La comparecencia de Carlos Mazón en el Parlamento fue muy tensa y dolorosa para los valencianos. El nudo que nos comprime el estómago cada vez ... que recordamos los fatídicos días de la dana volvió a aparecer. Tras cada pregunta, tras cada intervención y tras cada respuesta, renacía esa mezcla de indignación, sufrimiento y tristeza que vivimos desde la catástrofe. Fueron cuatro horas duras para todos. En especial, para los familiares de las víctimas mortales y para todos los afectados. Lo fue porque nos hizo revivir lo sucedido; porque volvió a dejar al desnudo cómo se actuó, las negligencias cometidas y las dudas aún por despejar, y porque, de nuevo, tuvimos que asistir a un encarnizado debate político. Otra vez, descalificaciones y visceralidad en nombre de la tragedia. Una comparecencia en la que a Mazón se le vio descolocado. A instantes acorralado. Atrapado en el asfixiante laberinto en el que se instaló aquella fatídica tarde y del que jamás ha podido salir. Ese laberinto que lo hizo todo insostenible. De un sorbo y sin azucarillo.
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