Desvergüenza total. Absoluta. El cinismo de Sánchez no tiene límites. Comprobado de nuevo esta semana. En su comparecencia ante el Pleno del Congreso. Que lo ... era en gran parte para hablar de corrupción. La que señala a su entorno familiar y político. Pues ni una palabra al respecto. A pesar de las múltiples investigaciones judiciales que le cercan. Con el Fiscal General siendo juzgado por el Tribunal Supremo. Sentado en el banquillo. Sin dimitir ni haber sido cesado. Y la Audiencia Nacional empezando a indagar sobre la posible financiación ilegal del PSOE. Vinculada al blanqueo de capitales. También en vía judicial las turbias andanzas de Leire Díez y su banda. Esa fontanera socialista dedicada a urdir operaciones de acoso contra jueces,fiscales,periodistas y policías. Que decía actuar en nombre del «número uno». Tal cual. Directamente. A sus órdenes. Para tratar de impedir que saliera a la luz la mucha basura acumulada por esta mafia gobernante. Pero de eso Sanchez no dijo nada. Como tampoco de la agónica tesitura política en la que él mismo se encuentra. Sin mayoría parlamentaria que le respalde. Con datos inquietantes sobre el verdadero estado de la economía real. La que afecta al devenir cotidiano de millones de españoles. Vivienda imposible. Precariedad laboral. Sueldos bajos. Carestía asfixiante de la vida. En un contexto social degradado. Consecuencia de las políticas sanchistas. Barrios obreros atemorizados por la presencia de delincuencia extranjera. Que va a más. Incremento continuo de los delitos sexuales. Inaceptable. Además, servicios públicos colapsados. Jóvenes sin horizonte. Casi once millones de españoles en riesgo de exclusión y pobreza. Un panorama letal. Demoledor. Que -sin embargo- Sánchez niega. Descaradamente. Atrincherado en ese falaz discurso triunfalista que expande la propaganda oficial. Panfletaria. Insolente. Mientras España es un clamor rotundo. Apabullante. Porque una inmensa mayoría exige elecciones generales inmediatas. Ya. Para sacar a Sánchez de Moncloa. Cuanto antes. A fin de tener un Gobierno nuevo y decente. Fuerte. Capaz de solventar las auténticas urgencias del presente y el porvenir nacional. Acabando con el despilfarro sectario del sanchismo y sus secuaces. Que ahora -por ejemplo- se propone gastar 30 millones de euros en «resignificar» el Valle de los Caídos. Mientras lleva un año ralentizando las ayudas a los damnificados por la riada de Valencia. Indignante. Hace falta pues seguir plantándole cara a Sánchez. De forma decidida. Como solo hace Vox. A las claras. Por eso crece imparable. Constante. Cada día más cerca de obtener la victoria en las urnas.
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