En plena vorágine informativa con la elección de Juanan Pérez Llorca ¡enhorabuena, a trabajar y suerte! como presidente de la Generalitat, por un lado, y ... por otro con José Luis Ábalos y su lugarteniente, Koldo García, ingresando en prisión, me encuentro con dos anécdotas traídas, no sé si intencionadamente, por mi amigo Rogelio que acapararon mi atención y me apartaron en modo evasión del sinvivir político.
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Resulta que un familiar suyo adquirió una burra por satisfacer un deseo, quizá un capricho. Un animal doméstico cuyo origen se encuentra en el asno salvaje africano, domesticado hace miles de años en el noreste de África y que hoy está destinado como animal de carga, para labores agrícolas o para transporte en zonas rurales gracias a su resistencia y facilidad para moverse por terrenos difíciles.
Además de emplearlo en esas labores tradicionales, presume de tratarlo como hacía Juan Ramón Jiménez a su Platero. Con ternura profunda, de forma casi humana. Como un compañero sensible, noble y delicado, al que habla con cariño y respeto. Como al poeta, le sirve de confidente, casi amigo. Lo alimenta, dentro de su frugalidad y bajo mantenimiento, de hierbas, heno, cereales, hojas y arbustos. Y pasta por doquier.
Lo singular, sin embargo, se centra en la prestación gratuita a otros pueblos para cubrir costumbres antiguas, transmitidas de generación en generación. Como la de un par de localidades de la Vall d'Albaida en la que en un cuadrado cual enorme tablero de ajedrez pintado en el suelo, los mozos -y las mozas- hacen sus apuestas sobre cuál será el cuadrado elegido por la burra para expulsar su excremento.
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Durante el evento, se viven momentos de tensión, de emoción hasta que se produce la ejecución. Se ha dado alguna vez la circunstancia de que el animal se ha negado a culminar la jugada porque no ha sido suficientemente alimentado o porque ha preferido decepcionar al personal y ciscarse en el espectáculo. Tanto, que tras la suspensión de esa especie de subasta, ha decidido entonces realizarse para frustración popular.
Por ahora, la prestación por parte del familiar de Rogelio ha sido altruista y no cobra siquiera porcentaje de lo apostado. Todo se andará.
Si este acontecimiento tiene su aquél ¿qué decir del concurso de carretillas en Cascante del Río? Allí el premio se lo lleva quien lanza más lejos una carretilla. Un artefacto de esos metálicos utilizados para la construcción, con un peso entre los 20 y 25 kilos, ruedas incluidas. No se trata de un lanzamiento de peso como en la Olimpiada, sino de un armatoste ya difícil de sostener en el aire. Así somos y así es la vida.
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