Vuelve el alicantón
El partido fracasó cuando lo intentó en unas elecciones pero el concepto, el prejuicio hacia Valencia y lo valenciano, parece haber recuperado fuerza
Muchos, casi todos, lo han olvidado. Y bien que hacen Pero llegó a ser un partido y se presentó en unas elecciones autonómicas, las de ... 1991, bajo el nombre de Partido Cantonalista del País Alicantino (Alicantón). El resultado, no obstante, fue paupérrimo, 4.119 votos en toda la Comunidad Valenciana. Pero más que el partido y su historia electoral me interesa el concepto, la idea. Desde un primer momento, la autonomía valenciana sufrió un déficit de vertebración. Hay quien dice que es por el nombre. Por la coincidencia de Valencia como ciudad, provincia y comunidad. Hay quien lo achaca todo a las tensiones rupturistas/catalanistas o centralistas/madrileñistas. Y hay quien asegura que la culpa hay que buscarla en Valencia, que no da juego ni a Alicante ni a Castellón. Argumento similar al que he escuchado muchas veces en Málaga respecto de Sevilla. Alicante, no hay que olvidarlo, es la cuarta provincia más poblada de España. Pero Alicante dista mucho de ser un territorio uniforme y vertebrado. La Marina Alta va por un lado, la Baja por el otro, Alcoi es Alcoi, Elche y Alicante capital están tan cerca como lejos, la Vega Baja mira más a Murcia... Taifas dentro del aspirante a cantón independiente.En aquellos años ochenta y noventa, a las cámaras de Canal 9 se las recibía con gritos de «Puta Valencia, puta capital». Jamás he visto tanto odio al Valencia como el que sufrí en una visita al Rico Pérez. La Generalitat ha tenido un presidente de Benidorm aunque nacido en Cartagena (Zaplana) y otro de Alicante capital (Mazón), dos de Valencia (Lerma y Camps), uno de castellón (Fabra), otro de Morella (Puig) y otro de Motilla del Palancar (Cuenca), aunque criado en Valencia (Olivas). Ahora, si Vox no lo remedia, llega otro alicantino, de Finestrat. En las últimas semanas, el concepto 'alicantón' (en minúscula, no como nombre de partido) ha reaparecido. Tanto en el caso de los candidatos a suceder a Mazón y el veto impuesto por los presidentes provinciales a María José Catalá (con el concurso necesario de Vicent Mompó). Como en el de la sustitución de Salva Navarro al frente de la Confederación Empresarial Valenciana. En ambos casos, el concepto parece haber impuesto su criterio, más por el miedo a lo que pueda pasar que por su fuerza real. Seguimos para bingo. Así van nuestros clubes de fútbol, así va nuestra Feria, así acabó nuestro sector financiero (¿o no recuerdan la oposición radical a la fusión de bancaja con la CAM?). El Alicantón partido no parece tener mucho futuro pero el concepto, el prejuicio, está más vivo que nunca. Y me preocupa.
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