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SUZI KIM

Conflicto generacional

Una sociedad en la que los pensionistas cobran más que los jóvenes está condenada al colapso

Pablo Salazar

Valencia

Sábado, 20 de septiembre 2025, 23:40

Como ahora todo es Israel, Gaza, el genocidio, el boicot a la Vuelta ciclista y el rechazo a participar en Eurovisión (al fin una buena ... noticia, este año igual nos ahorramos la turra del festival), ha pasado casi desapercibida la advertencia que lanzó hace unos días el canciller alemán, Friedrich Merz: el Estado de Bienestar «ya no es sostenible financieramente». En ese Estado de bienestar se incluye el sistema de pensiones, uno de los mayores avances sociales de la historia. Pensado para un tiempo en que la pirámide demográfica era completamente diferente, con una esperanza de vida muy inferior a la actual. Los dirigentes germanos, que no están sólo al tacticismo del día a día sino que se ocupan de los grandes debates pendientes, ya han propuesto alguna fórmula para garantizar que los niños de hoy puedan disfrutar en el futuro de lo que ya tienen sus abuelos y de lo que en unos años podrán disponer sus padres. Aquí estamos a otra cosa. Nos movemos a impulsos. Cuando se produjo la dana nos dimos cuenta de que el territorio no se puede alicatar hasta el techo como si fuera la cocina de una VPO, sin pensar en las consecuencias de cegar los espacios naturales por donde discurre el agua. Luego llegaron los incendios forestales y durante unas semanas -tampoco más, que nos aburrimos si se alarga en exceso- debatimos acerca de cómo hay que intervenir en los montes y en los bosques para que semejante desastre no se repita. Cuando el problema está más que detectado y tiene muy difícil resolución. Se llama despoblamiento de las zonas rurales, abandono del campo por falta de incentivos para los agricultores, huida masiva a las ciudades. Todo ello trae, como efecto, el que los incendios, cuando se desatan, no se puedan apagar. Y tampoco se puede pensar en mantener todo este hábitat como si fuera un parque urbano. La dana, los incendios... ¿quién se acuerda ahora de la sequía? Nadie, ha desaparecido del 'debate' nacional, ese que protagonizan los representantes políticos y una mayoría (hay honrosas excepciones) de tertulianos que no son más que meras correas de transmisión de los partidos de izquierdas o de derechas y sus previsibles argumentarios. Muy decepcionante. Volverá la sequía y entonces diremos: es que hay que tomar medidas, invertir más en riego por goteo, acabar con las fugas de agua en redes a menudo obsoletas... La política de barra de bar, la que se sustancia hoy tanto en las redes sociales como en las tribunas de los parlamentos, es letal por dos motivos. El primero, porque está en la base de la creciente polarización social, del enconamiento con que se discute o más bien se insulta en algunos foros. Y hasta se llega a justificar el asesinato de un activista rival porque, claro, es que «era un fascista». El segundo, porque impide centrarse en los grandes asuntos de Estado, los que en los próximos años van a condicionar la vida de los españoles. Las consecuencias ecológicas del calentamiento global, el efecto de la IA en la enseñanza, el modelo económico, la energía, el agua y, por descontado, la brecha generacional. Que es, no lo duden, la mayor bomba de relojería que tiene que desactivar la democracia española si quiere sobrevivir medio siglo más. Nuestros hijos van a vivir peor que nosotros. Y eso es un drama. Nunca ha sido así a lo largo de la evolución humana, siempre hemos ido a mejor. No son sólo las pensiones, son también los sueldos y el acceso a la vivienda. Una sociedad en la que los nuevos pensionistas cobran más que los trabajadores jóvenes está condenada al fracaso. No pueden tener un proyecto de vida, no pueden emanciparse ni mucho menos pensar en tener hijos. No sé cuál es la varita mágica para revertir una situación tan peligrosa pero lo que es evidente es que este Gobierno se muestra completamente incapaz de resolver el conflicto. No lo va a hacer con medidas populistas y subvenciones cuyo único efecto es de cara a la galería. Es necesaria una política de vivienda que pasa, obligatoriamente, por la construcción pública y por dar facilidades a la privada. Y es no menos necesario afrontar el problema de las pensiones, de su sostenibilidad, y hablar con sinceridad a los ciudadanos en lugar de hacer campaña con subidas irreales y anuncios irresponsables de que nunca van a perder poder adquisitivo. Hace falta, en fin, gestores responsables, no psicópatas dispuestos a todo con tal de conservar el poder.

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