Urgente Largas colas en la V-30 entre Mislata y Vara de Quart en la mañana de este viernes

Profesionales de la bondad

Ramón Palomar

Valencia

Martes, 2 de diciembre 2025, 00:19

Y, de repente, o al menos uno lo vio venir, irrumpieron las oenegés como si fuesen esos caracoles que inundan los campos tras una rotunda ... tormenta. Las había para todas las edades y para todos los gustos. Un fenómeno tan colosal provocó mi natural desconfianza, ¿a qué respondía tanta súbita bondad? Pero el sofoco me duró poco. En mi inocencia, creía que el personal apuntado a esas oenegés formaba parte de ese solidario voluntariado que arrima el hombro sin obtener compensación económica a cambio. Cuando descubrí que no era así, que les cascaban sus sueldecitos cada mes, la desconfianza regresó contra mi chepa. La bondad remunerada se convierte en profesión, y esto no tiene por qué ser malo, pero en fin, se presta a ciertos abusos.

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Transcurrieron los años y, de vez en cuando, se publicaban informaciones independientes que nos aseguraban hacia qué bolsillos se precipitaba la parte del león de los donativos. En efecto, en algunas oenegés el 90% de la pasta se encauzaba hacia la buchaca de los que trabajaban en el chiringuito, y el resto, o sea las migajas, hacia los países y los colectivos que precisan de nuestra ayuda. En definitiva, al colaborar con esas organizaciones sin ánimo de lucro (qué sospechoso cuando añaden el marchamo de «sin ánimo de lucro»), sin pretenderlo, creamos una suerte de castilla que encontró acomodo en nuestro tío vivo buenista. Parece que, entre estas faltadas y nuestros esquilmados ahorros, las oenegés andan de capa caída, un tanto desinfladas, bastante raquíticas. Sólo recuperaríamos la confianza en esas organizaciones si mostrasen auditorias realizadas en despachos independientes. Pero, otra peculiaridad que nos confunde viene con la escasa transparencia que ventilan. Así pues, prefiero seguir practicando la caridad de proximidad con el pobre de la esquina. Al menos sé donde acaban las monedas.

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