En verano y en invierno, el Paseo Marítimo de Valencia está siempre hasta arriba de gente. Los fines de semana es algo espectacular. Una imagen ... que acaba con la vieja maldición de la ciudad que vivía de espaldas al mar. Que tenía bastante de cierta porque durante muchos años los llamados «poblados marítimos» fueron una zona poco frecuentada por los valencianos del centro y de Ruzafa, de los sucesivos ensanches e incluso de los barrios que fueron surgiendo al otro lado del cauce, como Mestalla-Exposición, Jaime Roig, Algirós, Amistat, Orriols, Benicalap, Benimaclet... La clase alta y la media-alta tenían sus segundas residencias en Jávea, Dénia o Moraira. O, más cerca, en Cullera, El Mareny, El Perelló y El Perellonet. Las playas de la Malvarrosa y Las Arenas estaban descuidadas, Valencia carecía de una red de colectores y depuradoras que garantizaran un agua limpia. El litoral urbano era de los vecinos de los barrios, no de todos los ciudadanos. Y, por supuesto, no había turistas. En la década de los noventa, el Ayuntamiento ejecutó la obra del Paseo Marítimo, según el proyecto del arquitecto Miguel Colomina. Un eje que vino a poner orden en la anarquía existente hasta entonces, que aunque tenía su encanto no podía sobrevivir por más tiempo. Ahora, con la reforma de los restaurantes de la playa -los antiguos merenderos-, la asociación que reúne a los propietarios de los establecimientos reclama una reforma integral del paseo y señala sus múltiples deficiencias: el carril bici deteriorado, las baldosas y los bancos rotos, la falta de juegos infantiles, el arbolado insuficiente... Tienen razón. El paseo se ha quedado desfasado. No responde a las necesidades del tiempo presente. Está demasiado pensado para el coche y muy poco para el peatón. Le falta sombra, lo que es imperdonable cuando las temperaturas son cada vez más altas y la temporada de calor se alarga. Tiene un diseño lineal, aburrido, carente de sorpresas. No se puede reducir el arbolado a unas palmeritas que no dan sombra, hay que estudiar bien la vegetación que se planta. Dice la alcaldesa Catalán que en dos años, cuando se termine la reconstrucción de los restaurantes, comenzará la del paseo. Pero hay que ir pensando ya en el diseño y valorar la posibilidad de convocar un concurso internacional de ideas que atraiga el interés de arquitectos paisajistas. Las riadas de gente que los sábados, domingos y festivos invaden el Paseo Marítimo son la demostración de que este eje es principal para la ciudad. Y que ya no es cierto que Valencia viva de espaldas al mar. Afortunadamente.
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