El experimento de la semana de cuatro días de Ribó concluye lo obvio: menos ventas y más ocio

Son algunas de las conclusiones del informe «Experiencia piloto sobre la jornada de 4 días desarrollada en València», que costó 40.000 euros. El documento evidencia que el experimento perjudicó notablemente al sector comercial y sanitario de la ciudad. En concreto, los comercios disminuyeron sus ventas en un 20% durante este periodo y las consultas de atención primaria y servicios de urgencias se vieron saturadas. Según el informe, el sector comercial ha manifestado haberse visto gravemente perjudicado, al disminuir significativamente sus ventas durante este mes. Según afirman sus representantes, a lo largo del mes bajaron las ventas en un 20%, pese a que la mayoría de los pequeños comercios decidieron abrir sus puertas.

La Asociación de Comerciantes del Centro Histórico y el Ensanche ha asegurado que no son partidarios de la medida, ya con los resultados del informe en la mano. «No lo vemos. No podemos trabajar cuatro días y cerrar tres», ha asegurado la gerente de la entidad, Julia Martínez. «No es viable para mantener los comercios», ha indicado.

Según las conclusiones del informe, el descenso de las ventas puede deberse a que el gasto de la ciudadanía sufriera un trasvase desde el comercio al sector del ocio, al contar con un mayor tiempo libre. De hecho, según el informe, un 57,4% de los encuestados han pasado más tiempo en bares o pubs, lo que puede ir unido a que un 15,6% afirman haber fumado más que con la semana de cinco días y que un 24,5%, haber bebido más alcohol. De hecho, casi un 50% (49,7%) de quienes han disfrutado de la jornada de 4 días afirma haber dedicado más tiempo del que dedica normalmente a comer fuera de casa.

En este sentido, el secretario de la Unión de Consumidores de la Comunitat Valenciana, Vicente Inglada, ha apuntado que los bares «son espacios de socialización». «Una vez allí, la gente, por mala costumbre, consume y gasta muchas veces lo que no tiene. Y como de algún sitio hay que recortar, se puede entender el recorte en el comercio, pero habrá que ve si es en alimentación, ropa o cultura», ha explicado.

«Las conclusiones son obvias, pero hay que mirar más allá y hablar de desigualdades entre los ciudadanos y preocuparse más por los colectivos vulnerables: hay que modificar los hábitos de consumo de los ciudadanos y educar a la ciudadanía, algo que obvian las administraciones», ha indicado Inglada.

En este sentido, el informe apunta a que los ciudadanos han considerado el cierre de los comercios como un aspecto negativo de esta experiencia, lo que no ha ayudado a mantener la economía estable durante ese periodo. En concreto, el 11,7% de los encuestados reconoce este hecho como uno de los aspectos más negativos que ha tenido la experiencia.

De hecho, el sector hostelero y, en general, todas aquellas empresas dedicadas al ocio parecen haber sido las grandes beneficiadas por esta medida. Según se observa en los datos recabados a través de las encuestas realizadas a una muestra significativa de población, la ciudadanía afirma haber utilizado parte de este tiempo libre «extra» para salir a comer o cenar más fuera, además de para hacer algunos viajes internos.

En el caso de los servicios sanitarios se observa un problema de saturación en el ámbito de atención primaria, que, a su vez, generó un efecto de congestión sobre los servicios de urgencias. Según afirma el informe, se ha podido producir una sobresaturación en los servicios de urgencias médicas debido al cierre de los centros de atención primaria durante el periodo en el que se ha desarrollado el piloto.