Si un encuestador saliera a la calle a preguntar a la gente por cómo cree que empezó la Segunda Guerra Mundial, los poquísmos que contestarían ( ... no nos engañemos, la mayoría pasaría palabra) responderían que la contienda se desencadenó a partir de que la Alemania de Hitler invadiera Polonia y de que, a continuación, las dos potencias europeas -Francia y el Reino Unido- declararan la guerra al régimen nazi. Es famosa la fotografía (preparada, como casi todas las icónicas) de unos soldados de la Wehrmacht levantando una barrera fronteriza, simbolizando la ocupación del territorio polaco. Hay historiadores y politólogos que no fijan el arranque del conflicto en el 1 de septiembre de 1939 sino antes, con la anexión de los Sudetes checoslovacos, en 1938, y su ratificación en la Conferencia de Munich, interpretada a posteriori como una vergonzante rendición de las democracias occidentales ante una dictadura criminal. Los hay que llevan la fecha al momento en que el autócrata alemán violó el Tratado de Versalles y decidió la remilitarización de Renania, en 1936. Y los hay, por último, que ven un continuo entre la Primera y la Segunda Guerra, por lo que creen que su origen está en el citado Tratado, que condenó a la potencia derrotada a unas condiciones de sumisión económica que llevarían al surgimiento y auge del populismo racista y supremacista que finalmente se hizo con el poder en 1933. Lo que probablemente no contestaría nadie al encuestador es que la Segunda Guerra Mundial comenzó con la invasión alemana de Polonia por el Oeste, pero completada con la que ejecutó la Unión Soviética de Stalin por el Este. Porque con el tiempo, y para el relato 'oficial' de los hechos, ha quedado que el país comunista fue la tumba del fascismo y que con sus más de 20 millones de muertos fue quien más contribuyó a la derrota de la poderosa maquinaria bélica germana. Y es cierto que así fue. Si en el frente del Este el Ejército rojo no hubiera aguantado la embestida nazi, es posible que los nietos de Goebbels (Hitler no tuvo descendencia) siguieran mandando en Berlín. Pero, recuerden, la 'Operación Barbarroja' se inició en junio de 1941, casi dos años después de la invasión de Polonia. En la historia 'oficial' a la que me refiero, la que se refleja en las series de televisión (especialmente si son de Netflix) y en las películas de Hollywood, en novelas y cómics, la que se comenta en tertulias y se enseña en los colegios, se habla poco o su oculta por completo el Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado el 23 de agosto de 1939 por los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania y la Unión Soviética. Un acuerdo entre los representantes diplomáticos de los dos dictadores para repartirse Polonia y que permitía a Stalin anexionarse Finlandia, los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) y algunas partes de Rumanía. Aunque la aventura finlandesa no acabó como esperaban en el Kremlin. Una novela de reciente aparición, 'Los guerreros del invierno', de Oliver Norek, narra la heroica resistencia de este país ante el avance del gigante ruso, personificada en un francotirador letal, Simo Häyhä, cuyo apodo lo dice todo: la Muerte Blanca. Pero salvo algunos casos aislados de ensayistas o novelistas que se han salido del carril y han contado no sólo las agresiones y violaciones del Derecho Internacional que cometieron los nazis sino también los comunistas, la versión más extendida es monocolor. Y es una pena. No sólo porque se falte a la verdad al contarla sólo a medias. Sino porque conocer en profundidad el pasado es fundamental para entender el presente. Si uno tiene noticia de aquellos hechos, ocurridos hace ya 86 años, y si luego le suma las más de cuatro décadas de dictadura comunista en Polonia, que no hubiera sido posible sin la presencia amenazante de la URSS al otro lado de la frontera, es fácil comprender el pánico que se ha desatado en el hoy miembro de la Unión Europea y de la OTAN ante la provocación de Putin con los drones sobre su espacio aéreo. Pero si sólo se sabe una parte de la historia le faltarán elementos de juicio para dar sentido al todo. Es cierto, todo empezó en Polonia, la Segunda Guerra Mundial estalló aquel día en que las tropas alemanas avanzaron sobre suelo polaco. Pero es preciso ir más allá y no quedarse sólo con un flash, un titular, una interpretación tan abreviada como interesada. Todo empezó en Polonia, sí, pero no como nos lo han contado.
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