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Más dura será la caída

Doble fatalidad en Andújar

Jueves, 15 de junio 2023, 23:52

No sé si habrán visto en redes sociales el vídeo grabado por un vecino en Andújar (Jaén) hace unos días. Un hombre corpulento se presenta ... ante un domicilio en una calle tranquila; apenas circula un coche. Con parsimonia saca de una bolsa un cuchillo grande y un martillo y empieza a llamar insistentemente a una puerta, al tiempo que grita todo tipo de improperios para que el inquilino baje a su encuentro. «¡Sal maricón! ¡Te voy a matar!». Es el comienzo de una serie larga de amenazas. Aprieta el timbre, se separa del portal para ver la ventana del piso de su objetivo; se desplaza arriba y abajo. «Aquí viven terroristas», dice, y como nadie baja, pide ayuda al pueblo de Andújar.

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Se ve claramente que este hombre (la prensa dice que era veterinario) tiene sus facultades mentales alteradas; no sé si fue un brote psicótico, o si ya presentaba una enfermedad crónica. Pero esta es la primera fatalidad de lo que va a suceder a continuación. Su delirio incluye ideas de ser víctima de un agravio; se siente perseguido, dañado, escarnecido. Los enfermos mentales tienen más probabilidad de ser víctimas de delitos que de protagonizarlos, pero la investigación es concluyente al señalar que los sujetos con ideas paranoides son particularmente violentos.

Al llegar el coche patrulla, el copiloto sale disparado a su encuentro; su compañero se queda rezagado. Pero al llegar el primero a donde está el agresor, este se le encara rápidamente con sus armas para atacarle. El policía retrocede de espaldas; se pasa la pistola a la mano izquierda y sostiene la porra en la derecha (ignoro si es porque era zurdo y buscaba mayor seguridad en el manejo del arma de fuego o si porque pensaba que podía hacer frente a la agresión solo con la porra). Pero en la grabación se ve que el plan del policía no va a funcionar. El atacante camina con toda decisión. La porra no le va a servir de nada frente a un cuchillo y un martillo enarbolados con ánimo homicida. Aquí aparece la segunda fatalidad.

La porra no le va a servir de nada frente a un cuchillo y un martillo enarbolados con ánimo homicida

El agente finalmente comprende que tiene que dispararle, pero lo hace muy tarde, a punto de caerse; quizás quiere darle en una pierna, pero la bala atraviesa su ingle y no le detiene en absoluto. Esa bala continua su trayectoria y mata al otro policía, que corría detrás para socorrerle. Me pregunto por qué el policía no disparó cuando era obvio que ese hombre iba a por él; en el poco tiempo que tuvo fue muy remiso a hacerlo, y cuando se decidió ya no pudo apuntar. ¿Temió que le echaran del cuerpo si lo mataba? En todo caso, esos dos agentes honraron su uniforme ese día aciago.

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