Nuestra casa o nuestra oficina pueden hacernos más felices (o todo lo contrario)
La arquitectura ha emprendido una nueva línea para diseñar espacios que se centren en la hospitalidad para mejorar la vida de las personas
He pasado parte de mis vacaciones en un país escandinavo, de los que aplican a rajatabla la filosofía 'Hygge' (que se pronuncia 'Jugue' y no ' ... Jaig'. Una manera de plantear el interiorismo de los espacios en los que pasamos el 90% de nuestro tiempo para que las casas, oficinas o tiendas, jueguen a nuestro favor, y no en nuestra contra. O lo que es lo mismo, aplicar criterios de hospitalidad a nuestro entorno, para poder vivir mejor. Ser acogedor, en el sentido amplio de la expresión. Después de varias conversaciones compartidas con la arquitecta valenciana Anna Ferrer, este año, tuve aún más claro por qué me había sentido tan cómoda en todos los lugares en los que pasé tiempo, comí y dormí en mis vacaciones.
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Anna está especializada en arquitectura 'Well', que no es ni más ni menos que diseñar los espacios para el bienestar de las personas, pensando en todo momento en que cada detalle es de una importancia vital para que nuestras casas, nuestras oficinas o nuestros colegios, puedan hacernos sentir un poco mejor.En la filosofía 'Hygge' se cumplen unos patrones orientados a la creación de ambientes acogedores y la apreciación de los pequeños placeres cotidianos. Se centra en disfrutar de momentos de tranquilidad, comodidad, y conexión con otras personas, utilizando la iluminación tenue, laos tejidos cómodos, la comida casera y un hogar ordenado como elementos clave para crear una sensación de calidez y refugio. Todo extrapolable a nuestra vida en cualquier ciudad del mundo. Pequeños cambios que pueden hacer nuestra vida mejor. Pero aquí, aunque no lo llamemos así, podemos poner en práctica algunas cosas que pueden hacer que estemos mejor en casa, seamos más productivos en nuestro trabajo o más creativos en clase.
Anna me contó que la certificación Well, que está reglada, tiene 10 áreas de actuación, con medidas concretas, algunas obligatorias y otras recomendables. En un primer bloque, relacionado con el espacio, se estudia el aire, el agua, el confort térmico, el acústico, agua y la iluminación. Se trata de aplicar la filosofía 'well aging' a los espacios. Es decir, tratar de que ellos y nosotros envejezcamos bien. Intervenir en la eliminación de los contaminantes del aire y su purificación, el acceso a luz natural y la mejora de la calidad de la luz artificial, con tonalidades adaptadas a las actividades de cada espacio. Pero también la adecuación del espacio para maximizar el confort térmico y evitar las pérdidas energéticas, y su aislamiento para una mejor acústica y mitigar los efectos del ruido. Otras cuestiones hablan de disponer y localizar en puntos estratégicos puntos de agua filtrada y tratada. En cuanto a los materiales de construcción, se analizan los elegidos para que no sean contaminantes ni produzcan emisiones perjudiciales. Nada de plomo, mercurio ni amianto, por supuesto. Pero también una buena gestión de residuos, control en el uso de pesticidas y de protocolos y productos de limpieza.Pero para que un espacio esté certificado Well se tienen en cuenta más factores, que forman parte de la arquitectura de las decisiones. Ahí entran conceptos como la alimentación, el movimiento o la salud mental. «Decisiones como moverse más, comer mejor, tener paz mental, el sueño, o el ejercicio físico tienen mucho que ver en un espacio para poder sentirnos mejor», explica. Porque una persona que está ocho horas sentada en una oficina, por mucho que acuda una hora diaria al gimnasio o vaya a caminar, sigue siendo sedentaria.
Así que lo mejor es favorecer el movimiento también en los espacios interiores. Para ello, se diseñan espacios donde se promociona el movimiento y se incorporan actividades que permiten llevar una vida activa. En una oficina, por ejemplo, se instalan mesas con altura regulable que permitan trabajar tanto de pie como sentado.Pero también el espacio se implica con la alimentación, promoviendo opciones alimentarias saludables. Tan sencillo como situar al alcance de la mano, siempre, fruta fresca y verduras. O generando espacios para comer amables. Pero también entran en juego estímulos para nuestra mente. La salud mental es un componente fundamental de la salud humana en todas las etapas de la vida y es vital para el bienestar físico y social de las personas. Dada la alta prevalencia de enfermedades de salud mental en la población trabajadora, el lugar de trabajo se considera cada vez más como un objetivo importante para la promoción, prevención e intervenciones en materia de salud mental. Así que desde 'Well' se puede abordar la salud emocional y cognitiva con elementos verdes de la naturaleza o salas pensadas para el descanso. Y hay un punto más, con el concepto de comunidad como elemento de bienestar. Porque nuestro código postal impacta más en nuestra salud y bienestar que la propia genética. El objetivo de este concepto es crear una comunidad inclusiva e integrada a través de la justicia social, el compromiso cívico y el diseño accesible, gracias a políticas de conciliación, transparencia o diseño accesible.
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Así que en mi vuelta a la realidad, lo primero que he hecho es poner mi casa patas arriba. Cambios sencillos, sin demasiada complicación. Pero que están haciendo de mi espacio un lugar más acogedor, sin tener que cambiar los muebles o hacer una reforma. Cosas tan sencillas como cambiar algunas bombillas para tener una iluminación más acogedora de cara al final del día. Me he desprendido de muchas cosas que ocupaban un espacio y no usaba desde hace ¿diez años? He cambiado un par de estores para que la luz entre de manera más directa en algunos espacios. He reordenado algunas estanterías y la mesa donde me gusta pintar, para que todo esté más apetecible. Incluso me he hecho 'hygger' del todo y me he comprado un par de velas para hacer ambiente (pero eléctricas, a pilas, para no estar todo el día quemando mecha). Algo que no he tenido que cambiar es tener flores siempre a mano, porque me gusta ir a la floristería con frecuencia a comprar flor suelta para un jarrón. Y he dejado a mano muchos libros que me apetece leer o simplemente ver. Mis manualidades (bordar y tejer) las tengo muy a mano, y he puesto unos cojines más cómodos en el salón, para cuando llegue el momento sofá. De las pantallas, ese gran reto, hablamos otro día. Hay que ir poco a poco con los cambios. Sé que lo que te cuento no son grandes cosas. Pero se qué Anna me diría que si me sirven para sentir más bienestar en casa, voy en la buena dirección.
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