Todos los artistas saben que hay que aprovechar una buena racha. José Sacristán cuenta cómo en una época de su vida rodaba una película por ... la mañana, después hacía dos funciones teatrales y por la noche filmaba otro largometraje. Entre función y función, se quedaba dormido.
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Andreu Buenafuente ha tenido la valentía de parar en un periodo febril de su vida. El cómico enlazaba una sátira del Don Juan Tenorio en un teatro barcelonés con las grabaciones de su programa semanal en Televisión Española, 'Futuro imperfecto', y el pódcast 'Nadie sabe nada' junto a Berto Romero. Por si fuera poco, presentará las campanadas de Fin de Año junto a su mujer, Silvia Abril.
No es la primera vez que Buenafuente para. Lo hizo en 1999, obligado por el síndrome de 'burnout' y un trastorno de ansiedad. El catalán más popular de España me confesó en una entrevista que era un adicto al trabajo desde que a los 17 años no terminó el BUP y se metió a un estudio de radio en su Reus natal. La aventura empresarial de su productora El Terrat, que en 2019 compró Mediapro, también le quitó muchas horas de sueño.
Llevo tantos años escuchando el 'Nadie sabe nada' que creo conocer a un comunicador que casi forma parte de mi familia. En la era del cinismo, Buenafuente mantiene siempre la duda y la humanidad, la inocencia y la ilusión. Tan pronto cuenta una anécdota cercana relativa a su experiencia como padre que suelta una reflexión orgullosamente boomer. La clave de Andreu es que es un cómico que no se hace el gracioso y que casi pide perdón cuando cuenta un chiste. Por todo ello me ha conmovido su decisión de tomarse un descanso por salud mental. Un ejemplo para que todos recordemos que lo primero en la vida nunca es el trabajo.
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