'Los años nuevos' o el poder de lo cotidiano para narrar el amor
La nueva serie de Rodrigo Sorogoyen nos enseña que como sociedad hemos superado la idea de amor posesivo y eterno. Estará en Cines Babel hasta el 4 de diciembre
Casi todos lo hemos pasado mal por una relación. Todos nos hemos sentido rotos, enfurecidos y traicionados. A todos nos ha abrumado en algún momento la monotonía y el miedo a estar perdiéndonos otras cosas. Y al mismo tiempo, todos conocemos también la maravillosa sensación de sentirnos amados. Nos encanta querer y regalarle a alguien nuestra mejor versión, formar un equipo y pensar que lo que nosotros tenemos es diferente a lo que tiene el resto (aunque probablemente no lo sea).
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Esa es la razón fundamental por la que casi cualquier persona se sentirá profundamente identificada con 'Los años nuevos', la nueva serie de Rodrigo Sorogoyen, cuya primera parte ya se puede ver en Movistar+ y la segunda, a partir de hoy y hasta el 4 de diciembre, en los Cines Babel. La serie cuenta la historia de amor entre Óscar y Ana (Francesco Carril e Iria del Río) a lo largo de diez años -o mejor dicho, diez nocheviejas- en las que se conocen, se enamoran, se acostumbran el uno al otro, se aburren, se aman perdidamente, se hastían y se comprenden hasta la saciedad. Pero la gracia de 'Los años nuevos' es que está a años luz de ser la típica historia de amor que tantísimas veces nos han contado. Primero porque es una joya que recordaremos -tanto por su argumento, como por su guion y sus actuaciones-; segundo, porque nos apela directamente y nos hace empatizar muchísimo con sus protagonistas, como si fueran colegas nuestros de toda la vida; y tercero por lo real y cotidiana que resulta.
'Los años nuevos' está a años luz de ser la típica historia de amor que tantísimas veces nos han contado
Esa cotidianeidad romántica de 'Los años nuevos' es su mayor virtud. En muchas ocasiones, este género peca al construir personajes demasiado intelectuales. Muchos recordarán cintas míticas como la trilogía de 'Antes del amanecer'. Son películas muy buenas, sí, pero uno se siente un poco tonto al verlas, porque lo normal no es diseccionar a escritores del existencialismo francés mientras pegas un voltio con la novia. Lo normal en el día a día es comentar cómo te ha ido en el curro, recordar alguna anécdota o hablar de cosas aparentemente insustanciales. Sorogoyen, en su serie, no intelectualiza más de la cuenta a sus personajes, lo cual lo hace todo mucho más real. Y a riesgo de ser un aburrimiento por ese 'exceso' de realismo, la historia consigue precisamente lo contrario: puedes estar cuatro horas (lo que duran los cinco primeros episodios) en la sala de los Cines Babel sin cansarte, algo complicado en extremo teniendo en cuenta que se trata de una serie calmada, sin demasiado altibajo.
Además, los temas que se tratan en 'Los años nuevos' son universales: los rencores familiares, las fases del enamoramiento, los hijos y cómo cambian a las personas, la frustración por no tener una vocación mientras tantos otros hacen bandera de ella, la misma frustración por tener la vocación clarísima desde el principio sin que ello te haya permitido desmelenarte y ser un trotamundos... 'Los años nuevos' tiene mucho de ese clásico sentir que no estás avanzando cuando todos a tu alrededor avanzan (una sensación tan intensa como falsa en el fondo). Y todo contado a través de reuniones sin cortes, ese recurso que Sorogoyen utiliza tan bien en todos sus metrajes y que le sirve para diseccionar a todos los que están en escena.
La serie tiene mucho de ese clásico sentir que no estás avanzando cuando todos a tu alrededor avanzan
Otra de sus grandes virtudes es la libertad con que Carril y Del Río interpretan sus papeles. Hablan con mucha soltura, corrigiéndose o balbuceando de vez en cuando, como si sus palabras no estuvieran medidas, como si fueran personas de verdad (lo cual también denota la gran edición de sonido que tiene la serie).
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En ocasiones, el exceso de ruido nos hace pensar que el cine ha perdido la pretensión artística para la que fue creado, pero series como 'Los años nuevos' demuestran que en el cine siempre seguirá habiendo arte.
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