Ignacio Gomá
El autor de 'En busca del presente' propone en su nuevo libro alternativas para que las democracias recuperen la confianza
Al Norte, Rusia saca el hacha de guerra; al Sur, los países africanos se sienten cada vez menos atraídos por el sistema democrático; en el ... Este, China es un amigo poco fiable y en el Oeste, Estados Unidos suelta amarras. En este nuevo orden, o desorden, global, Europa parece necesitada de una brújula para manejarse por el mundo. Desde una perspectiva liberal, el abogado, antropólogo y escritor Ignacio Gomá (Madrid, 1990) analiza con brillantez en su libro 'En busca del presente' (Deusto) las causas de los problemas actuales y propone alternativas para que España y Europa recuperen la confianza.
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-¿Qué les está ocurriendo a las democracias occidentales?
-El diagnóstico es complejo. A veces nos retrotraemos a 2008, que puso en cuestión la democracia liberal, el capitalismo e incluso el orden mundial porque fue el año de los Juegos Olímpicos de Pekín y China ya dejó ver que quería disputar la hegemonía. Pero quizá haya que remontarse al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando comienza un periodo de bonanza muy grande, pero también la filosofía se vuelve más relativista, con los franceses posmodernos, la descolonización y las universidades anglosajonas. En estas instancias, algunos grupos y partidos piensan en subvertir las instituciones, en cómo denunciar estructuras que les parecen machistas y capitalistas… Con todo ello se inicia un proceso de deslegitimación de las instituciones y de Occidente en general que ha afectado al modo en que Europa se ve a sí misma (más que a Estados Unidos, donde existe un mayor patriotismo) y que nos ha vuelto tan críticos que de alguna forma nos ha inhabilitado para liderar el mundo. Pero tengo la impresión de que hemos exagerado. Yo soy partidario de la crítica, pero no podemos negar que Europa ha vivido una época de progreso económico, social y moral como ninguna otra civilización.
-¿Cómo encaja España en este análisis?
-España ha sido víctima de este proceso en Occidente, pero también ha estado afectada por idiosincrasias particulares, como la corrupción, la falta de respuestas a las demandas ciudadanas o la irrupción de nuevos partidos. El principal problema de la política en España es que no es capaz de transmitir esperanza a los ciudadanos, y eso es muy peligroso, porque entonces surgen líderes populistas que lo prometen de forma interesada. Ahora en España, en vez de bipartidismo, tenemos un bibloquismo, que genera mucha polarización porque la polarización ya no es entre los bloques, sino también dentro de cada bloque, y eso solo conduce a debilitar el espacio público. Como ejemplo, llevamos tres años sin Presupuestos, del Parlamento ya no salen leyes y la única excusa del Gobierno para seguir al frente del país es que no venga la extrema derecha. Pero eso no es un argumento para gobernar. Si los políticos se dejaran de enredar en juegos de poder, podrían ofrecer algo más atractivo a los ciudadanos.
-Usted ve cómo uno de los síntomas de la degradación política en España la proliferación de decretos leyes.
-El real decreto ley es una figura excepcional prevista en el artículo 86 de la Constitución que tiene sentido para casos extremos, pero al que se ha recurrido de forma exagerada durante mucho tiempo, lo que ha dañado la división de poderes porque ha sustraído al Parlamento de su capacidad para incluir enmiendas y llegar a acuerdos. De esta forma, el Gobierno acumula poder y eso pervierte la democracia, que está pensada para que haya una distribución de poderes y no abusos. También degrada la política los ataques a los jueces, otra forma de deteriorar la imagen y la credibilidad de las instituciones. La democracia es un sistema de gobierno que se basa en la confianza de los ciudadanos, no en un poder duro que exige obediencia y para que los ciudadanos mantengan esa confianza debe haber una apariencia de respetabilidad.
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-También dice que acometer reformas estructurales en España es una quimera.
-Técnicamente, no sería imposible porque todavía el PP y el PSOE suman más de los tres quintos del Congreso y más allá de la escenificación, las diferencias entre los dos partidos tampoco son insalvables. Pero los bloques están tan separados que no se puede llegar a acuerdos.
-Muchas personas no quieren tener amigos con distintas ideas políticas a las suyas. ¿Las guerras culturales han puesto en peligro la convivencia?
-Una parte de la sociedad ha percibido que ciertos grupos extremistas en el movimiento 'woke' han buscado la confrontación y como respuesta ha surgido el extremo contrario, del que Trump o Milei son ejemplos. En esta situación, el centro se ha desvanecido. Cuando alguien se dedica a impedir que los demás hablen y deteriora la convivencia y el diálogo, tiene que saber que los otros también pueden jugar con las mismas armas.
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-El periódico The New York Times o la revista The Economist consideran que el 'wokismo' se acerca a su final, pero usted no comparte esta tesis.
-Las ideas que han producido estas guerras culturales no se van a desvanecer. Al contrario, la presidencia de Trump puede hacer que la situación empeore en los dos lados. Se trata de un cambio de mentalidad que ha llegado a una generación entera, y eso no cambia automáticamente.
-En este desorden, Trump, Putin y Xi Jinping se erigen como alternativa al orden liberal.
-En estas crisis en las que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer, se producen situaciones potencialmente peligrosas como las que estamos viendo. Ellos juegan sucio y para nosotros, es más difícil pelear con las armas del otro, pero yo, en general, no soy tan pesimista. Creo que cuando se ha llegado a un cierto nivel de progreso moral, claro, se puede retroceder, pero también recuperar la confianza en nosotros mismos.
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-Estados Unidos ya no quiere ser el hermano mayor de Europa. ¿Será capaz el continente de tomar las riendas de su destino?
-Con el segundo mandato de Trump, parece que esta vez sí ha habido un cambio trascendental que va a obligar al verdadero despertar de Europa. Nosotros no nos sentimos cómodos con la ley de la selva, cuando se rompe el diálogo y el multilateralismo, pero tenemos que aprender a ofrecer una alternativa a eso. No podemos estar otros 100 años dependiendo de Estados Unidos.
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