'El camino estrecho' en Movistar+: combinar con buen gusto bélico y melodrama
La Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva poco conocida, mezclada con un tórrido romance igual de intrigante con el reclamo de Jacob Elordi, y un castigador paso del tiempo con traumas enquistados
Siendo ante todo una serie bélica, 'El camino estrecho' incorpora varias novedades heredadas de la novela de Richard Flanagan en que se basa: los soldados protagonistas, para empezar, no son europeos ni estadounidenses, sino australianos. El implacable «enemigo» japonés ya se ha explorado, pero casi nunca como carcelero. La perspectiva de la guerra que elige mostrar esta serie es la de un campo de prisioneros que harán trabajos forzados. Ni más ni menos que construir un ferrocarril entre países, en mitad de la jungla de Laos y Camboya. Ahí acaban el protagonista, el médico Dorrigo Evans (Jacob Elordi) y su pelotón, bajo el látigo de sus captores. Y la ficción viaja siempre a un tiempo anterior y otro posterior al momento de la guerra, ese impás entre la vida y la muerte, esa cárcel vegetal donde lo raro será sobrevivir.
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El pasado funciona como palanca para desolar al soldado capturado. En la historia del protagonista, veremos cómo era taciturno, estudioso, amigo de los libros y enemigo de las convenciones sociales más soporíferas. Pero sobre todo vemos cómo una mujer que está bastante más viva que él (Odessa Young, que está grandiosa) le sacará de su atolondramiento y le dará una obsesión. Además una obsesión prohibida, cómo no, porque es la mujer de su tío (Simon Baker, entre otros el actor de 'El Mentalista'). Así que esta serie contará con una extraña virtud: al final de cada episodio el cliffhanger puede ser tanto «¿Decapitarán a este?» como «¿Se van a besar?» y eso es una circunstancia un poco rara pero sin duda meritoria.
El futuro es distinto, agrio y descreído. Han pasado muchísimos años y la guerra sigue muy presente, como es normal, en este veterano que vio de todo. Le ha convertido en una persona soberbia y ensimismada. Un cirujano de prestigio que no se ve envejecer y se siente intocable. Y de paso un orador deseado por cualquiera para que hable sobre el bien y el mal, el trauma y la condición humana. Interpretado por el irlandés Ciarán Hinds (le hemos visto en 'Juego de tronos', 'Belfast' o 'Pozos de ambición'), vive en un casoplón monumental, y monumentalmente vacío.
Uno de los potenciales 'peros' que podríamos ponerle a la serie es el propio Elordi. Actor de moda gracias sobre todo a su siniestrísimo personaje de 'Euphoria', aquí salva la papeleta gracias a su mutismo, a que su personaje molesta muy poco. Sufre como todos —lo muestra menos— pero siempre tiene un aura de estar por encima, de pensar todo el tiempo «estos humanos, míralos, no saben lo que hacen». Además, en un requiebro poco creíble, se hace con la confianza del jefe japonés (Show Kasamatsu), un joven que cree que pasará a la historia. Es muy difícil baremar cómo de creíble es el sadismo japonés (siempre parecen o monstruos o críos) o la bonhomía australiana (nunca han roto un plato), porque la guerra es mucha guerra. Lo que sí podemos juzgar es la credibilidad de las escenas en sí, y las de violencia extrema… están muy bien llevadas. Sobre todo una, larga y durísima, es inolvidable. Otros detalles como el cuaderno de dibujos multicolores donde se refleja lo más salvaje perfectamente documentado… cuestan más. También las de romance imposible están calculadas con maestría, así que en ambos extremos de la cuerda estamos bien cubiertos.
Las miniseries tienden a cerrar todos sus cabos de manera rotunda y exagerada, y este es un poco el caso. La parte del futuro, la consecuencia, la vida traumatizada, es la menos conseguida. Quizás nos cuesta creer que sean la misma persona simplemente por cuestión de casting, pero esas miradas perdidas que se funden en el vacío, esas añoranzas de algo que no va a volver, no funcionan siempre. El amor perdido, la inocencia terminada a machetazos, los extremos, son los que le dan brillo a esta historia. Y el imaginarse encerrado y famélico, vulnerable hasta el extremo rodeado de muerte, y recordando entonces lo que era abrazar a un gran amor durante horas, cuando las preocupaciones eran bien distintas. El paraíso perdido. Merece un visionado.
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