El peligro oculto bajo tierra de los ficus de Colón
Un experto alerta de que el crecimiento de sus raíces puede comprometer garajes, alcantarillado y viviendas de la vía en un futuro próximo: «Darán guerra»
Tan inofensivos y apacibles en la superficie como oscuros y peligrosos bajo las profundidades del subsuelo. Los árboles de toda Valencia se pasan los días haciendo la fotosíntesis tan tranquilos, como si el ajetreo diario de la ciudad no fuera con ellos. Sin embargo, los ficus nitida de la calle Colón, que pintan de verde y embellecen la céntrica vía, esconden un peligro tan invisible como latente para los aparcamientos subterráneos, el alcantarillado o las viviendas de la zona. «Seguramente den problemas en un futuro no muy lejano. Sus raíces se meterán por los garajes. Darán guerra», asegura el profesor de Silvicultura de la Universitat Politècnica de València Santiago Reyna.
LAS PROVINCIAS ha consultado su opinión como experto en la materia ante el reguero de caídas de árboles que ha sacudido la ciudad en los últimos meses, unos desplomes que la oposición municipal ha querido capitalizar políticamente obviando que los datos reflejan que el acumulado anual hasta el mes de octubre es inferior al registro de los seis últimos años, según ha podido saber este diario. No obstante, una repuesta del área de Parques y Jardines en el pleno correspondiente al mes de julio demuestra que en el primer semestre de 2025 habían caído en Valencia 47 árboles, es decir, a razón de un desplome cada cuatro días en los primeros seis meses del presente ejercicio.
Uno de los desprendimientos más espectaculares tuvo lugar la semana pasada cuando un ficus monumental, esta vez de la especie macrophila, acabó en el suelo obligando a cortar el tráfico rodado y el tránsito peatonal por la calle Pintor Sorolla. Para Reyna, este episodio ejemplifica que la ubicación de este ejemplar no era la más adecuada dada su proximidad a las urbanizaciones. El potente sistema radical de este tipo de árboles, se estima que sus raíces puede llegar a duplicar el tamaño de su copa, provoca que se introduzcan en las construcciones próximas en busca de humedad, causando daños considerables sobre las estructuras colindantes: «Los ficus nuevos deberían limitarse a jardines grandes alejados de viviendas e infraestructuras sensibles».
Este problema es el que, según Reyna, pueden sufrir los residentes y comerciantes de la calle Colón con el paso de los años y el crecimientos de los ficus plantados en esta vía. «Son árboles muy grandes, que se desarrollan con mucha copa. Si tienen poco sistema radical porque hay cimentaciones, garajes o lo que sea, en cuanto el suelo está mojado y hace viento es fácil que se desarraiguen», explica mientras recalca la importancia de construir muros anti raíces para proteger las infraestructuras.
«En la calle Colón por ahora lo están haciendo bastante bien porque los mantienen a raya, recortados, pero si los dejan crecer serán un problema. Se harán unos monstruos», advierte el profesor de la UPV que se muestra más proclive a plantar ejemplares de menor tamaño y de hoja caduca para propiciar que la luz solar llegue a las aceras y permita combatir mejor las épocas de frío. Propone echar mano de alguna de estas especies como el lidonero o el fresno.
«En general son más problemáticos los árboles de hoja perenne, los que tienen hoja todo el año, porque en invierno y en otoño el agua les afecta mucho más. Los de hoja caduca, como se les ha ido cayendo ya en otoño, no cargan tanto peso ni el viento les afecta tanto», asegura Reyna que también alerta del peligro de que se repitan episodios de caídas de pinos o palmeras, como el que se vivió recientemente en la calle Barcas.
Menor esperanza de vida
Otras fuentes expertas consultadas para la elaboración de este reportaje apuntan a que el ciclo vital de cualquier tipo de arbolado plantado en un entorno urbano tiene una esperanza de vida mucho menor al de los ejemplares que se siembran en un ecosistema natural. Asimismo, como en cualquier otro ser vivo, al final de su vida los árboles también son más vulnerables.
Estas mismas voces apuntan a causas multifactoriales y espaciotemporales que propician los desprendimientos o desplomes de árboles en Valencia. Enumeran como ejemplos las dimensiones reducidas de los alcorques, la pudrición del sistema de raíces por hongos, la pérdida de cohesión del suelo, el enterramiento del cuello del ejemplar de nuevas urbanizaciones provocando la pérdida de estabilidad o los daños en el sistema de raíces causado por obras de instalación de servicios públicos subterráneos o canalizaciones.
«La estática de los árboles ornamentales urbanos, así como sus riesgos son, en la mayoría de los casos, técnicamente impredecibles», subrayan remarcando que las caídas se pueden dar pese a que el arbolado se encuentre bien cuidado.
En los casos de temporales de lluvias, la acumulación de agua en superficie y la sobresaturación de los estratos más superficiales del terreno generan condiciones de inestabilidad en el arbolado de gran porte, haciendo que por el peso y la merma sufrida en su anclaje como consecuencia de la humedad ambiente acabe cayendo, pese a haber sido podados previamente y estar controlados por los servicios competentes. Sin ir más lejos, estas fuentes apuntan a que esto mismo fue lo que pasó con los desplomes provocados por la dana Alice.
Especies
Los especialistas consultados explican que la posibilidad de vuelco no depende exclusivamente de la especie, sino de la interacción entre las características biológicas y el emplazamiento del árbol. Pese a ello, los distintos estudios técnicos sobre el patrimonio arbóreo de Valencia desvelan patrones de comportamiento en lo relativo a posibles desplomes.
Por ejemplo, los olmos y los ficus tienden más a fracturar ramas que a volcar por la base cuando se registran vientos intensos del oeste (ponentà), sobre todo en verano o días de altas temperaturas. La alta resistencia de su madera junto a la morfología de su copa y el peso de sus ramas principales «hacen que la fractura sea más probable que el arranque radicular».
En gotas frías, los ejemplares con copas muy voluminosas y densas, como tipuanas, melias o leucenas, pueden verse comprometidos si el suelo se encuentra saturado o si presentan raíces mal ancladas o con defectos estructurales.
Asimismo, especies con sistemas radiculares superficiales o falta de extensión lateral pueden sufrir pérdidas de estabilidad cuando se combinan lluvias intensas y viento racheado.
«En resumen, cualquier árbol puede llegar a desplomarse si confluyen determinadas circunstancias, pero los ejemplares con grandes copas, suelos saturados o sistemas radiculares restringidos son los que presentan mayor vulnerabilidad estructural», rematan las mismas fuentes.
Mantenimiento
Las contratas municipales llevan a cabo una programación mensual de poda del arbolado urbano que se realiza según las prioridades establecidas. Todos los ejemplares de la ciudad se encuentran incluidos en los ciclos regulares de intervenciones de mantenimiento y poda.
Los trabajos de poda se realizan dependiendo de factores como la especie, la interferencia en fachadas, semáforos u otras señales de tráfico, avisos por peligro de caída...
Esta programación puede alterarse en función de las necesidades ante fenómenos meteorológicos adversos, donde queda suspendida para hacer frente a posibles urgencias.
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