Pase que nuestros gobernantes sean incompetentes, pero que se dediquen a usar las redes sociales para maltratar a los rivales o a quienes no piensan ... como ellos es harina de otro costal. El ministro Óscar Puente -un ejemplo entre muchos- es un 'hooligan' pagado por todos que no duda en lanzar su veneno también en las redes. Trump hace un uso igualmente deprimente de estas, durante mucho tiempo en Twitter, y luego en su propia red social, 'Truth Social'. Son diarios los insultos, bravuconerías y falsedades que publica y, además, en mayúsculas. Vox, que tiene a gala la amistad con este paladín de libertades, es bien conocido por incendiar todo en las redes. Las redes sociales no pueden constituir nunca un vehículo para el análisis de opiniones de personas que están deseosas de adquirir información o debatir algo con un mínimo de profundidad. Que los responsables políticos utilicen tales medios para incendiar los ánimos o echar porquería sobre alguien me parece algo deleznable, pero que ningún partido político tenga la más mínima voluntad de establecer medidas contra ese uso por parte de los suyos nos da la foto de cuánto se ha corrompido la exigencia moral en la clase política.
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Las redes sociales, con su limitación de espacio, no nacieron para tener una conversación sensata. El anonimato, por otra parte, fomenta la liberación del individuo de sus frenos morales. Finalmente, el algoritmo favorece que cada usuario vea reforzada su opinión por su asociación en tribus de pensamiento, y ya están marcadas las posiciones para una lucha encarnizada de insultos y amenazas. En resumen, las redes sociales destruyen toda opción de encuentro genuino, lo más preciado que tenemos: la posibilidad de acercarnos al otro buscando puntos de encuentro para colaborar. El beneficio económico está detrás de este plan diabólico: cuantos más 'likes' se obtengan en los que participan en estas refriegas más beneficio, más influencia, más poder en definitiva para la red social.
Trump ha logrado que YouTube le abone 24,5 millones de dólares en un acuerdo extrajudicial para terminar la demanda que el presidente le puso por haberle suspendido su cuenta tras el asalto al Capitolio por sus huestes en enero de 2021. No es la primera vez que Trump extorsiona a quienes él juzga que le difamaron cuando dejó la presidencia en su primer mandato, pero lo relevante aquí es cómo una red social tan poderosa como YouTube se pliega ante la amenaza de ver perjudicado su negocio. Si bien hay voces que llaman a regular el impacto de tales redes en términos de la veracidad de la información que aportan, estos intentos se van por el sumidero cuando los propios políticos son modelos de abuso e indecencia.
Las redes sociales no nacieron para tener una conversación sensata
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