El exministro José Luis Abalos a su llegada al Tribunal Supremo E. P.

Ábalos, de látigo contra la corrupción a preso de ella

Perfil ·

El ex número tres del PSOE, al que Sánchez hizo ministro tras ser su portavoz en la censura que echó a Rajoy, acaba en la cárcel por la misma gangrena

Jueves, 27 de noviembre 2025, 15:51

Fueron 42 minutos de canto a la limpieza de la democracia, a la excelencia política, al compromiso de las gentes de la izquierda, a la ... necesaria probidad de las instituciones, al sentido de Estado. La pinturera retórica incluso en los peores momentos -o más incluso- de José Luis Ábalos vibró para la historia reciente del país aquel 31 de mayo de 2018 en que subió a la tribuna de oradores del Congreso para defender, con verbo ardoroso, la moción de censura que Pedro Sánchez acabaría ganando al día siguiente y que llevaría en volandas a ambos, al político audaz y al fiel escudero que lo vio venir, a La Moncloa. Ábalos había hecho retumbar un implacable alegato contra la corrupción que Mariano Rajoy -cabe imaginar a toro pasado el regocijo del gallego impertérrito- escuchó en su escaño sin mirarlo. Empezaban los días de vino y rosas del primer gabinete de Sánchez, aquel «Gobierno bonito» levantado sobre la divisa de que jamás se vería salpicado por el fango de las irregularidades. La aluminosis que, según ha ido revelando la UCO de la Guardia Civil, ya había comenzado a corroer para entonces el edificio del discurso sanchista desde la Navarra de Santos Cerdán y Koldo García, el aparente patán que se ha destapado como el 'factotum' de la vida y el ministerio de Ábalos.

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El instructor del Supremo Leopoldo Puente ha puesto fin este frío jueves de noviembre, aun cuando sea preventivamente, al viaje hacia el poder que el encarcelado emprendió con Sánchez al volante del Peugeot convertido ya en fetiche de la política española. El ingreso en prisión decretado por el magistrado viene a ser la simbólica acta de defunción de aquellos 42 minutos de agitación de la bandera anticorrupción. El resultado de la solicitud de Anticorrupción de 24 años de cárcel por la trama de las mascarillas y el informe, entre otros, de la Unidad Central Operativa sobre el patrimonio de Ábalos en el que aparecen las fotografías digitales -guardadas por Koldo García, ese conservador de indicios presuntamente delictivos- con sobres de 'cash' con membrete del PSOE. Esos documentos de la UCO que distan de las florituras dialécticas del exministro pero que son de un ilustrativo «que te cagas», por utilizar una de las soeces y sonrojantes expresiones con que él y su lugarteniente despachaban sobre las mujeres en sus correrías de sexo bajo pago.

Tres exmujeres, cinco hijos, 5.000 libros

Ábalos (Torrent, Valencia, 1959) se ha quejado, con la amargura del pillado en falta, de que sufre poco menos que un proceso inquisitorial sobre su vida privada y en el que las corruptelas que se le atribuyen no son lo que parecen. La investigación que ha terminado dando con sus huesos en prisión ha aflorado una disoluta biografía de comidas caras, noches interminables, juergas encadenadas y prostitutas a la carta en la trastienda de la existencia como ministro, gestor de las entrañas del PSOE, militante entre campechano y cultivado en su biblioteca con más de 5.000 libros, marido divorciado de tres mujeres y padre de cinco hijos; esos episodios disipados que, según voces que se sentaban en aquel Consejo de Ministros, la entonces vicepresidenta y rostro del feminismo socialista, Carmen Calvo, le describió a Sánchez antes de que éste prescindiera, en una decisión de brumosas razones, de su hombre de confianza en la remodelación de su Gobierno de julio de 2022. «En absoluto», ha venido respondiendo el presidente cuando se le ha preguntado si jamás escuchó nada, si nunca se percató de nada, mientras recorría el país en coche con Ábalos, Koldo y Cerdán, en las primarias que lo rehabilitaron a golpe de épica de polvo y carretera.

El problema para el hoy enviado a prisión y, por extensión, para quien fuera su jefe y sus antiguos correligionarios en una afiliación a su sigla de cuatro décadas es que el sumario acumula evidencias del mucho dinero que necesitaba Ábalos para sostener su tren de vida -la pública y la íntima, ambas imbricadas-, que menudeaban los fajos de billetes contantes y sonantes -la hilarante alimentación con «chistorras» y «lechugas»- y que hay 95.000 euros en gastos sin justificación bancaria alguna, mientras el partido despeja balones con el argumento de que el manejo en efectivo ha sido y sigue siendo poco menos que lo normal en cualquier organización. Y de telón de fondo y entre otros hechos bajo sospecha, la oscura reunión con la vicepresidenta del régimen venezolano, Delcy Rodríguez, en Barajas en el enero de 2020; la introducción, vía Koldo, del autocatalogado conseguidor de la trama, Víctor de Aldama, en su círculo del ministerio; o las posibles mordidas con la compraventa de mascarillas en pandemia y con la concesión de obra pública. Los tejemanejes de Ábalos han involucrado o salpicado a todo ese entorno afectivo por el que decía velar -a sus hijos Víctor y Tatiana y a sus tres exmujeres-, pero también a sus acompañantes de ocasión. Léase Jésica Rodríguez, enchufada para cobrar sin trabajar, o la actriz porno que trató de ocultar a la UCO una memoria USB en su ropa interior mientras estaba con el exministro en su casa de Valencia.

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Solo, con los problemas de liquidez doméstica que siempre parecen haberle obsesionado, abandonado por aquellos a los que ha guardado tanta fidelidad como para no haber maniobrado ni con su goloso escaño en Grupo Mixto ni con -aún- todas las interioridades del Gobierno y del partido que tan bien conoce, el nieto de guardia civil ve cómo el cuerpo ha levantado la causa que le ha llevado a prisión desde aquel funesto 21 de febrero de 2024 en que fue detenido Koldo García, el custodio de todas sus miserias. Ya lo dijo el propio Ábalos, premonitorio sin quererlo, en su wagneriana defensa de la moción de censura: «Hemos vivido en la presunción del delito y en la presunción de la inocencia».

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