El juego del amor a partir de los 50
Me llega el WhatsApp de una amiga que transcribo de manera literal por la sonoridad de su contenido: «¿Te vienes a ver una película sobre ... una mujer en los 50 con ganas de follxr?». A continuación, incluye un pantallazo con el cartel de la misma. El film se titula 'Mi amiga Eva', está dirigido por Cesc Gay y en la foto aparece el rostro de Nora Navas sonriente y expresivo, en actitud romántica, frente a frente con el argentino Rodrigo de la Serna, exhibiendo ambos un juego gestual que denota complicidad íntima. A primera vista la escena me recuerda a la serie 'Engaño', el drama erótico de factura italiana donde la actriz Monica Guerritore mantiene un apasionado affaire con un joven mulato guapo de escándalo que en la ficción interpreta Giacomo Gianniotti. Dicho telefilme arrasó el pasado año entre el target de mujeres maduras y no tan maduras disparando la venta de viajes femeninos a Italia en busca de calor. La cosa es que, pese a que no puedo ir a ver la película con mi amiga, me pica la curiosidad y decido ir al día siguiente sola a los Babel; la crítica la pone bien y el tema me interesa. Accedo a la sala unos diez minutos antes de la hora. La platea está compuesta casi únicamente por mujeres a partir de los cuarenta, algunas en grupitos de dos o tres, bastantes en parejas y otras solas, como yo. Los únicos dos hombres presentes van acompañando a sus parejas y canta que están allí únicamente para complacerlas.
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Para mí ver ese tipo de cinta en compañía de tu marido es el equivalente a depilarte las ingles o el bigote en su presencia. Hay ideas que la mayoría de las mentes masculinas nunca han abordado y no seré yo quien despierte dudas o ideas en un terreno poco fértil para ello. Allá ellas. Aunque voy en mi rol de observadora / narradora con las antenas activas para tratar de extraer toda la información posible, enseguida me doy cuenta de que, de cara al resto, soy una dama más en la mediana edad con todo lo que ello conlleva a nivel emocional y hormonal. Intercambio un par de miradas con algunas de las espectadoras que denotan camaradería de grupo y me reconforta ese contacto de sociedad secreta. Empieza la película, y a los pocos minutos todas nos percatamos del talento mayúsculo de Nora Navas, de que Juan Diego Botto es uno de los actores más solventes del momento, sobrio y sin imposturas, y de que Rodrigo de la Serna es de lo mejor que nos ha dejado 'La Casa de Papel'. El inicio de la historia transcurre en Roma, donde la protagonista está pasando unos días por motivos profesionales. Conoce en el hotel a un hombre argentino de su edad, atractivo, agradable y (al parecer) soltero. A fuego muy lento se establece una relación de amistad entre ellos, todo muy sutil, ligero y respetuoso.
Eva, la protagonista, mantiene una relación de más de dos décadas con su marido y está (tal y como describiría un buen amigo mío para referirse a aquellos hombres y mujeres que llevan muchos años en pareja), «oxidada» en materia de romance. La sala al completo casi podemos sentir su apuro cuando su nuevo amigo improvisado le propone acudir juntos a casa de un amigo que tiene en la ciudad, su risa cortada, como se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja y posa su mirada en el suelo, el baile sutil que ejecuta con los pies para, de manera instintiva, mantener la distancia social. Con una sonrisa no puedo evitar imaginar lo que la protagonista de 'Engaño' hubiera hecho en la primera cita con ese argentino desconocido, pero eso ya es cosa de los sesenta para arriba cuando sabes que la vida es ahora y que el presente es lo que tienes entre las manos (o piernas) y no lo que recreas en tu mente. De vuelta a casa Eva siente que su vida ha implosionado y decide poner fin a su matrimonio con un pretexto que nadie a su alrededor entiende: siente que necesita volver a enamorarse, volver a participar en lo que ella llama «el juego del amor». A partir de ese momento (y ya me desmarco del argumento para evitar destriparles la película), Eva se lanza a la piscina, de cabeza y sin flotador.
Más allá de la trama, que transcurre entre las citas que mantiene, los desencuentros con su ex, los conflictos con sus hijos o las reacciones de amigos, compañeros y conocidos, lo que tiene a las presentes fascinadas es la autenticidad y realismo con los que Eva se enfrenta a su recién estrenada realidad, los pequeños matices como el nuevo corte de pelo, la manera de morderse el labio cuando alguien la interroga de más, la torpeza de los nuevos besos, el mirarse de nuevo al espejo, la primera Navidad sin su marido, pedir Glovo para uno y comer sola, salir de nuevo a un mercado que, de repente, le es desconocido, la amargura de los desencuentros cuyo sabor ya había olvidado, la zozobra de las dudas que amenazan con derribar el castillo de naipes con los que aún se está acostumbrando a jugar, compartir cama con alguien que no la ama, el aroma de ese nuevo estado cuyo sabor ya no tenía registrado y que se llama incertidumbre. Eva nos acompaña en la montaña rusa a la que se ha subido y de la que ya no puede bajar y, a ratos la comprendes, a ratos la envidias y a ratos la compadeces, pero siempre la crees, porque Eva es de verdad. Querer enamorarse de nuevo es muy lícito, igual que lo es decidir quedarse y apostarlo todo a un proyecto personal que quizá ya no brille tanto, pero que te aporta refugio, pertenencia y una relativa seguridad. Y usted, ¿se queda con lo que tiene o estaría dispuesto a jugar?
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