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LA CHISPA

La moneda

JOSÉ LUIS SATORRE/ABEL MORA

Sábado, 7 de noviembre 2015, 10:49

Una madre, para conseguir que su hijo abandonara los juegos y regresara a casa antes de ponerse el sol, se inventó la fábula de unos espíritus malignos que, con la oscuridad, se adueñaban del camino que llevaba a casa. Consiguió su propósito y el pequeño, con el miedo a cruzarse por el camino con los espíritus, regresaba puntualmente al hogar todas las tardes. Pasaron los años. El chaval se hizo mayor. El pánico a la oscuridad y a los espíritus siniestros permaneció en su mente al punto que no había fuerza humana capaz de sacarle de casa en cuanto oscurecía. La madre -¿qué no hará una madre por su hijo?- volvió a buscarse las mañas y le dió una moneda, argumentando que mientras la llevara consigo, los espíritus no podrían hacerle ningún mal. A partir de entonces el muchacho, ya no tiene miedo a adentrarse en la oscuridad, convencido, se lo dijo su madre, que la moneda le protege contra las fuerzas del mal.

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Estos días pasados han sido muchas las noticias de prohibiciones y retiradas de símbolos y actos religiosos en diferentes lugares muy señalados para los creyentes, como los cementerios. Este proceder autoritario y dictatorial me trae a la memoria las fabulaciones de la madre del cuento que conseguía su objetivo apoyándose en el miedo y la amenaza. Se nos habla de imposiciones, de laicismo, y de tantas otras realidades que sí imponen y obligan porque como son las autoridades de turno, nos quieren colocar la moneda, pero ahora para que sintamos miedo y coacción. Entonces nos encontramos solos, confusos y llenos de temores en medio de este vasto universo, olvidando que la buena religión nos hace audaces y la mala religión acobarda. La mala religión se aferra a la falsa moneda. La buena religión nos hacer ver que no existen tales espíritus maléficos.

La revelación de Jesús nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y a toda la humanidad. El Evangelio no nos dice que huyamos de este mundo sino que vivamos aquí de una forma nueva: creyendo, amando, buscando la justicia y la paz, desprendiéndonos de todo, dando y dándonos. No podemos hacer del retrovisor la norma para conducir. Con él, miramos hacia atrás, pero no avanzamos. Se camina mirando al frente, por eso grande es la luna delantera, para poder ver el camino y seguirlo seguro.

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