Por sus gustos los conoceréis», dijo una compañera a la espera del nuevo titular del Palau de la Generalitat. Y tenía razón. Porque si algo ... le gusta a nuestra clase política es la decoración. Es lo primero, o lo segundo, que tienen en cuenta al llegar al cargo: decorarse el hábitat que ocuparán en el futuro, aunque sea corto, como esa consellera de Cultura -Johnson- que nada más llegar eligió en el IVAM la estética de su nuevo despacho.
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Ejemplos hay de todos los colores. Un expresidente de les Corts -Morera- no se quedó satisfecho con unas cuantas tablillas de Pinazo sino que se cambió hasta la luminotecnia de su despacho porque en las múltiples entrevistas que le esperaban debía dar el mejor perfil, justificó.
Sin ir más lejos, el pre anterior President de nuestro autogobierno -Puig- cambió el eterno Benlliure por Alfaro y el siguiente -Mazón- se lo quitó de encima. Así, con absoluta normalidad. Y es que, la decoración dice mucho de la persona y su sintonía con la realidad. Seguro que hay muchos que con un cuadro de tiro y arrastre o un paisaje de la Albufera, de Meseguer, Lozano o Michavila, se dan por satisfechos, pero otros/as necesitan más, mucho más. Ahí está esa alcaldesa -Rita- a la que a la preguntaron por qué Sorolla y Joan de Joanes debían estar en su despacho y no en un museo municipal para disfrute de la ciudadanía en mejores condiciones. Respondió un asesor que debía dar imagen ante los invitados. Pues que bien. Como Galiana y sus Vinze 'grafiteados'.
Podríamos estar contando anécdotas de este tipo durante horas. Habría para todos. Hasta los que compran arte por catálogo, que de esos cada día hay más directores de museos que pagan altas comisiones.
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Esto de la decoración y los despachos es muy interesante psicológicamente hablando. Como lo de los retratos oficiales. Daría para un tesis. Ardo en deseos en saber hacia dónde irán los gustos de nuestro nuevo inquilino -Llorca- del palacio Gótico. ¿Será él mismo quien nos dé una imagen personal o lo dejará en manos de asesores bizarros? Apuestas.
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