Rafael Pérez, el hombre asesinado en Paterna a principios de julio, con sus trofeos de colombaire, su gran pasión. LP

«Actuó como un lobo disfrazado de cordero tras asesinar a patadas a mi hermano»

La familia de Rafael Pérez, el hombre de 42 años asesinado en Paterna, clama justicia por el crimen «con ensañamiento y alevosía»

Ignacio Cabanes

Paterna

Lunes, 28 de julio 2025, 00:16

Los restos de sangre reseca en la acera y la pared de la calle San Sebastián de Paterna donde se produjo el crimen, visibles casi un mes después del asesinato de Rafael Pérez, dan muestras de la brutalidad del ataque que sufrió este hombre de 42 años aficionado a la colombicultura. Su presunto asesino, en prisión provisional tras ser detenido por la Policía Nacional, lo atacó por la espalda, lo inmovilizó con la técnica del mataleón y una vez indefenso en el suelo le propinó patadas en la cabeza hasta dejarlo moribundo. La ambulancia del SAMU que trasladaba a la víctima al Hospital La Fe ni siquiera llegó a dicho centro hospitalario. De camino Rafeta -como era conocido entre sus amistades- entró en parada cardiorrespiratoria y tuvieron que detenerse en el hospital más próximo, el Arnau de Vilanova, donde finalmente se certificó su fallecimiento.

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Esa misma madrugada del 5 de julio, el presunto autor del crimen tuvo la sangre fría y desfachatez de recoger en un vehículo, conducido por un amigo –que ya había agredido a Rafa una semana antes–, a los dos hermanos de su víctima para acompañarlos al hospital, mostrando preocupación por su estado pero mayor interés por conocer hasta dónde sabían estos de lo ocurrido, intentando sacarle información al pequeño de los hermanos. «Actuó como un lobo disfrazado de cordero tras asesinar a patadas a mi hermano», señala con rabia e indignación Puri. «Nosotros vamos a luchar para que pague por lo que ha hecho, es un asesinato con ensañamiento y alevosía», remarca la hermana del fallecido.

El arrestado, de 35 años, tiene conocimientos de artes marciales y acumula un amplio historial de delitos violentos

«Cuando llegamos al Arnau estaba todo lleno de policías, no me dejaban pasar y en el hospital me decían que mi hermano se había caído», explica Puri. Un responsable del grupo de Homicidios de la Policía Nacional le comunicó la noticia: «Tu hermano está muerto», aunque sin dar más detalles sobre lo ocurrido.

Rafa había sido localizado a las cuatro de la madrugada inconsciente, ya en parada cardiorrespiratoria, tendido sobre un charco de sangre en la calzada de la calle San Sebastián de Paterna, a las puertas de la finca donde residía desde hacía un par de meses, cuando abandonó el domicilio en el que convivía con sus padres. Los servicios médicos le realizaron maniobras de reanimación durante casi una hora, antes de ser evacuado al hospital.

Aunque la víctima presentaba deformación facial y un fuerte traumatismo en la cabeza, la primera valoración forense no apreció ninguna lesión «suficiente para causar la muerte». Además, como Rafael había sido atendido una semana antes por una pelea con otro vecino, se atribuyeron las lesiones de la cara a dicho enfrentamiento. Esto unido a la obesidad del fallecido y los testimonios del ahora encarcelado y otro testigo, que trataba de taparlo, hizo que se barajara inicialmente una posible caída accidental.

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Pero el grupo de Homicidios descartó rápidamente esa posibilidad. Había cosas que no encajaban, como así sostiene la acusación particular, ejercida por el letrado Vicente Monzó. Por un lado las lesiones de la cabeza eran recientes y no compatibles con una caída tras regresar de fiesta, y el fallecido iba en zapatillas de estar por casa y sin su habitual riñonera, sin la que no salía de casa.

Un testigo protegido

Aunque en el barrio impera la ley del silencio, ya que muchos están atemorizados por el presunto asesino -con conocimientos de artes marciales y antecedentes por delitos violentos-, algunos testimonios recabados por los investigadores apuntaban directamente al autor. «Menudo guantazo le dio el Josele», le comentó un toxicómano a Jonathan, el pequeño de la familia de la víctima, esa misma noche antes de subirse al coche sin saber que junto a él iba el asesino de su hermano. El joven, de 22 años, se mantuvo sereno y, pese a la insistencia de sus acompañantes, no les dio el nombre de la persona a la que apuntaba dicho testigo.

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La policía localizó a otro testigo, que figura como protegido, cuyo testimonio dio sentido a las indagaciones ya realizadas, como las cámaras en las que se ve la hora en la que regresan de una discoteca cuatro amigos, entre ellos el presunto asesino. Según su declaración, al regresar de este local de ocio se subió a casa y al asomarse ya vio a la víctima tendido en el suelo. Su novia trató de darle coartada diciendo que estaba con él en la cama cuando escucharon los gritos. Pero los tiempos desmontaban su relato.

Los que conocían a Rafael coinciden en que no era una persona conflictiva y que se llevaba bien con todo el mundo. «Su vida eran sus palomos, arbitraba los concursos», añade su madre sobre la afición que Rafeta heredó de su padre. Pese a este carácter pacífico, en tan solo una semana la víctima se vio inmerso en una pelea con un supuesto amigo y fue atacado a traición por el homicida tras hacerle bajar de su domicilio de madrugada. La Policía sospecha que al arrestado, que presentaba lesiones en los nudillos y había lavado la ropa que portaba esa noche, se le había metido en la cabeza que Rafa estaba trapicheando con droga en su territorio.

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