Henar Molinero, en una imagen de 2006. Kike Taberner

Entender Valencia

Henar Molinero y Jacobo Navarro no son sólo un equipo que está fogueado y que garantiza efectividad. Es un gabinete que entiende la forma de ser del cap i casal

JC. Ferriol Moya

Valencia

Viernes, 5 de diciembre 2025, 00:54

Los dos nombres más sobresalientes del nuevo Consell nombrado por Juanfran Pérez Llorca, los que representan la novedad más significativa respecto a la etapa de ... Carlos Mazón, no son ni vicepresidentes ni consellers y no se sientan en la mesa del nuevo Gobierno valenciano. Esas dos caras son las de dos de los secretarios autonómicos que rodearán al nuevo president de la Generalitat: Henar Molinero, al frente de Presidencia, y Jacobo Navarro de Peralta, en Análisis. La sala de máquinas del Palau adquiere ahora sí la dimensión que encierra ese nombre. Molinero y Navarro de Peralta, ya se ha escrito, formaban parte del núcleo duro de Presidencia de la Generalitat con el mandato de Francisco Camps. No era una etapa cualquiera. No fue solo la de vino y rosas, la de mayorías absolutas e influencia en la calle Génova. Fue también la de Gürtel, la de las 150 portadas de El País –como gusta de recordar el expresident–. Y pese a ello, pese a una campaña de acoso y derribo contra el jefe del Gobierno valenciano, fue la de resistir y conquistar dos años después, en 2011, la mayoría absoluta más amplia conseguida por un dirigente popular. Contra todo y contra todos. La mayoría más importante, en el peor momento de todos, o en el segundo peor, si se compara con la dana. Porque es verdad que Mazón tuvo que enfrentarse a 230 muertes –si se decide comparar uno y otro proceso de desgaste y caída del president de la Generalitat–, pero también pudo haber encontrado la forma de echárselas en cara a Pedro Sánchez y no pudo o no supo hacerlo. Y en cambio Camps tuvo que hacer frente también a una campaña de dimensiones mediáticas y políticas fuera de todo sentido. Y electoralmente no se resintió, y su sala de máquinas siguió adelante hasta el final.

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En todo caso, el fichaje de Navarro de Peralta y Molinero, especialmente el de esta última, supone recuperar para Presidencia del Consell a buenos conocedores de eso que algunos definen como «el contexto social de la ciudad de Valencia», una idea que viene a referir a esa idea de la capital, y en particular del centro de la ciudad, con una idiosincrasia propia, unos gustos y unas costumbres que la definen y que la identifican, y que para un partido como el PP valenciano es inexcusable conocer y cuidar. Una Valencia, la de cruces adentro si se prefiere, la del paseo por Paz y Plaza de la Reina, de El Corte Inglés de Pintor Sorolla y procesión de San Vicente Ferrer, que representa una manera propia de sentir la ciudad. Hablamos de la raigambre pepera, de la Valencia que hizo suya a Rita Barberá, de las Fallas de la sección de Especial, que en su día Eduardo Zaplana entendió y cuidó, y que Carlos Mazón no supo descifrar durante sus dos años y poco de mandato.

Molinero y Navarro de Peralta vienen aprendidos de casa. Saben lo que es la sala de máquinas del Palau

Esa Valencia es la que conoce Molinero, la que cuida sus propias tradiciones, su religiosidad, la que guarda las esencias del cap i casal, a la que la alcaldesa María José Catalá también ha hecho guiños, consciente de que ese es el espacio en el que puede pasar de 'sólo' alcaldesa de Valencia a referente político de la capital.

Esa Valencia es la que conoce alguien que vive sus fiestas, sus tradiciones y sus celebraciones. Molinero, casada con uno de los empresarios de más éxito de la ciudad, garantiza que se abran puertas que el equipo de Mazón probablemente no ha sabido ni dónde estaban. Imposible llamar a un timbre que ni encuentras ni entiendes. El PP de Alicante conoce y se adapta a la realidad alicantina. Pero en Valencia, en el cap i casal, donde está el Palau de la Generalitat y el de Benicarló, no basta con llegar con la mayoría de votos. La política también consiste en adaptarse a la realidad de cada lugar. Y la de Valencia ciudad es una y muy concreta. Y Pérez Llorca se ha rodeado del equipo idóneo para poder descifrarla e interactuar con ella.

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Mazón nunca entendió la Valencia de la procesión de San Vicente y la del paseo por plaza de la Reina

Si el nuevo jefe del Consell aspira a volver a ser candidato en 2027, necesita iniciar el camino para entender esa ciudad que tiene su propia forma de conducirse, que entiende la Real Academia de Cultura Valenciana o Lo Rat Penat como esencias de una tradición centenaria, y no como focos de conflicto lingüístico como quieren ver algunos. Esa parte de la ciudad que puede llegar a decantarse por Vox si el PP titubea, si no capta la esencia del mensaje. Molinero garantiza el acceso del president de la Generalitat ya no sólo a los grandes empresarios –eso va de suyo con el cargo de president–. También al empresariado mediano y pequeño, tan consolidado en esta ciudad, tan celoso de sus tradiciones y de su forma de ser. Los primeros actos de la agenda del nuevo president, cuando se conozcan, servirán para medir si Pérez Llorca abunda en esa senda de actos pequeños, sin apenas asistencia, como esos equipos de fútbol pequeños que juegan a no perder. O si recupera la grandiosidad, la presencia de referentes de la ciudad, quienes han representado y representan lo que muchos denominan como «las esencias». La Valencia de toda la vida.

Pérez Llorca, por elección propia o por recomendación ajena, apuesta a una sala de máquinas que se pone en funcionamiento sin tiempo que perder. La partida se juega en sólo unos meses. Los que irán hasta las próximas encuestas, las que permitirán medir si la apuesta por el nuevo president ofrece garantías electorales para 2027. Sin entender Valencia, sin comprender a sus gentes, el camino resulta mucho más difícil.

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