IVÁN ARLANDIS

Catalá power

La alcaldesa de Valencia expande su influencia en el partido, lo que seguramente inquietará al alicantinismo militante, que tanta influencia tiene en el PP

Pablo Salazar

Valencia

Viernes, 5 de diciembre 2025, 00:06

En los partidos hay corrientes o familias. Que pueden ser ideológicas o simples comunidades de intereses. Pensemos en el desaparecido abalismo (¿hubo alguna algún abalista ... aparte de Ábalos?), un grupo de presión dentro del PSPV. Como lo fue en su día el lermismo. aunque en este caso sin prostitutas, paradores de Teruel, chistorras y toda esa caspa mafiosa que, presuntamente, rodeaba al ex secretario de Organización de Pedro Sánchez. Estas congregaciones dentro de unas siglas pueden obedecer a motivos de reafirmación ideológica, como era Izquierda Socialista. O como son, en el caso del PP, los cristianos. O los liberales. También Vox, un partido en apariencia monolítico, tiene subgrupos. Pero yo he venido a hablar hoy de María José Catalá. Que últimamente aparece en todas las conversaciones y/o especulaciones sobre el futuro del PP valenciano. A la alcaldesa de Valencia, conocida es la historia, le pusieron la roa los presidentes provinciales de su propio partido, que no la querían como presidenta de la Generalitat. Reproduciendo los infundados temores que el zaplanismo desarrolló hacia una Rita Barberá que no aspiraba a salir de las cruces de término. A Catalá, con esta maniobra, le han hecho un gran favor. Han reforzado su figura dentro y fuera del PP. En Génova ya goza de todo el predicamento, de hecho era la candidata preferida para suceder a Mazón cuando en Madrid entraron en pánico porque no tenía previsto en un plan B si el ya ex president decidía arrojar la toalla, como así fue. Catalá no tiene previsto dejar la Alcaldía, donde apenas lleva dos años y medio y tiene casi todo por hacer. Pero en esta remodelación del Consell que ha tenido que emprender Pérez Llorca ha dejado huella de su creciente poder. Y de la necesidad de contar con ella en cualquier situación. Un hecho indiscutible que al alicantinismo -esa corriente territorial con tanta fuerza en el principal partido de la Comunidad Valenciana- inquieta e incomoda. Tacita a tacita, la alcaldesa de Valencia va formando su familia pepera. Tiene dos problemas. Uno es cómo denominar a su corriente. Catalanismo no puede ser, claro. Catalaísmo, en todo caso. O el Catalá power. El segundo problema es las citadas reticencias que despierta en Alicante al grito de «¡Es de Valencia, socorro, a mi la Legión!». Con lo que le sugiero que su ¿sensibilidad?, ¿agrupación?, se conozca bajo el epígrafe de «valencianismo», con todas sus acepciones. Eduardo Zaplana entendió el papel principal de la capital y actuó en consecuencia. Carlos Mazón me temo que no llegó nunca a asumirlo. Veremos qué hace ¿Juanfran?, ¿Pérez?, ¿Llorca?

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