IVÁN ARLANDIS

El desencanto de M. A. Aguilar

La socialdemocracia clásica, lo que en su día representó el felipismo, no se ve reflejada ni representada por un sanchismo populista y agresivo que levanta muros

Pablo Salazar

Valencia

Viernes, 28 de noviembre 2025, 23:43

Gracias a la gentileza de Luis Trigo y su fundación 'El secreto de la filantropía', el jueves por la tarde tuve el placer de presentar ... en el Casino de Agricultura el último libro de Miguel Ángel Aguilar, 'No había costumbre'. Una crónica imprescindible sobre los últimos días de Franco, de cuya muerte, como bien se ha encargado de recordarnos hasta el agotamiento el Gobierno, se acaban de cumplir 50 años. Aguilar estuvo allí, haciendo guardia en El Pardo, o en La Paz. O enterándose en un bar de la flebitis del dictador, en 1974, un año antes de su fallecimiento. Porque como bien cuenta en la obra, como le explicó «el confeccionador» de la revista en la que entonces trabajaba -Posible- «las noticias están en los bares». Consejo que es hoy aún más pertinente en unos tiempos en que muchas informaciones se elaboran a partir de lo que se cuenta en las redes sociales, no de lo que el informador ve sobre el terreno. En el diálogo con el veterano periodista, Aguilar evidenció su distanciamiento del actual Gobierno, de su manera de entender la política, también la comunicación y la relación con los medios. Basada en la adulación permanente al líder y en el señalamiento del profesional que se niega a aceptar el adoctrinamiento. Miguel Ángel pertenece a esa generación que desde el ejercicio del periodismo trató de plantar cara a la dictadura, que sufrió la censura y fue juzgado ante un tribunal de orden público. Y que cuando llegó la democracia (gracias a múltiples factores, como el papel del Rey Juan Carlos, la presión de Estados Unidos y, por supuesto, el famoso 'harakiri' de las Cortes franquistas al aprobar la Ley de reforma política) participó y se ilusionó con el proyecto socialista que encabezaba Felipe González. Un político que ahora, con el sanchismo, es despreciado como «derechista», baldón inmediatamente anterior al sempiterno «fascista». Todo se andará. Ya en una entrevista en este periódico que hace unos meses le hizo Burguera, Miguel Ángel dejó para la posteridad un titular que necesita pocos añadidos: «La Constitución no acepta que se levante un muro que separe a los españoles». Idea que desarrolló el jueves: tras el final de la guerra civil no llegó la paz sino la victoria de unos, los vencedores, sobre los otros, los vencidos. Repetir ahora, ochenta años después, esa dialéctica de la confrontación y la exclusión de media España (la que vota a la derecha, sea al PP o a Vox) es un error histórico y de consecuencias catastróficas para la convivencia entre los españoles. Lógico que Miguel Ángel Aguilar esté desencantado. Lo estamos todos, salvo los fanáticos de Sánchez.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio

Publicidad