El nuevo gran asalto de China
Crecer menos, pero mejor. Es el lema que guía al país en la reforma de su debilitada economía. Visitamos empresas punteras para adentrarnos en el Gran Dragón del mañana
ZIGOR ALDAMA
Jueves, 24 de septiembre 2015, 20:54
Las instalaciones de la empresa farmacéutica KaiBao, a las afueras de Shanghái, no tienen nada que ver con el imaginario colectivo asociado a una fábrica china. De hecho, después de proteger los zapatos con unas fundas de plástico azul y ataviarse con una bata blanca antiestática para poder acceder a su interior, lo primero que sorprende es la automatización de casi todos los procesos. Apenas hay trabajadores en las gigantescas salas dominadas por máquinas de última generación. Son monstruos metálicos que extraen los elementos clave de las diferentes plantas con las que trabaja la empresa, hacen la mezcla de acuerdo con la composición ideada en los laboratorios, embotellan el preparado de color ocre, lo etiquetan, y lo empaquetan para su distribución.
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Todos estos pasos se supervisan a distancia desde una sala en la que dos trabajadores no apartan ni un segundo su mirada de un mosaico de pantallas gigantes, en las que se muestran todos los parámetros de cada proceso. Solo al final, cuando los pequeños botes de cristal están listos para salir de la fábrica, una veintena de empleados, sobre todo mujeres, comprueban que todo esté en orden. "Hasta ahora la mano de obra barata hacía que muchas empresas no invirtiesen en automatización, pero ahora la situación ha cambiado porque los salarios han crecido mucho y ya resulta rentable", reconoce un responsable de la fábrica apellidado Chen. "Además, introducir tecnología punta permite fabricar con mucha mayor precisión y calidad, razón por la que cada vez veremos más robots en la industria china". Y la gran transformación que se avecina en la segunda potencia mundial no se circunscribe únicamente a los métodos de producción. El Gran Dragón quiere crear. Y KaiBao es también un buen ejemplo de ello. No en vano, aunque ha desarrollado su fórmula contra diferentes dolencias del sistema respiratorio a partir de recetas de la medicina tradicional china, sus biólogos han conseguido sintetizar la bilis del oso pardo, que era su principal componente y de la que consumía en torno a 15 toneladas anuales -la mitad del total que producía China-. El año pasado la empresa recibió 5,31 millones de yuanes (750.000 euros) para esa investigación, y ahora sus responsables aseguran que han conseguido aumentar la efectividad del fármaco. Es la combinación perfecta de la milenaria cultura china y de la vanguardia tecnológica que está impulsando el Partido Comunista.
El lema es crecer menos, pero crecer mejor. Lo acuñó hace dos años el exprimer ministro Wen Jiabao en su última rueda de prensa, consciente de que la nueva generación de líderes chinos ya no va a disfrutar de las brutales tasas de crecimiento que han obrado,en solo tres décadas, el mayor milagro económico de la historia. Ahora China crece al menor ritmo del último cuarto de siglo, las exportaciones se desploman, las fábricas reducen su capacidad productiva, la bolsa es una montaña rusa con bajadas que cortan la respiración, y el miedo a una crisis se extiende. Pero los dirigentes chinos no pierden la calma, y aseguran que se trata de un escenario lógico en un momento de transición: el objetivo es pasar del Hecho en China al Creado en China; o sea, cambiar un modelo económico basado en el mercado exterior por otro en el que los motores son el consumo interno y la innovación.
"El XVIII Congreso del Partido Comunista decidió crear en Shanghái la Zona Piloto para la Innovación Nacional (ZPIN) con el fin de impulsar el avance en seis industrias que se consideran clave, como la biotecnología, la electrónica, o la de nuevos materiales", explica MaWengang, director de la Oficina de Promoción de la Innovación de Shanghái. Es el responsable del experimento que se desarrolla en los distritos de Zhangjiang y Fengxiang, donde se han instalado ya medio millar de empresas de nuevas tecnologías, atraídas por las exenciones fiscales y los subsidios temporales de diferente índole que ofrecen las autoridades. "Deben servir para guiar a China en la creación de talento, razón por la que no solo queremos que se instalen aquí las multinacionales. También queremos que la ZPIN sirva para dar apoyo a emprendedores con grandes ideas", apostilla. Con 3,5 billones de dólares en reservas, China tiene músculo financiero de sobra para promover ese cambio.
Un lugar impoluto
No muy lejos de los enormes bloques grises que ocupa KaiBao, otros edificios igual de insípidos guardan los secretos de la Shanghai Creative Superconductor Technologies, una empresa que desarrolla nuevos materiales superconductores de alta temperatura que se emplean en nuevas energías y en productos de alta tecnología. De nuevo, la fábrica es un lugar impoluto, propio de una historia de ciencia ficción. Y los empleados van cubiertos de pies a cabeza como si planeasen un viaje a Marte. "La mayoría de nuestra tecnología ha sido desarrollada por talentos chinos que han estudiado en el extranjero", reconoce el director de la empresa, Xue Huashi. "La nueva generación de jóvenes, excelentemente formados tanto en China como fuera, son la gran esperanza del país, donde ahora abundan las oportunidades para ellos. Su conocimiento de Oriente y de Occidente es clave para nuestro desarrollo", sentencia. De hecho, China es el país que más estudiantes envía a las universidades más prestigiosas del mundo, y también al que más regresan estos jóvenes tras completar sus estudios.
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A pesar de todo, Xue reconoce que hay problemas en la economía. "El consumo interno todavía no tiene la fuerza que se espera de él, y existe un exceso de capacidad productiva en los sectores de menor valor añadido, por lo que hará falta cierto tiempo para que esas industrias se adapten a las nuevas necesidades tecnológicas. Pero ya está sucediendo". Otro buen ejemplo de ello se encuentra a pocos kilómetros, en los pabellones de Cheng Guan Dairy. Tras los escándalos que asaltaron hace unos años el sector de los productos lácteos, esta empresa apuesta ahora por recuperar la confianza de los consumidores chinos, y el beneficio, gracias a la incorporación de la última tecnología en sus líneas automatizadas. Así, los empleados nunca llegan a tocar el producto. "Además, todos nuestros productos se elaboran con leche importada de Nueva Zelanda, muestra de que el auge de China es beneficioso para todo el mundo", sentencia Zhang Yan Jie, vicepresidenta de la empresa. "La transformación del modelo socioeconómico del país, que dará como resultado una población con mayor poder adquisitivo, es una buena noticia que no se celebra como debiera".
Por si fuese poco, China, que también ha comenzado a enfatizar la eliminación de industrias altamente contaminantes y el aumento de la eficiencia energética, ha comenzado a aportar conocimiento a la ciencia. El Sincrotrón de Shanghái es un buen ejemplo de ello. Se trata de un acelerador de partículas de 432 metros de circunferencia que se utiliza para estudiar diferentes tipos de radiación y que tiene aplicaciones en modalidades tan variadas como la medicina, la biología celular, o la física atómica. Costó 210 millones de euros, un importe que lo convierte en la infraestructura científica más cara del país. "Es una rotunda declaración de intenciones. China apuesta por la ciencia como motor económico, y por eso es ya el segundo país que más invierte en I+D del mundo -un 2% de su PIB-", anuncia con orgullo indisimulado Huang Ye, uno de los responsables del centro. "Si queremos asegurarnos un porvenir exitoso tenemos que seguir por este camino".
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