Hace unos días, tomé café con Paloma Castro. Paloma es monja carmelita Vedruna y dos Papas cambiaron su vida. Sor Paloma era profesora en colegios ... de su orden en Valladolid y Villaviciosa (Asturias), pero el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, su sucesor, Pablo VI, lo culminó y la iglesia se modernizó, dialogó, huyó de las condenas, se hizo más comprensible y se acercó a la realidad social.
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Ese Concilio cambió la vida de la hermana Paloma porque, en España, ella y otras 16 carmelitas Vedruna pudieron salir del colegio y comprometerse con el entorno. Con otras monjas, vivió en barrios marginales de Salamanca, Segovia y Badajoz y luchó en comunidad contra el alcoholismo y la drogadicción y a favor del empleo, la formación y la inclusión social de las gentes de sus barrios. Sin el Concilio y sin la visión papal para entender el mundo moderno, ni Paloma ni otras muchas religiosas hubieran podido trabajar en pro de una iglesia más social y más cercana.
Las últimas luchas de Paloma, que pertenece al colectivo Revuelta de Mujeres en la Iglesia y tiene 80 años, han sido en pro de una iglesia feminista sin lenguaje sexista ni patriarcal, donde las mujeres prediquen y celebren, con libertad de opciones sexuales… Una iglesia de hoy. En ese compromiso, ella y sus compañeras se han visto acompañadas por el Papa Francisco, que abría camino, lo que le dejaban, y en el último sínodo había introducido por primera vez mujeres en los puestos de decisión. Francisco ya no está y la internacional reaccionaria apuesta por un Papa conservador que corte los avances de raíz. El cónclave que viene será decisivo porque el Papa importa tanto que puede cambiar nuestras vidas.
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