Qué tristeza. Corren malos tiempos para quienes defendemos el sistema de libertades que nos dimos en el 78. Cuarenta y siete años de travesía para ... acabar asistiendo, otra vez, al insoportable hedor a estercolero que emana de las entrañas de la política por obra y gracia de un puñado de golfos, atenazando instituciones, partidos y administraciones. Y aunque España ha avanzado en transparencia, la percepción social es bien distinta: crece el pesimismo, se propaga el desánimo y cala la creencia de que todo está podrido. Ya lo expresó el papa Francisco: «La corrupción es la peor plaga social, porque destruye la fe, la esperanza y la confianza».
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Los nombres que hoy llenan portadas -Ábalos, Cerdán, Koldo, Aldama, Aureliano- no son más que los últimos eslabones de una cadena que viene de lejos, con investigaciones, imputaciones y condenas de un centenar de cargos públicos -incluidos ministros- que acabaron ante los tribunales y algunos en prisión. Una retahíla de casos y personas que aprovechan las grietas de la contratación pública para operar en beneficio propio con inusitada desfachatez.
La tentación del enriquecimiento rápido no es ajena a la condición humana y se manifiesta en cualquier organización jerarquizada que, como los partidos y los gobiernos, se mueve en círculos de poder. Es algo sabido; otra cosa es consentirlo. Y aquí surge el razonamiento: ¿no legislar ex profeso, no establecer más controles o no activar mecanismos que lo detecten equivale a permitirlo? Los escándalos pasan, las siglas cambian, pero la regeneración siempre se aplaza. Ninguna formación ha cogido el toro por los cuernos.
Con un electorado cada vez más hastiado, que asiste entre la resignación y el asco a lo que parece un consenso tácito de silencio entre partidos, resulta urgente que alguien dé un paso al frente y proponga un plan de cirugía inmediata. ¿Dónde están las propuestas valientes o las leyes eficaces capaces de poner fin a este berenjenal? ¿Acaso hemos olvidado lo que desencadenó el movimiento de los indignados del 15M, que hace catorce años sacudió el tablero y dio origen a Podemos? Hoy se pulsa ese mismo malestar.
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Con un gobierno socialista en el poder desde 2018, sacudido por diversos escándalos que salpican a figuras relevantes del partido e incluso al entorno más intimo del presidente, carente de los necesarios apoyos parlamentarios que lo sostengan, no solo se ve comprometida la gobernabilidad, sino también nuestro futuro común. Porque Sánchez sufre ya de catalepsia política y, más pronto que tarde, será un recuerdo. Pero ¿cómo piensa conectar el siguiente con un electorado cada vez más difícil de recuperar? Si nadie asume el coste de regenerar el país con valentía, será el país quien termine por pasar la factura. Y no quedará margen para lamentaciones.
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