Mira, nene, las vaquitas en el prado, qué bonito». Y el nene dice que sí, que muy bonito, mientras sigue trajinando en su tablet. Pero ... la imagen es tan de postal, que el papá para el coche y hace fotos de las vacas, que le parecen lecheras; o quizá también de las otras, las que dan solomillo y todo eso. Las fotos son guay: las vacas pastando en medio de la enorme pradera, tan verde. Un acierto, venir por aquí.
Publicidad
Luego viene lo otro. Al llegar al pueblo, el nene, ensimismado en lo suyo, pisa una caca de vaca, el alojamiento rural está al lado de un establo y la mamá, nada más bajar, advierte: «qué mal huele, ¿no?» Total, que así se lo hacen saber al dueño de la casa rural, que viene quejándose al alcalde de todo esto, porque no puede ser, que le espantan a los huéspedes y el turismo es cosa sagrada; y el alcalde no quiere ser como el del pueblo de al lado, que va de boca en boca porque hizo caso de los nuevos hosteleros y del secretario del ayuntamiento y se lió a meter multas por actividades molestas y todo eso.
Todo eso ha llevado a que agricultores y ganaderos de toda España, como de toda Europa, y seguramente del mundo mundial, estén cada vez más soliviantados frente al fenómeno de los nuevos u ocasionales vecinos que pretenden imponer sus reglas urbanitas contra las actividades de siempre de quienes viven y trabajan desde siempre en pueblos y aldeas rurales.
Asturias sigue la estela de una ley de Francia para proteger valores agrarios que 'molestan' a turistas y neorurales
Turistas de pocos días y también neorurales que se instalan en lugares presuntamente idílicos descubren a menudo que, aparte de serlo, tienen otros 'inconvenientes' que les espantan: huelen a estiércol de vacas u ovejas, hay gallos que cantan de madrugada, cuando ellos aún duermen, y los campanarios tienen campanas (¡qué cosas!) que marcan las horas, llaman a misa y tañen a muertos.
Publicidad
La asociación profesional Asturias Ganadera ha registrado en la Junta de Gobierno del Principado una propuesta de ley para proteger los olores y los sonidos propios de las actividades agrícolas, ganaderas y tradicionales de los pueblos y defender a sus habitantes de las pretensiones de quienes intentan su eliminación. No se ha aprobado todavía, pero va ganando apoyos políticos y seguramente no tardará en hacerse realidad, porque es de justicia. En Francia, que siempre va por delante, ya tienen una ley así que blinda el mundo rural frente a esas intromisiones. No es una ley punitiva, no castiga a nadie, pero es un parapeto frente a quienes quieran esgrimir algo en contra de valores rurales: no ha lugar, eso queda preservado por ley, y quienes no estén a gusto pueden ir a otros sitios, o quedarse en los suyos de origen, dejando en paz a quienes nunca fueron a molestarles.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión