no fuera de alimentación para preservar el espíritu del mercado de productos frescos.