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Varias falleras vestidas para la ofrenda en una imagen de archivo. EFE / Ana Escobar

No renta ser indumentarista oficial de la corte de honor en Valencia

Los profesionales lamentan que su trabajo está poco considerado por parte del Ayuntamiento I Advierten de que es una tarea que requiere gran esfuerzo y «se debería pagar más»

Laura Garcés

Valencia

Sábado, 4 de octubre 2025, 00:43

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Vestir a las falleras mayores de Valencia y sus cortes de honor no es cualquier cosa. Es un compromiso que pesa. Sin duda, un desafío importante, algo que se ha puesto de manifiesto esta semana cuando el propietario de 1707 Indumentaria Valenciana, Jorge Fabuel, anunció que renunciaba a confeccionar el segundo traje de la fallera mayor infantil y su corte. El creativo valenciano no se encontraba con el ánimo que requería la situación. Eso explicó. Y, además, quiere dedicarse de lleno a su clientela.

Poco más ha explicado. LAS PROVINCIAS intentó hablar con él, pero no fue posible. Pero con lo poco que ha dicho, unos cuantos interrogantes se han colado por las rendijas del universo. Preguntas que han llevado a descubrir que en el camino de los indumentaristas se cruzan unos cuantos retos y la rentabilidad del esfuerzo es escasa.

Irene Caña, indumentarista de la firma l'Agulla, lo tiene muy claro. Desde su taller han asumido el encargo en varias ocasiones hace ya unos veinte años. «Entonces era más complicado porque hacías los trajes primero, segundo y el de la ofrenda» (26 vestidos). Ahora las cosas han cambiado, ya sólo se asumen 13. Irene deja caer un dato a considerar: «Es un trabajo poco agradecido». Echa de menos que la JCF «tuviera algún detalle con los indumentaristas, ni una entrada para ir a algún acto; ni siquiera poder pasar ya no digo al balcón, sino a la terraza del Ayuntamiento para ver la mascletà».

No sólo el escaso agradecimiento, Irene señala otros retos que complican un encargo de este calado. Tienen que lidiar con las preferencias de las falleras, mientras que su capacidad de decisión está limitada. «Te entreguen seis colores y tú los organizas como consideras, pero quizás hay alguna fallera que quiere cambiar». Y con todo eso hay que luchar. «Es complicado», además, «nos debemos a todos. A las cortes de las falleras mayores, pero también a nuestra clientela».

«Sin duda, para un taller es un desafío importante que no está bien valorado por el Ayuntamiento». Son palabras de Rosa, indumentarista de l'U i el dos. Nunca ha vestido a las falleras mayores de Valencia y sus cortes. En una ocasión, junto con un colega, estuvo decidida a probar suerte. Pero pronto abandonó el intento.

Las opiniones de los indumentaristas suman a sus conversaciones el gran esfuerzo que los talleres se ven obligados a realizar. No es necesario decir que un encargo de estas características supone, al menos, disponer de más personal del habitual. Rosa advierte de otro reto que se plantea en particular cuando se trata de los trajes y jubones de ofrenda para las infantiles. En este caso el trabajo se multiplica durante todo el año. Las composturas son constantes. Las niñas no dejan de crecer.

Pepe Alabadí es otro profesional vinculado a la indumentaria, aunque en este caso se trata de alguien entregado a los aderezos. No por ello desconoce la situación en este sector. A su juicio, emplearse en la confección de los trajes de las cortes de las falleras mayores de la capital del Turia es «una responsabilidad» que «no se paga lo que se debería». Hace hincapié en que hay que tener en cuenta que «es más trabajo que llega cuando también tienen que atender a sus clientes». Y como Irene, no se aparta de poner el dedo en la llaga: «No es nada que esté agradecido. Es un trabajo que no se reconoce; se tendría que valorar más».

¿Con estos apuntes se comprende la decisión de Fabuel? Las respuestas son variadas. Mientras Irene ve «fenomenal» que haya tomado esa decisión si consideraba que esa era la posición que debía tomar, Rosa entiende que tal vez «tuvo que pensarlo antes». Pepe Alabadí ofrece una versión más cauta, aunque no carente de pronunciamiento: «No sé los motivos, no puedo valorarlo. Pero sabe donde se mete». La decisión de Jorge Fabuel, sólo unos días después de que arrancara el calendario fallero, ha encendido la primera chispa de la fiesta.

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