La dana nos asoló. Por dentro y por fuera. Son 245 días de barro y polvo, de desesperanza, de lucha por sobrevivir a una tragedia ... colectiva donde la inacción y el abandono ostentoso de nuestras instituciones junto con la falta de arrepentimiento y asunción de responsabilidades, nos ha ido desgarrando interna y lentamente cada uno de los días recorridos desde aquel fatídico 29 de octubre.
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Una travesía de miedo, pérdida y dolor. 229 muertos, pero hasta el momento no hay responsables.
Estamos muy lejos de lo que se puede considerar una situación de normalidad después de la tragedia que nos asoló el 29 de octubre pasado. Con temor por la falta de acciones correctivas que nos prevengan de próximos fenómenos meteorológicos similares al que sufrimos el fatídico mes de octubre pasado, por la necesidad de una mirada amplia en la reconstrucción de nuestros pueblos: en infraestructuras, en atención a las víctimas, en una justicia obligatoria que suavice nuestro sufrimiento.
La huella del barro todavía permanece ocho meses después. En el sentido más amplio.
Nunca volveremos a ser los mismos. Solo la justicia terminará de limpiar el polvo y barro que ha quedado en nuestro más profundo fuero interno.
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