Desde el pasado sábado tengo claro de lo que hoy iba a escribir. Ni la dantesca situación del Valencia en Liga, ni del descenso, ni ... de Carlos Corberán ni de la Copa del Rey. El cuerpo me pide a gritos hace semanas hablar de José Luis Gayà. El capitán del Valencia. Creo que es más que evidente que Gayà no es el mismo desde que se lesionó aquella tarde de hace dos temporadas en La Cerámica y que acabó llevándole a un quirófano.
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Las lesiones le han matado como futbolista. Le han dejado sin Mundiales ni Eurocopas y, hoy, sin puesto en la selección. Me duele el alma cada vez que lo pienso y me pongo en su piel. El sufrimiento interno de este futbolista solo él lo conoce y le debe acompañar cada día de su vida.
Y a eso -que ya es muy duro de por sí- hay que sumar lo que pasa a su alrededor; su Valencia. Todos sabemos que Gayà ha tenido numerosas oportunidades de marcharse del club. Oportunidades mejor pagadas y a clubes tan grandes o más que el suyo. Por no hablar de la llamada del Real Madrid a la que todo el mundo dice «sí»... y él dijo... que «no». Que se quedaba en el club de su vida.
Si Gayà no está bien, que no juegue. Es un profesional del fútbol y sabe que esto puede ocurrir
Es importante detenerse en este punto porque Gayà no es tonto; sabía perfectamente que marcharse le habría reportado muchos más euros en su cuenta corriente y muchos más títulos en su bolsillo. Todo lo que un futbolista normal puede querer.
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Pero es que Jose no es normal. José es valencianista por encima de todo. Y se quedó en esta especie de muerte en vida que es el Valencia de Peter Lim. Es el único que lo ha hecho. ¿Y qué ha recibido a cambio? Lo peor posible; la ingratitud de los suyos.
Su paseillo por el circo romano ante el Villarreal fue deprimente. ¿Nadie se dio cuenta mientras caminaba hacia el banquillo que está hundido? ¿Que necesita que los suyos le levanten y no que le maten?. Soy incapaz de entender la crítica grosera que está recibiendo en las últimas semanas.
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No se la merece. ¿Que un día explotó en Mestalla y mando a unos cuántos a esparragar? Pues normal; todos tenemos nuestro límite y Jose no puede más. Las lesiones le están matando, se quedó cuando Lim le empujaba a marcharse y, en lugar de encontrar benevolencia en los suyos, se le abuchea por no estar a buen rendimiento. De verdad, no me parece ni medio normal. También digo una cosa; él debió pedir perdón por su gesto feo y todavía no lo ha hecho. Error.
Si deportivamente Gayà no está bien que no juegue. Es un profesional del fútbol y sabe que esto puede ocurrir. Si su rendimiento está por debajo de lo necesario, que pare hasta estar en condiciones. Pero, de ahí a matarle porque no es el gran Gayà de siempre, media un abismo.
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No está ni mejor ni peor que cualquier otro del equipo pero nadie más que él merece mano izquierda. Es como ese hijo que hace algo mal y, aunque merezca la bronca del año, es tu hijo y te comes la rabia. Porque es tu hijo. O es como ese que, en mitad del incendio, se queda a salvar vidas mientras el resto huye. Porque el resto huye. Gayà no es un jugador del Valencia. Gayà es el Valencia. Y por culpa de Lim se nos está olvidando.
Y, pregunto yo; si Gayà ha demostrado ser valencianista por encima de todo, ¿no se le puede tener el respeto ganado por encima de su situación actual? Ustedes hagan lo que quieran; yo jamás perderé el respeto a alguien que eligió sufrir por encima de ganar. Que eligió encabezar un ejército diezmado y rodeado a huir de la batalla. Que eligió su escudo por encima de la gloria individual. Que eligió el Valencia por encima de todo.
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