Las aguas de San Juan
La mayor parte de los tres millones de peregrinos que acuden cada año a Tierra Santa renuevan su fe en el río Jordán, donde el profeta, que nació hace 2.015 años, bautizó a Jesús de Nazaret. Botellitas con este agua también se pueden comprar en España por 28 euros. Un negocio
fernando miñana
Domingo, 28 de junio 2015, 21:42
Artemio Vitores lleva 45 años en Tierra Santa, pero mantiene firmes algunos hábitos españoles, pues nació en Palencia y se crió en Tolosa. Y lo demuestra, bromeando, al pactar una hora para hablar por teléfono. "Si quieres matar a un fraile, quítale la siesta o dale tarde de comer". No ha perdido el humor y eso que ha vivido ocho guerras y dos intifadas. Ni por haber despedido hace mes y medio a su madre. Poco después, leyendo uno de sus diarios, descubrió que se refiría a su amigo Ovidio Dueñas como "mi chico", igual que le decía a él. Vamos, que eran casi como hermanos.
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Ovidio se fue un poco antes, hace dos años, pero Artemio aún recuerda cada detalle de aquel ritual que repetía su amigo cada año, la semana después a la Epifanía, en Tierra Santa. El fraile franciscano se arremangaba el hábito y se acercaba a la orilla del río Jordán con una vieja lata anudada a una cuerda de cáñamo: la introducía en la corriente e iba sacando el agua sagrada hasta rellenar varios bidones. Después, ya en Jerusalén, la hervía, la filtraba y la embotellaba en unos pequeños envases de 1930 que había traído de Alemania. Y los lacraba. Las botellas llevaban una inscripción, Aqua ex Jordane (agua del Jordán), y la cruz de Tierra Santa, símbolo de la Custodia de los franciscanos.
Fray Ovidio y sus colegas de orden religiosa nunca vendieron una botella. Siempre las regalan. Como hizo cada vez que nació un bebé en la Familia Real. Los últimos, Leonor y Sofía. Era bautizar a un niño vinculado a la Corona e inmediatamente aumentaba la demanda de agua del Jordán. La historia le causa risa a Teodoro López, director del Centro Tierra Santa en España. "Yo no sé cómo se entera la gente, pero de repente empiezan a venir personas diciendo que han leído en algún lado que aquí, en el centro, tenemos el agua sagrada. Y sí, la verdad es que siempre intentamos tener".
El agua también se comercializa. Se puede comprar una botella en los grandes almacenes por 28 euros. Y, por supuesto, tampoco es muy complicado encontrar existencias en internet con precios de todo tipo. Un negocio del que poco se sabe. No deja ni rastro. Aunque en Tierra Santa no todos son tan dadivosos como los franciscanos y hay numerosos puestos que la venden en frascos y en todo tipo de recuerdos. Pendientes, colgantes... Hasta se ha abierto un centro comercial en Yardenit (Israel) con tiendas y un lugar para bautizarse. "Yo no sé quién se dedica a esto", se excusa Teodoro López. "Pero es verdad que venden el agua en unos botellines elegantes y certificados de la parte jordana".
El líquido en el avión
De la parte jordana. Porque hasta en esto hay conflicto. No se ponen de acuerdo dónde se sumergió Jesús cuando llegó de Galilea al río Jordán para ser bautizado por Juan, el Bautista, quien trató de oponerse porque pensaba que debía ser al revés. Pero acabó accediendo, como relata el Evangelio de San Marcos, donde cuenta que entonces se abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo, en forma de paloma, para anunciar: "Este es mi hijo, el predilecto".
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Ahora, este tramo del río forma parte de la frontera entre Jordania e Israel. Así es desde 1967 y la Guerra de los Seis Días. "Hasta 1988, el Ejército no dejaba a nadie acercarse al río", recuerda Artemio Vitores. Pero la visita de Juan Pablo II en el año 2000 permitió que Jordania adecentara la zona de Betania, para facilitar el acceso al cauce bíblico. Y desde hace cuatro años también se puede bajar por el flanco israelí. "Ahora hay una serie de escaleras, rampas y tarimas y hemos empezado a ir a ese lugar en concreto", puntualiza el director del Centro Tierra Santa de Madrid.
- Y luego, ¿cómo consiguen subir el agua al avión?
- La gente tiene la idea de que Israel es como Europa, pero allí no existe la prohibición de llevar líquidos. Puedes ir al aeropuerto de Tel Aviv con todo el agua que quieras. El problema surge cuando llegas a Madrid y tienes que coger un enlace hasta otra ciudad. Entonces te toca tirar el agua.
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El río Jordán, que significa el que baja, ya no es lo que era. Ni por el caudal ni por su calidad. "El bautismo es la purificación, pero con ese agua no sé yo si se purificarán mucho...", bromea Vitores, quien también tiene su propia provisión. Hervida y colada, claro, para que desaparezca el fango. Lista para cualquier compromiso. "Que tengo una sobrina que acaba de dar a luz".
Este fraile acompaña habitualmente a los peregrinos que se acercan a Tierra Santa. A muchos los lleva al río Jordán para que renueven o recuerden el bautismo. "Actualmente, el 90% de la gente va. Ahora hay muchas facilidades y las ceremonias varían según el sitio donde se celebren. Los grupos que vienen de África o Asia, que están más ligados a los sentimientos, no se lo pierden".
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Aunque el conflicto de Siria -"que nadie se preocupe, que aunque esté a 80 kilómetros, en realidad es como si estuviera en la China..."- ha mermado el turismo. De enero a abril la visita de peregrinos, según el custodio, "ha bajado un 19%, y un 32% en el caso de los españoles". Pero de los más de tres millones de personas que llegan a Tierra Santa cada año, según fray Artemio, la mayoría pasa por el río, que para los católicos está bendecido.
Túnica blancas
O a lo que queda de él. "El ío está tan aprovechado por Israel en el lago (el mar de Galilea), desde donde bombean agua para pueblos y cultivos, que sale muy poca de él. Yo siempre digo que si la dejaran correr llegaría al Mar Muerto y que allí sería igual de sagrada. El caso es que, salvo en invierno, la corriente es muy pobre".
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Da igual. Miles de peregrinos acuden cada año a la ribera del Jordán para entrar en contacto con su lecho. Muchos se visten con unas túnicas blancas, se sumergen y los bendicen. No es nada nuevo. Desde el siglo IV, los peregrinos se bautizan y se llevan el agua. "Y cada dos por tres están descubriendo los restos de alguna capillita", explica Artemio Vitores, que hoy celebrará el día del nacimiento de San Juan Bautista en el desierto. La festividad coincide con seis meses exactos, por delante o por detrás, de la natividad de su primo Jesús.
A fray Artemio, de todas formas, hay asuntos que le preocupan mucho más en su vida cotidiana que el caudal del río. Como el censo cada vez más esquelético de cristianos en Tierra Santa o las penurias económicas que están pasando numerosas familias en Belén, donde viven del turismo y la venta de objetos religiosos.
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