Rotunda. La desvergüenza de Sánchez es infinita. Portentosa. Acaba de dar dos nuevas muestras de ella. Infames. Primero, asegurando que Ábalos le era un desconocido. ... En el terreno íntimo. Tal cual. Sin inmutarse. Como si los dos no hubieran estado nunca a partir un piñón. Desde la gestación misma del sanchismo. Cómplices. Socios. Confidentes. Luego, aún peor. Si cabe. Reconociéndole a Junts que no ha cumplido con ellos. Pero que quiere arreglarlo. Recuperar el diálogo. Hablar en serio de lo suyo. Esas cuentas pendientes que esgrime Puigdemont. El delincuente que Sánchez prometió traer a España. Esposado. Y meterlo en la cárcel. Sin embargo, fue y sigue siendo al revés. Tras las últimas elecciones, Sánchez quedó en manos del prófugo. Por eso hoy suplica que no le deje colgado. Sin el apoyo que precisa. Para continuar amarrado al poder. Porque solo eso es de momento lo que mantiene a la Justicia lejos de él. No vaya a ser que a esta se le ocurra llamar a su puerta. Al minuto siguiente de dejar el Palacio de la Moncloa. Por tanto, le ha dicho a Junts que esta vez sí va a portarse bien. Seguro. Prometiéndoles resolver cuanto queda pendiente de la factura inicial que le pasaron a fin de hacerle Presidente. De modo que a partir de ahora, cuanto pidan. Sea lo que fuere. No importa. La foto con Puigdemont. Hasta el referéndum de autodeterminación. Si hace falta. Que Sánchez es capaz de cualquier cosa. En beneficio propio. Como ha demostrado. De sobra. Aunque España se vaya al garete. Le trae al fresco. Lo único que le importa es no perder comba. Aplicando su método de siempre. Mentir a destajo. Negar la realidad. Dividir a los españoles. Machacar a quien ose ponérsele por delante. En consecuencia, urge que espabile algún templagaitas. Se deje de monsergas. Actúe en consonancia con la gravedad del momento. Rompa sus pactos con Sánchez. Aquí y en Europa. Cumpla con su deber. Democrático. Patriotico. Inorillable. Que es presentar de inmediato la moción de censura. Como Vox hizo dos veces. Cuando tenía el número de escaños que son precisos. No valen titubeos. Ni excusarse alegando que no hay apoyos suficientes para que aquella prospere. Esa no es la cuestión. La clave es otra. Ir al debate. Propiciar que todos tengan que mojarse. Ante los españoles. En el Congreso de los Diputados. Comprometiéndose con la expresión de su voto. Para hacer patente quién es o no sostén de Sánchez. Cómplice de su mafia corrupta. En definitiva, el Partido Popular no puede seguir llamándose a andana. Es tiempo de acción. Firmeza. Coherencia. Claridad. Toca plantar cara. Total. Sin rodeos. España así lo reclama.
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